La hora de partida era a las 8, pero obviamente salimos a eso de las 9. Dos bondis, 75 personas y tres integrantes del staff de Padre y Decano que marcharon rumbo a Mendoza. Nos esperaban unas largas 24 horas, pero sabíamos que peor que el año pasado no podía ser. Aquella vez, el conductor se desvió 300 km; ahora no le podía errar. Heladeritas, bebida, parilla, chorizos, el arsenal completo. El calor sofocante se empezó a sentir cuando llegamos a la aduana y estuvimos parados por más de una hora y media. Luego de los trámites, cruzamos el puente y llegamos a la Argentina.

Los dos ómnibus fueron una fiesta y un carnaval. Como siempre, hay revelaciones, “el tapado”, alguien que se destaca cuando no lo tenían previsto. Se armó campeonato de truco, mucha bebida y mucha fiesta. Lógicamente tuvimos que hacer algunas paradas técnicas para recargar combustible. Mientras íbamos parando, hacíamos un sondeo de hinchas. La mayoría contestaban River, o el cuadro local, en el caso de Rosario, estaba dividido entre Newells y Central. Acá en Mendoza, son todos de los cuadros grandes, casi nadie te dice Godoy Cruz.

Dicen que llovió alevosamente de madrugada en la ruta. Al parecer, no nos enteramos. Cuando ingresamos a la provincia de Mendoza, en el arco de bienvenida, detuvieron los bus, revisaron todo, tiraron todos los cadáveres de chela y whisky y pudimos seguir rumbo a la ciudad.

Mendoza amaneció con día espectacular. La temperatura es elevada, el ambiente el mejor. Como siempre desde abajo del ómnibus había alguno que otro haciendo gestos que obviamente eran contestados. En la calle, la gente te mira y no te dice nada.

Fue fundamental una parada en el hostel, ducha, cambio de ropa, y pronto para ir al parque donde nos juntamos todos y salimos a la cancha. Asado, chorizada, picadita, y la fiesta en dos colores en la tierra del sol y del buen vino. Mendoza está más linda que el año pasado.