En la lucha por el tri, el 12 de noviembre Peñarol perdía 2 a 1 la segunda final del Campeonato Uruguayo contra Nacional, que lograba estirar la definición a un último partido en el que se decidía todo.

—Terminó el partido y nos fuimos al vestuario enseguida, y empezamos a escuchar a la hinchada de Peñarol: parte de la América, la Colombes y parte de la Olímpica. Se quedaron a alentar al equipo y los jugadores volvieron a la cancha a saludarlos —cuenta Gregorio.

—¿Y los de Nacional se fueron? ¿Dónde estaban?

—No sé, se habrían ido, o estaban ahí, no me acuerdo, pero no importa. Nosotros habíamos perdido, ¿entendés? Y los hinchas de Peñarol se quedaron a alentar a los jugadores y los hicieron volver a la cancha. La comunión que había entre los hinchas y el equipo era impresionante, ese momento me quedó grabado a fuego —sentencia.

A los pocos días, Peñarol se coronaba tricampeón del fútbol uruguayo tras ganar la última final 3 a 1, y ya sabían que iban por el cuarto, y eventualmente por el quinto.

Cuando Peñarol está unido es invencible, suelen decir los historiadores. Pero ¿qué tan comprometida con la causa puede estar la gente? En ese tren, sobre esa vía hacia el Quinquenio, iban todos juntos.

“Venía del Este por Avenida Italia y pincho el auto. Iba para el estudio del contador Damiani, en la calle Buenos Aires, en Ciudad Vieja. Ya estaba bastante encima de la hora y paré en una gomería que había en una esquina, antes de llegar a Comercio, y en lo que se ponen a arreglarme el auto viene un paisano (cliente de la gomería) y se presenta como hincha de Peñarol. Se ve que ya se había corrido el rumor de que yo iba a ser el próximo entrenador, y el hombre se ofreció a llevarme. ‘Pero ¿vos qué estás haciendo, estás trabajando?’, le digo. ‘No importa. Para mí es un honor contribuir y llevar al técnico de Peñarol a reunirse con el presidente Damiani’, me respondió, y me llevó”, recuerda el “Flaco” Jorge Fossati, el elegido para dirigir al equipo en la búsqueda del tetracampeonato tras la repentina salida de Gregorio a Argentina.

“Por eso el hincha —continuó Fossati —está en un lugar sagrado. (Mientras) los profesionales vamos y venimos, el hincha siempre va a estar con el Club y deseándole lo mejor al Club, es fiel, por eso digo que está por arriba en ese sentido. Hoy, cómo Peñarol no va a ocupar un lugar en mi corazón, si estuve ocho años como jugador, salí cinco veces campeón, dirigí dos años las inferiores, ahí comencé mi carrera como entrenador, dirigí en primera división dos veces: una en el ‘96, durante el Quinquenio, y otra en 2014, (desde cuando) la gente me recuerda por algo relacionado al mismo número… Pero como profesional debo enfrentar a Peñarol. Cómo jugador nunca, no se dio. Como entrenador sí”.

Primero el tetra, antes el Apertura

Fossati “vivió Peñarol” le habría dicho Gregorio al contador Damiani cuando la salida del entrenador a Independiente de Avellaneda era inminente, según relata el libro de Quinquenio: la historia por sus protagonistas (Inzaurralde y Señorans, 2017). Argumento que le bastó al presidente para interrumpir las vacaciones del Flaco en enero del ‘96 y presentarlo como el DT que pelearía por el cuarto título al hilo, cuando ya todos idealizaban los cinco.

Porque se define como “hombre de una sola palabra” y porque, hasta donde él sabía, “Peñarol todavía tenía técnico”, Fossati hizo caso omiso a los rumores de que Damiani quería contactarlo. Cuando el presidente al fin dio con él y le hizo la propuesta, le respondió que antes de aceptar debía hacer dos llamados: a Gregorio y al presidente de River, club con el que todavía tenía contrato. “Gregorio me confirmó que se iba y me agradeció el gesto, y el contador Carlos Molinari me deseó lo mejor en esa oportunidad que llegaba”, recuerda Fossati.

