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Nos despertaron. Me despertaron. Perdón mi arrogancia de hablar por todos. Allá abajó, en el sótano del corazón, nació una ilusión llamada, del siglo Campeón. Me brota la inocencia, de ver para creer. De tocar lo que ya sé. De ver lo que ya vi. Abrieron la puerta de este cuore. También las ventanas, y cualquier cerradura, que deja filtrar mi debilidad por Peñarol. Hoy el cerrojo está más grande que nunca.

Caen las gotas, que como placebos de mi vida, me autoengañan, creyendo solución para este pibe locuaz. Siento cómo van, una a una, salando las heridas, a la par, de la construcción de este edificio. Van disimulando las broncas, y van renaciendo las bendiciones. Van escondiendo los disparos, para atajar buenas intenciones.

Allá está, como una obra de arte, desde más lejos se ve mejor, la demencia inclemencia que provoca ese mamotreto hermoso, llamado Estadio. Ahí está, un oráculo blanco, es la antesala que vemos llegar por la ruta. Ahí está el pueblo emigrando entre tinieblas. Unos en bici, otros tantos en auto, y la muchedumbre va tomando fervor a pie. Absolutamente todos tolerando, y reciclando situaciones que en otro sitio de la ciudad, estarían decorados con un corsario de puteadas. Hoy no, todo lo vale si es para ver ese Santuario.

Unos le caminan a la Virgen de Verdún; nosotros ya vamos agendando una peregrinación semanal hacia nuestro YA sitio preferido en este país. La agrupación del Pueblo en una sola ruta, rodeada de desolados campos, que jamás en su historia vieron tanta familia unida a tales horas. Jamás en la vida, vieron tantos abrazos, en tan solitaria pradera. Allí vamos, todos juntos apilando ilusiones gracias a esta construcción.

‘’Cegados por el resplandor, de una ilusión’’, reza la letra de un gran guitarrista de cabecera. Así estamos, embelesados, anestesiados, embobados con nuestro club. Nos plantaron un Estadio que supero al más delirante tribunero. Nos piantó una lágrima que se va copiando en todos los pómulos carboneros. Nos ve celebrando un listón de historias fabuladas, de tan anhelados triunfos en nuestro Estadio. (Perdón esa licencia, que lindo decir NUESTRO ESTADIO).

Luciano Álvarez, me graficó por qué Peñarol es el Cuadro del Pueblo, gracias a su enorme Bilbia: La Historia de Peñarol. Lo leí con 14 años, cuando los libros me daban alergia, ese fue el único que atesoraba hasta estando de vacaciones. Ese mismo me enseñó, que la Barra de Peñarol ya en 1891, copaba los trenes en dirección a donde jugara Peñarol. Las poquitas imágenes, hechas reliquias de nuestra historia, ilustran hileras interminables de hinchas alrededor de un pasto, llamado cancha.

Hoy, 125 años más tarde, el pueblo se vuelve a unir en la Ruta 102. Por suerte la realidad se puede visualizar de varios modos. Hoy, yo, agarro mi paleta aurinegra, y elijo dibujar una historia de epopeya. Un pueblo rompiendo horarios, esquemas, disgustos, incomodidades, por estar detrás de un equipo de fútbol. Un pueblo dispuesto hacer malabares para poder llegar en tiempo y forma a verte a vos. Un pueblo que una vez que sube esas escaleras de cemento, se abraza con su propia alma, y susurra: ‘’Otra vez le hice caso al corazón’’.