1. Los orígenes: el amor a la tierra, el amor al deporte

1776 fue un año pródigo en símbolos delo británico”. Un filósofo escocés, de nombre Smith, escribió en las islas el primer libro de Economía analizando los negocios y su expansión en el mundo (como los ferrocarriles). Un político americano del Norte, de nombre Jefferson, firmó con otros la declaración de independencia de su país del dominio británico, texto que influiría en el pensamiento artiguista. Finalmente, también en 1776, un inmigrante piamontés de nombre Crosa, paisano de la aldea de Pinerolo, (tierra de pinos), instaló una pulpería 10 km al norte de la Ciudad Vieja de Montevideo. Ese territorio vería llegar a esos ingleses, con su visión de la economía y los negocios, y también a estos “americanos” del Sur y su demanda por independencia frente a los ingleses. Su pulpería, “lo de Pinerolo”, dio origen a la barriada de Peñarol y lo demás es leyenda.

Imagen 1

1776: Adam Smith y el interés individual. Juan Bautista Crosa de Pinerolo y sus restos en la Villa Peñarol. Thomas Jefferson y la independencia de los británicos.

La nación oriental no es hija de las componendas cortesanas de Lord Ponsonby (Caballero Gran Cruz de la Orden del Baño,) y su estado tapón de 1828, como sostienen algunos. Fue parida mucho antes en la compulsa masiva y dramática de la Redota de 1811, siguiendo al forjador del alma de este rebelde rincón de la tierra. Una plebiscito instantáneo, con sufragio universal y directo sin distinción de género, edad, creencia ni condición social. Nuestro futuro como “colonia de la Gran Bretaña” abortó tempranamente en 1806 con la acción enérgica de la muy fiel y reconquistadora Montevideo que salvó a los porteños de la primera invasión británica.

Los ingleses (o mejor, los isleños) nunca se fueron de la Banda Oriental. Simplemente fueron cambiando su rol en la sociedad durante el siglo XIX. El comercio de mercaderías primero (la libre navegación), las finanzas, el ferrocarril, gas o aguas corrientes, los seguros o los frigoríficos. No es que llegaron a la Villa Peñarol para instalar el ferrocarril en 1890: nunca se fueron desde 1807 cuando reintentaron la conquista con la mayor flota comercial que se tenga recuerdo (dicen más de 100 navíos, desde la Ciudad Vieja a la Isla de Flores) en la segunda invasión. Trajeron también la primera imprenta (“la Carlota”) e hicieron la primera procesión masónica en la noche de San Juan. Fueron derrotados militarmente pero se dedicaron al comercio, la diplomacia, la política y a los negocios. Se quedaron.

Imagen 2

1807/1811/1828- Segundo fracaso invasor inglés, la Redota y el nacimiento del alma oriental artigueña, Lord Ponsonby un negociador británico.

Para llegar al fútbol y su origen en Uruguay, primero debemos subirnos al tren. El primer tren del mundo corrió en el Reino Unido en 1825 y su uso productivo inmediato fue el traslado del carbón (siempre el oro y carbón) a las fábricas. Poco después en la Banda Oriental pioneros criollos, que en esas épocas los había, crearon la empresa nacional Ferro Carril Central del Uruguay (FCCU) que corrió trenes entre Carnelli y Las Piedras por 1869. Esta compañía se vendió en 1878 a capitales ingleses, con el nombre jurídico de Central Uruguay Railway (CUR), una traducción bastante directa del original. En 1890 esta compañía tomaría la decisión de comprar 17 hectáreas en la Villa Peñarol para instalar talleres y un verdadero polo industrial y social.

Volvamos al fútbol y a los orígenes de sus reglamentos modernos. Poco antes de que los criollos corrieran su primer tren, el 26 de octubre de 1863 se reunieron en la taberna de los masones (Freemason) en Londres las distintas ligas deportivas para poner un poco de orden a los juegos de pelota que habían proliferado. Sobre el cricket no había demasiada duda, un juego con reglas claras: cada vez que los ingleses expandieran sus dominios imperiales llevarían la ceremonia del juego de cricket como un sello de distinción aristocrática. Pero en los juegos más populares y pasionales de pelota no había acuerdo. La ciudad de Rugby lideró la postura de mantener la habilitación de pasar la pelota con la mano (además de los pies), permitiendo además el contacto físico directo para la intercepción. Los de la ciudad de Harrow entendían que era más interesante y refinado impedir el pase con la mano y además que era mejor excluir el choque directo para la intercepción (lo que no quiere decir que no haya contacto físico, como mal interpretan algunos referees actuales: el fútbol es un deporte de contacto). Sin acuerdo, se escindieron en dos deportes: el rugby y el football (balón pie). ¿Cuál se impondría en el mundo en la siembra colonizadora de la Gran Bretaña que invadió más del 90% de los países del mundo? Difícil saber el gusto de los pueblos, solo el tiempo lo diría.