El DT llegó a Los Aromos con dos ideas claras: tenía que adaptarse a las formas de un grupo ganador, consolidado y con muchos referentes, y el grupo debía adaptarse a las ideas nuevas que traía él. Entonces, en su primera charla con el plantel, abrió la mano y soltó: “no hay quinto si no ganan el cuarto”, en referencia a un hipotético pentacampeonato con el que, después de tres títulos seguidos y un equipo bien armado, el mundo Peñarol empezaba a soñar. Para alcanzarlo, en definitiva, Fossati tenía que adaptar su táctica a las características de los futbolistas que iba a dirigir, que venían funcionando bien y ganando. De las ideas que traía, la más controversial era la de jugar con tres defensas centrales.

—En su etapa de golero, ¿alguna vez jugó con tres zagueros delante suyo?

—No, nunca —respondió Fossati.

—¿De dónde sacó la idea de la línea de tres?

—A mí me gustó mucho el Brasil del ‘90 con (Sebastião) Lazaroni de técnico. Pero también vi jugar así al Peñarol de Roque Máspoli en la final contra el Real Madrid en el Bernabéu, aquello fue una clase táctica y hay videos. Tito Gonçalves era volante central cuando Peñarol tenía la pelota, pero cuando no se metía entre los zagueros para defender. También lo hizo (Franz) Beckenbauer en su época y hoy lo hacen muchos equipos de Europa y del mundo.

—¿Recibió críticas?

—De todo tipo. Algunos dijeron que yo era poco menos que un infractor de la historia de Peñarol por jugar con tres zagueros. Un dirigente, con quien yo tenía muy buena relación, me dijo cuando firmé contrato: “Jorge, me imagino que no vamos a jugar con línea de tres”. Yo no me aferro al sistema, pero es claro que es lo que más me gusta. “Usted sabe cómo juegan mis equipos, ¿dónde estaba cuando decidieron contratarme?”, le respondí.

En mayor o menor medida los futbolistas se adaptaron y el DT también, y el sistema se perfeccionó, mutó (incluso durante algunos partidos), pero funcionó y llevó al equipo a ganar el Torneo Apertura, el primer paso en la búsqueda del tetracampeonato, incluido el clásico de ese torneo, en el que el Tony Pacheco hizo su primer gol a Nacional y el Vasco Aguirregaray atajó los últimos minutos del partido por la expulsión del golero Sergio Navarro. Peñarol ganó 2 a 0 y el otro gol lo hizo el Bola Lima.

Además, previo al comienzo del campeonato también ganó un clásico amistoso por 3 a 1 con dos goles de Bengoechea y uno del Pato Aguilera.

Asimismo, a nivel internacional Peñarol tuvo la misma suerte que el año anterior. Clasificó primero en el grupo de la Copa Libertadores sobre Defensor Sp., Sporting Cristal y Universitario (ambos de Perú), y quedó eliminado con San Lorenzo de Almagro en Octavos de final.

No todas son de cal

Después de la victoria frente a Wanderers por 2 a 0 en la última fecha, que le dio a Peñarol el Apertura, se realizó una reunión de directiva con motivo de la celebración por el título y un reconocimiento a Gregorio, que estaba de visita en su transición entre la dirección técnica de Independiente y el Cagliari de Italia.

“Al final de la reunión quedamos dos o tres dirigentes, Gregorio y yo, de charla informal –recuerda Fossati –, y me pregunta el contador: ‘Jorge, ¿cómo estamos para el segundo semestre? ¿Le preocupa algún jugador?’ Y yo le respondo que sí, que tengo uno con características únicas en el plantel, que si no está él no tengo a otro parecido. Empezaron a tirar nombres: Pato, Pablo, algún central –por la línea de tres–, y les digo: ‘No. Luis Romero’. ‘Pensar que cuando este hombre (señala a Gregorio) me lo hizo traer yo me afeitaba y pensaba si yo era el hijo de la pavota, que cómo me metía a este muchacho’, me dijo el presidente. ‘Lo que pasa es que no tengo otro nueve de área, si lo saco a él me quedan los siete enanitos’. Eran Tony, Pablo, Pato, Martín Rodríguez… Los zagueros eran altos, pero subían solo en las pelotas quietas”.

