Tus mejores años

Foto: Martin Escafandra

Me vendí. Me ganó el sillón, las papitas y el whisky importado. El horario del partido se me hace acotado. Miro de reojo el celular y casi innatamente puteo los centro del Vasco. De vos no lo esperaba, me soltó un amigo de la trinchera. Se me cayeron las alhajas de la pasión. Pido perdón por traicionarme y no cantar más la canción.

Pero, y lo bueno del pero es que anula toda la mediocridad que la precede, están ustedes. Muchas veces digo: ¿cómo siguen siendo enfermos? Cada vez escucho más las alineaciones y menos las anécdotas de los escalones. Cada vez me doy cuenta que las banderas están cada vez más bellas y yo saco entrada solo cuando mi alma despierta.

Pero: por suerte estás vos. Seguís ahí, inmune a la sarasa que bebió mi corazón. Firme guerrero que ata los hilos, fin de semana tras fin de semana, de este telar oro y carbón. Ahí estás vos, demostrando coherencia. Esperando ese golpe de gracia que te haga gritar campeón o ese bucle eterno que te infle el pecho chapeando “en las malas acá estoy yo”. Gracias. Gracias por demostrarme que es el amor.

Gracias por olvidarse de los negociados. Olvidarse de los candidatos. De los precios alocados. De las remeras mal diseñadas. De todo lo que anhelamos y ya pasó. Gracias a vos, este club sigue teniendo una hinchada respetable. Gracias a vos, los giles como yo, que colgamos los guantes del cantor, nos atormenta una vocecita diaria que susurra: “Volvé, tus mejores años fueron alentando a Peñarol”.

Quien lo siente lo sabe.

Agustín P. L.