Imagen 3

1863/1869/1890- Codificadores ingleses del fútbol, primera corrida del tren en Uruguay, la CUR en Peñarol y su polo de desarrollo.

El comercio libre ambicionado por los británicos, requería también puertos libres para colocar las mercaderías (sin los pesados impuestos de los gobiernos locales). Y luego vías y ferrocarriles para mover la producción hacia y desde esos puertos. Una extensión natural de la revolución industrial europea en las tierras americanas. Gran Bretaña, ferrocarril y deportes se transformaron en una continuidad. Es interesante recorrer las efemérides de los clubes de football más antiguos de América del Sur para ver esa trilogía en funcionamiento: siguiendo la pista del comercio se comprende mejor la historia del football. Vayamos a la Argentina.

Los trabajadores del Ferrocarril Central Argentino (FCA) se juntaban naturalmente a finales de 1880 en la ciudad de Rosario, Santa Fe, gran polo agropecuario (frente a Paysandú), a practicar el juego de balón pie en los descansos de las labores. En vísperas de la Navidad de 1889 (24 de diciembre), cerca de setenta personas en un bar crearon el Central Argentine Railway Atlhetic Club (CARAC), cuyo primer presidente fue escocés y su vice, inglés. Tuvieron que esperar hasta 1890 para concretar su primer partido de football, contra un grupo de marineros británicos. Les pareció normal que sólo pudieran ser socios del club los empleados del ferrocarril, algo que aparentemente sorprende aún hoy a algunos de este lado del río. Como no tenían previsto que los no-empleados del ferrocarril fueran socios, en 1903 (diez años antes que nosotros) tuvieron que enmendar los estatutos para que ingresara una gran masa de obreros y aficionados. Cambiaron de nombre por el de Club Atlético Rosario Central y a nadie en Argentina se le ha ocurrido decir que no es el mismo cuadro original. Se funda en 1889, ajusta sus estatutos en 1903, mantiene nombre, camiseta, jugadores, hinchada. En 1905 se enfrentaron Rosario Central vs Peñarol, en duelo internacional. En 2013 ese club del ferrocarril festejó sus 124 años y no ha habido exhumadores de asambleas que lo contradigan.

La ciudad de Rosario está a solo 460 km en línea recta a  Montevideo e integró las Provincias Unidas bajo el manto del Protector de los pueblos libres. Es decir: estamos muy cerca en el tiempo (son procesos casi simultáneos a ambos lados, 1889-1891), estamos muy cerca en la geografía y compartimos el mismo impulso económico y comercial.  Británicos, ferrocarriles, criollos jugando a la pelota: pioneros y decanos. En Peñarol, la compañía CUR funda el 28 de setiembre de 1891, el Central Uruguay Railway Cricket Club, que será el mejor entre los mejores, el campeón del Siglo XX cuando el deporte se expanda como un fuego por la verde pradera americana.

Imagen 4

1889/1891/1905- Fundación del CARAC en Rosario, fundación del CURCC en Montevideo, Rosario Central vs Peñarol.

2. La amalgama inglesa, italiana y criolla

El CURCC nace dentro de una empresa al igual que el CARAC. Y por eso no precisa personería jurídica: es algo interno de la empresa, que es quien responde con sus bienes frente al orden público. A diferencia de los rosarinos, los uruguayos tomaron un camino más amplio en sus estatutos originales, permitiendo socios de fuera de la empresa desde el origen. Lógicamente con estatus societarios diferentes entre unos y otros, por razones de sentido común. De los 118 socios fundadores, cuarenta y cinco son criollos, lo que es también elemental: en la compañía trabajaban personas de distintas nacionalidades.

Los deportes promovidos son los tradicionales de las compañías inglesas, ninguna novedad: cricket, el más aristocrático de todos, cinchar a la cuerda, el más tosco, y casi enseguida de la fundación el más apasionante, el football.