El insustituible del Flaco Fossati percibió la confianza del entrenador y respondió. El Clausura del Carbonero empezó con una victoria 3 a 0 a Sud América: un gol de Romero; empate a 1 con River: gol de Romero; empate a 3 con Defensor, doblete de Romero para empatar tras ir perdiendo 0-3; victoria 5 a 1 a Cerro: gol al minuto y dos sobre el final para completar el hattrick de Romero.

Si bien el delantero llegaba entonado al clásico de la quinta fecha, el equipo no tanto y necesitado de sumar de a tres puntos para mantenerse arriba en la tabla anual, pero esa vez no pudo. Nacional da vuelta el clásico, lo gana 2 a 1 y se afianza en la punta del Clausura. Pero el tropezón terminó de ser caída cuando días después, a pesar de los intentos del presidente aurinegro por retenerlo en una lucha con su representante, el nueve de Peñarol partía rumbo a Italia para jugar en el Cagliari de Gregorio Pérez, que peleaba el descenso en la liga Calcio.

Luego de la derrota clásica que comprometía al Aurinegro en la pelea del campeonato frente a su rival, se jugaron dos clásicos amistosos: uno en Paysandú, que ganó Peñarol por penales después de empatar 1 a 1 en 120 minutos, y otro en Rivera, que también ganó el Carbonero 3 a 2 con goles de Tais, Martín García y Bengoechea. Pero esas dos victorias serían solo un espejismo de la realidad que atravesaba el club.

En la espera por florecer, la primavera se atrasó, el equipo se hundió y, no obstante la plaza que ya tenía asegurada en las finales, el campeonato parecía cada vez más lejano. Ya en setiembre, empató con Huracán Buceo por el Clausura (04/09); perdió 2 a 1 de local con Santos en la ida de octavos de final de la Supercopa Sudamericana (10/09), venció a Danubio y respiró (11/09), pero perdió con Liverpool (16/09), con Rampla por goleada 4 a 1 (21/09) y con Wanderers con un equipo alternativo (25/09), porque al otro día (26/09) jugaría la revancha con Santos en Brasil, que también perdería por 3 a 0. En diez fechas del Clausura Peñarol había perdido cuatro partidos, empatado tres y ganado tres. Había conseguido 12 de 30 puntos, diez menos que Nacional, que encima ya se había coronado campeón anticipado del segundo torneo corto y esperaba las finales como claro favorito para cortar, por fin, la racha de Peñarol, el tetracampeonato y el hipotético Quinquenio del que tanto se había hablado.

Dos derrotas en dos días, eliminación internacional, título para Nacional y, por si fuera poco, el técnico de Peñarol recibió la noticia de que iba a ser cesado del cargo cuando junto al plantel arribara de vuelta a Uruguay, el 27 de setiembre.

“Florecerás en cada primavera”

Peñarol pasó su cumpleaños número 105 inmerso en una dura crisis deportiva, en la que además de un campeonato parecía que se perdería también una gesta más notable que ilusionaba a todos los hinchas. Pero previo a la última fecha del campeonato y la definición, la templanza del presidente carbonero encarriló el final.

“Era sábado de mañana (28 de setiembre de 1996, 105.° cumpleaños de Peñarol), yo estaba tomando mate con mi hermano Nilo Acuña y me llama el contador Damiani –relata el Flaco Fossati –. ‘¿Qué cuadro vamos a poner el domingo (último partido del Clausura), Jorge?’. El presidente un sabio. Fijate qué perspicaz, ¿vos te creés que él no sabía lo que había pasado y que me habían echado? ‘¿A mí me pregunta?’, le digo, y me dice: ‘¿Y a quién le voy a preguntar si no es al técnico de Peñarol?’. Y ahí me dijo que era él el que decidía quién era el técnico y que contaba con su respaldo hasta el final del campeonato, y yo le dije que no pensaba abandonar el barco en medio de la tormenta y que iba a preparar las finales. Y así fue”.

