A eso de las 6 de la tarde quedamos en juntarnos todos los hinchas en el parque. Los que estaban haciendo la previa más los que decidieron dar unas vueltas por el centro. Como siempre pasa en este tipo de partidos, las cosas se demoran mucho, y a eso de las 20.30 arrancó la caravana de buses rumbo al estadio. Además de los bondis, había mini vans, algunos valientes que vinieron en auto, y hasta 11 integrantes de la Peña de Chile.

Cuando llegamos a la zona de ingreso, el jefe del operativo dijo unas palabras que quedaron marcadas: “No se pueden ingresar bengalas a la cancha. Ya aprendimos mirando los videos de Peñarol del año pasado”. Esta fue una más de las tantas situaciones que se dieron en el último tiempo que nos permitían darnos cuenta la dimensión de lo que había causado la hinchada de Peñarol. Luego de un ingreso relativamente ordenado, entramos.

El estadio estaba diferente a como lo habíamos encontrado el año pasado. La Copa América lo había transformado: Más colores, butacas con respaldo y baños nuevos. Nos habían destinado el mismo sector y nuevamente lo habíamos copado. Los hinchas mendocinos no llenaron el Malvinas Argentinas. Se empezaron a colgar los trapos amarillos y negros y los cánticos previos hacían despertar los silbidos de los locales. Nuevamente les estábamos copando la cancha y haciendo la fiesta a domicilio.

A unos minutos de que ingresara Peñarol a la cancha, el colorido y el carnaval tomó más fuerza. Entraron los paraguas, las banderas de palo gigante y la percusión. Cuando la fila de jugadores encabezada por Darío se asomó, se encendieron algunas bengalas para iluminar aún más la fiesta. Las gargantas carboneras no pararon de cantar, y los mendocinos quedaron callados. Recién en el gol de ellos se levantaron y comenzaron realmente a cantar por su equipo.

El calor era insoportable, y constantemente había que estar consumiendo líquido. El vaso grande de refresco salía 15 argentinos y el chico 12. En el entretiempo, los puestos de bebida se vaciaron, los vendedores se hicieron la guita.

Lamentablemente no pudimos ganar el partido a pesar de haberlo merecido. Erramos varias chances de gol y no podíamos creer cómo no estábamos arriba en el marcador. Para peor, nos llegaban los mensajes desde Montevideo de que el juez nos había robado un penal más grande que una casa, y la calentura acrecentaba. A pesar de haber perdido, el aliento fue constante, y los jugadores estuvieron respaldados siempre.

Terminó el partido y todos los bondis salieron de Mendoza. El viaje se hizo mucho más largo que el año pasado debido a la derrota, pero por suerte este martes ya tenemos revancha contra los colombianos, y una rápida oportunidad de revertir la situación, al igual que sucedió el año pasado. Vamo´ arriba Peñarol carajo.