de-idaHace un tiempo ya, que la marea de mi vida hace tambalear mis decisiones con respecto a Peñarol. Uno no sabe hasta dónde llegar con todo lo que involucra ser hincha de este club. Mi barco tambalea hasta qué punto seguir detrás de la asistencia auto-obligada los fines de semana, de los viajes costosos por todo Sudamérica, de las escapadas al interior, de los asados oro y carbón, de invertir energía en hacer a nuestro club más cerca del ideal que tengo, y tenemos los enfermos por esos colores.

Esta disyuntiva se topó recientemente con una frase que despertó todos mis sentidos: »Vos te podes ir de Peñarol, pero Peñarol nunca se va de vos». Como una verdad revelada de la Biblia para los cristianos, del Corán para los musulmanes o la Tora para los judíos; esta frase expresada por un ex jugador de nuestro club, sucumbió mi mente y pareció responder mi duda inicial de como regular esta locura.

Uniendo estos dos sucesos: mi incertidumbre de hasta donde seguir con mi club, y la verdad revelada que será imposible desprenderse de Peñarol, es que me encuentro preparando el siguiente plato en mi vida. Mezclando la olla de mi cabeza me doy cuenta que a veces amago con regular esta locura, con dedicar tiempo y dinero a otros asuntos de mi vida. El tiempo pasa, y ya son más de 10 años aferrado a algo incontrolable. Aferrado a algo que a principio era un equipo de fútbol, pero que ahora es mucho más que eso.

Me encuentro aferrado a memorias, a conocidos que ahora son amigos, a conocidos por conocer y a tantos otros que vas conociendo de vista. Aferrado a risas, a compartir un trago, un brindis por el encuentro. Aferrado a un abrazo de hermanos de cancha, aferrado a mil y un anécdotas, aferrado a los personajes de Peñarol, aferrado a bancar cabeza cuando el otro lo precise. Aferrado a estar en un asado y ver alegría, placer y compañerismo a los 360 grados de mi visión. Aferrado a ver como mis penas ruedan y se van cuando me junto con esta familia llamada Peñarol.

Y de aquí surge el dilema que me acosa en estos días: como Peñarol se va ir de mí, si tengo un listado de personas que sin conocerme me dieron su amistad por tener los mismos colores? Como Peñarol se va ir de mí, si adoramos estar de gala y sin embargo armar el ambiente Ámsterdam donde sea? Como Peñarol se va a ir de mí, si constantemente estas renovando personas por conocer, que con sus mambos, sus rayes, sus mañas, siempre están en la sintonía Peñarol. Esa sintonía de hacer las mismas locuras que uno, y eso te hace sentir, vivo, te hace sentir que perteneces a algo y alguien. A un grupo incontable de enfermos que hacen del diario vivir muchísimo más ocioso.

Sigo dejando hervir las consecuencias de esta frase en mis pensamientos y me cuestiono: cómo voy abandonar algo que fomento todos los días? Como voy a poder separarme de algo que cada día abarca más mis días? Y pregunto al resto de los cocineros carboneros: como Peñarol se puede ir de vos? Pensá en todas las acciones de tu diario vivir que Peñarol está presente. Recordá todos los amigos formados por Peñarol, memorizá todas las sonrisas que te saco Peñarol, todas las anestesias de morfina que Peñarol fue cuando nuestra vida abrazaba la muerte. Analicemos todos los riegos y esfuerzos que jamás hubiésemos afrontado si nuestra motivación no era Peñarol.

Antes que se me queme el plato, te pido que calcules en términos económicos, el costo rentabilidad de nuestra relación con Peñarol. El beneficio es innegable. Nuestra cuenta crece día a día en amistades sumamente diversas que nos hacen más completos. Y siempre nos encontramos dispuestos a ofrecer nuestra amistad al precio más bajo del mercado de los amigos. Te ofrezco mi amistad porque sos de Peñarol. El mejor de lo negocios.

Antes de servir el plato, te cuento que yo sigo acá, sentado, compartiendo sintonía Peñarol en la cena de los enfermos de la Olímpica, agregando condimentos gracias a charlas con amigos de todos los barrios. Sigo acá observando como un grupo de hinchas festeja la construcción de realidades impensadas tiempo atrás. Festejando como la voluntad, la pasión, los delirios, mueven mazas y hacen sueños, realidades tangibles como lo son todos los grupos que hacen algo por Peñarol.

En realidad, no quiero engañar a nadie, la cena terminó hace tres días, pero mi alma, como no pudiendo desprenderse de Peñarol, sigue sumergida en uno de los tantos encuentros que me confirman que quizás me podré escapar de Peñarol, pero Peñarol nunca se va a ir de mí.