Los rumores de la destitución del entrenador no frenaron hasta que Damiani dijo a la prensa: “Fossati jugó cinco veces con Nacional y le ganó cuatro”. Con ya nada en juego y la mente en las finales, un equipo suplente de Peñarol le ganó la última fecha a Central Español por 4 a 2 y levantó cabeza, con su DT parado al costado de la cancha.

La primera final se jugó el domingo 13 de octubre. Fossati paró a Navarro en el arco; Olveira, Aguirregaray y el Caballo De Los Santos en la línea de tres del fondo; Tais y el Bola Lima de carrileros (aunque prefiere no llamarlos así porque se mueven más que solo por un carril); el Gaucho De Los Santos, Rotundo y Bengoechea en el medio; y Martín Rodríguez y el Tony Pacheco de punteros.

Para jugar con línea de tres, se necesitan carrileros/volantes que corran y tengan ida y vuelta, y uno de los inamovibles en el año de Fossati era Washington Tais en la banda derecha. “Tais subía con línea de tres, de cuatro o de diez”, decía el DT, y en esa final, probablemente el partido más importante del año hasta entonces, el 7 respondió como todo el campeonato. Después de un parejo 0 a 0, faltando cinco minutos para el final apareció Tais como un delantero más para rematar un centro al segundo palo y corrió a festejar con la tribuna Amsterdam. Peñarol dio el primer golpe y le bastaba solo un empate en la segunda final para ser (tetra) campeón uruguayo. Sin embargo, el Pato Aguilera avisaba pospartido que “Peñarol juega mejor cuando tiene menos posibilidades de ganar que cuando ahora tenemos dos resultados (posibles que sirven en la segunda final: empate y victoria)”, y llamó a la concentración de su equipo.

Una semana después se jugó la última final. Fossati paró los mismos 11. El primer tiempo terminó empatado a cero y Peñarol estaba a 45 minutos del título, pero el segundo tiempo vendría con emociones. A los diez minutos del complemento apareció el “Pachecazo”, un remate de zurda desde el borde del área del joven Tony que se coló en el ángulo y puso la ventaja para el aurinegro. Pero tres minutos después, una falta y unos empujones entre jugadores terminaron con tres tarjetas rojas: Vasco Aguirregaray y Martín Rodríguez del Manya, y Ostolaza del Bolso; y enseguida llegó el empate de Parodi para el tricolor. A falta de más de 30 minutos para el final, Peñarol quedó con un hombre menos y sin el Vasco Aguirregaray para defender.

“Opté por dejar a Pablo arriba en base a su experiencia, como una especie de único delantero, y saqué al Tony porque, aunque haya hecho el gol, era un gurí”, cuenta Fossati. Entró el Tano Gutiérrez para ocupar el lugar de líbero y Peñarol, como siempre sufriendo, aguantó el empate hasta cuando el árbitro pitó el final a los 93 minutos. Se cumplía la profecía que había adelantado Aguilera hacía siete días, y el Negro Tais agregaba apenas terminó el partido: “Peñarol en los momentos difíciles saca esa rebeldía que tiene adentro”.

Peñarol tetracampeón. Campeón uruguayo por cuarto año consecutivo. “¿Cómo explicás esto?”, le preguntaron al Vasco Aguirregaray en medio de la euforia del festejo de los manyas. “Nosotros tenemos la diferencia en la hinchada, que es muy grande”, respondió.

Por su parte, Fossati, fiel a su palabra, se despedía del club con nada menos que un importantísimo campeonato para la historia, el “puente”. El Flaco le dedicó el triunfo a Jorge Pasculli, el gerente deportivo de “trabajo invisible”, dijo y terminó festejando con quienes empezó esa etapa en Peñarol: los hinchas. Quién sabe si el hincha que lo llevó a aquella reunión con Damiani, a principio de año, estuvo también en el Centenario esa tarde de la consagración.

“Pablo, cuatro años superiores, ¿qué más queda?”, le disparó un periodista al 10. “Y el año que viene el Quinquenio”, dijo el Profe con una sonrisa.

Este artículo es el tercero de una serie que continuaremos publicando durante los próximos días, en conmemoración a los 25 años de la gesta del segundo quinquenio de oro de Peñarol.

En este cuarto capítulo, repasamos el Campeonato Uruguayo de 1996, el cuarto de los cinco.

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