Luego de la victoria ante Racing, fin de semana para recargar las pilas y apronte para un nuevo viaje por Copa Libertadores. ¿El destino? Nuevamente Santiago de Chile, donde supimos clasificar el año pasado ante la Universidad Católica. En lo personal, desde la vuelta de San Pablo por la final del año pasado que no pisaba el Aeropuerto, y cuando llegamos, cierta nostalgia empezó a invadir.

El vuelo se demoró apenas media horita de lo previsto, la cual fue aprovechada para jugar unos trucos en la cafetería de la terminal aérea. Ahora sí, nos llamaron y abordamos. El avión, un Plunita que parecía un 116 con algunas filas más asientos: daba miedo. El viaje todo tranquilo, con mucha fiesta, cantos y alegría.

Cuando aterrizamos y prendimos los celulares, algo nos llamó la atención. Varios mensajes de texto preguntándonos como estábamos, con nosotros sin entender nada. Dicen que hubo un temblor en Chile, será porque llegamos nosotros!

Luego de salir del Aeropuerto nos fuimos para el hostel, nos instalamos y fuimos a buscar un lugar para cenar. La idea era partirnos la boca en un Kentucky Fried Chicken, pero el local estaba cerrado y nos tuvimos que conformar con unas pizzas que eran más finas que una lámina de papel. De todas formas, los gustos estaban potentes y sumaban puntos. Cena, y salida a recorrer un poco las calles. Nos encontramos con algunos muchachos que llegaron más temprano y nos contaron que sintieron todo el temblor y veían hasta moverse los postes de luz. Para los chilenos es lo más común del mundo, para nosotros toda una experiencia.

La noche se fue para largo, nosotros nos olvidamos de que era domingo y había muy poca cosa abierta. Encontramos un bolichín que nos armó una mesa para 15 y ahí nos quedamos. Mañana será otra historia.

Un saludo desde Santiago.