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Cada mañana. Todas las tardes. Antes de intentar conciliar el sueño y al despertar. En esos momentos, que pueden parecer efímeros pero seguramente se hagan eternos, la familia y los amigos de Hernán esperan una noticia alentadora de los médicos que atienden su evolución. Él duerme, en un CTI, peleando cada segundo por sobrevivir.

En otro punto de Montevideo, lejos de su casa y entorno, buscando explicaciones a semejante crueldad y ensañamiento, Sebastián desafía al destino y nos da una demostración de fortaleza espiritual y física. Su gente busca donantes de sangre para continuar la internación, los tratamientos para aliviar dolores, curar heridas y recuperar paulatinamente la calidad de vida.

Richard llevará para siempre una marca en su cuerpo. Una bala impactó en su pierna. Quizás la cicatriz sea lo menos visible a futuro. En su mente, como en la de todos los que sufrieron el ataque, dudo que tal rastro vaya a desaparecer.

Lo importante, sin lugar a dudas, es que Hernán salve su vida y todos salgan adelante.

La prioridad es verlos nuevamente en sus casas, caminando por Santa Lucía, yendo al Campeón del Siglo… a estudiar, trabajar, ver a un amigo o ayudar a quien lo necesita con sus compañeros de la Peña.

Esos deseos trascienden a cualquier pensamiento, cuestionamiento o reclamo. Pero, desde la posición de hincha apasionado e incondicional del fútbol, siento la obligación de expresar que no bastará con verlos bien.

Es indispensable que recibamos señales inequívocas de quienes deben ofrecernos garantías como ciudadanos e impartir justicia.

Los autores intelectuales y materiales de un intento de homicidio múltiple deben recibir un castigo ejemplar. Este atentado cobarde no puede quedar impune. 

Por Hernán, Sebastián, Richard, sus familias, amigos, compañeros y todas las víctimas de la violencia, esté o no asociada al deporte o una camiseta, los culpables deben pagar.

A las autoridades les corresponde encontrar, someter a los procedimientos previstos por Ley, condenar y penar a los responsables de un ataque -con armas de fuego y por la espalda- sobre un grupo de ciudadanos que festejaba el aniversario de su club.

Ya pasaron 16 días; más de 2 semanas…

Se sabe poco y nada.

Sabrán disculpar mi escepticismo el Ministro Bonomi, el Licenciado Jorge Vázquez, el Comisario Gustavo Fernández y el Juez Penal de la 2ª Sección de Canelones pero esto es, por lo menos, extraño.

Cualquiera puede entender que las investigaciones requieran cierto grado de reserva pero, en la Era de la Comunicación, estamos acostumbrados a saber al detalle las circunstancias de cada caso de la crónica policial.

De este, apenas algunos trascendidos. Que no hacen otra cosa que aumentar la indignación e impotencia ante la incertidumbre y falta de acciones en pos de dar con los culpables.

Resulta inevitable preguntar: ¿Qué pasa?, ¿Quiénes son?, ¿Por qué es tan difícil para profesionales de investigaciones encontrar a 13 individuos filmados?

No hay respuestas. Ni un solo detenido o indagado. Nadie citado a declarar. Tampoco se realizó siquiera un allanamiento. Puede que no estemos al tanto… pero me permito dudar, porque -en otros procedimientos- solemos enterarnos minuto a minuto.

Nos terminamos cuestionando: ¿Quién los protege?

La sociedad necesita saber y entender qué sucedió esa noche. Y también precisa que los integrantes de esta horda de asesinos terminen donde corresponde.

Personalmente, estoy convencido que existe una operación silenciosa por la que la mayoría de los medios masivos de comunicación y formadores de opinión dejaron de cubrir y difundir la situación, con el fin de ocultar y dejar en el olvido una circunstancia delictiva que afecta directamente la identidad e imagen de la institución deportiva cuya indumentaria vestían los homicidas.

Lo hacen sistemática y alevosamente. Pero, esta vez, no estamos hablando de vidrios rotos en 8 de octubre, la rambla o 18 de julio… podría haber sido una masacre.

Este accionar deliberado de encubrir (por parte de quienes deberían cumplir el rol de investigar, cuestionar e informar pero -por intereses comerciales, políticos, etc.- no lo hacen), conspira contra los intereses comunes porque reduce la presión sobre el Ministerio del Interior, la Jefatura de Canelones y el Poder Judicial.

Quienes, desde cualquiera de sus posiciones de poder, le bajan el perfil o procuran ocultar este atentado, sean jerarcas o comunicadores, no sólo no cumplen con su tarea sino que se convierten en cómplices de los hechos y responsables de sus consecuencias… que se vuelven inevitables si no existe un escarmiento que -al menos- haga recapacitar a los que no entienden la tolerancia como un valor elemental para la convivencia.

Es imperioso cortar con el círculo vicioso. En algún momento debe detenerse este espiral de violencia. Luego de este episodio, ya se dio otro en el que un hincha tricolor fue herido de bala; y tampoco se logró esclarecer.

Las personas de bien, sin distinción de camisetas, tenemos la necesidad de caminar por la calle vistiendo nuestros colores sin el riesgo de sufrir una agresión o poner en peligro algo tan valioso como la vida.

¡Fuerza Hernán! Todo Peñarol está luchando contigo.

#JusticiaPorLosPibesDeSantaLucía

@Jordi1891