El primer partido es de cricket y el resultado es negativo para el CURCC. Pero en el segundo desafío se logra revertir el resultado: el CURCC gana su primer duelo público a “cinchar la cuerda”, por un contundente 2-0 (un equipo más vigoroso, cuenta la crónica de la época). En realidad ya desde ese encuentro la prensa usa el más simple CURCC-Peñarol. O directamente Peñarol: el nombre no lo eligió ninguna asamblea de socios, nació solo desde el pueblo. O más bien nació cuando Juan Bautista Crosa dejó su pueblo natal y puso su pulpería en lo que sería el barrio Peñarol.

A los pocos meses de la fundación y ya en 1892, viendo el escaso interés del cricket y de la cinchada de cuerdas entre los socios, se decide que el deporte oficial del CURCC-Peñarol es el football. Con los colores amarillo (naranja tirando a amarillo) y negro, de la locomotora más moderna. Con la cancha contigua a la Estación del ferrocarril. Fútbol, amarillo y negro en bastones verticales, pueblo. O sea: Peñarol.

El gran problema práctico del inicio, como para los rosarinos, era la escasez de contrincantes para los duelos deportivos. El Albion (nacido en junio de 1891, solo cuatro meses antes que Peñarol) y dos o tres cuadros más, son insuficientes para sostener las competencias. Por eso hay que esperar ansiosamente los barcos ingleses que llegan a Montevideo, para tener torneos o desafíos más interesantes. Todavía no existe Nacional ni los demás cuadros uruguayos que hoy tenemos, cuando Peñarol y Rosario Central  ya están jugando “desafíos Intercontinentales” contra los mejores del mundo (o al menos los codificadores de los reglamentos). Todavía no llegamos al 1900, estamos construyendo los cimientos del fútbol uruguayo. Faltarán varios pionerismos y decanatos más. Por ejemplo, la inauguración del Parque Central, aunque ese día Nacional faltó a la cita: no era su campo de juego, Peñarol lo inauguró contra otro club (y convirtió el primer gol).

Con el cambio de siglo nacieron nuevos cuadros de fútbol en Uruguay, la asociación de los mismos y la expansión vertiginosa del deporte. Los sucesos de 1913 en nuestro club son inevitables y menores por la tensión que le impone a Peñarol manejar su inmensa parcialidad (y futuros socios) y el hecho de haber nacido “..dentro de una empresa inglesa del ferrocarril”. Los cambios estatutarios son irrelevantes contemplando lo sustantivo. Solicitar allí la personería jurídica es un mero trámite. Lo importante es que se mantiene el nombre original de Peñarol, los colores de su camiseta, sus jugadores (que no pidieron pase), su hinchada (algunos desmanes  en el ferrocarril en  los viajes a la cancha preocupaba a los ingleses) y sus trofeos ganados.

¿Qué hay de nuevo en 1913? Casi nada. Del CARAC al RCC en Argentina, del CURCC a Peñarol en Uruguay. Y por eso todas las autoridades de la época (de los otros clubes, de la asociación y el propio presidente de la República Oriental del Uruguay Feliciano Viera) no ponen ningún reparo a estos ajustes administrativos de la transición. Nadie recordaba la asamblea de 1913 hasta que casi tres décadas después se “exhumaron” artificialmente en forma ridícula los obrados en la misma, para ver posibles irregularidades administrativas. Cagatintas de miras pequeñas. Un pueblo, así como una pasión futbolera, no se inventa: se siente. ¿La Asamblea carbonera de 1913? ¿La Convención Preliminar de Paz oriental de 1828? La nación oriental nace con Artigas en 1811, el pueblo peñarolense nace en 1891 con el ferrocarril.

Imagen 5

1900/1911/1914- Partido del cuadro  Peñarol contra Albion, equipo campeón de 1911, aprobación del Presidente Feliciano Viera del cambio  de estatutos.

Lo “inglés” se mezcló desde los albores con lo italiano en las formaciones deportivas de Peñarol. Es solo repasar las escuadras y constatar “la fórmula original”. Los Harley y los Piendibeni, por nombrar a dos glorias. Y luego los criollos y los negros. Los Gradín y tantos criollos. Lo “inglés” no desaparece de Peñarol en 1913, sino que se fue apagando mucho después al languidecer los emprendimientos comerciales: el primer presidente de esta nueva etapa del club (Clulow) seguirá parte de esa tradición inglesa, lo que afirma la continuidad de los procesos, una transición, no una ruptura. Tampoco el ferrocarril nos dejará del todo: años  después, el predio de Pocitos, para realizar el campo deportivo de 1921 , será cedido por una compañía de tranvías. Ubicaremos la nueva cancha en los fondos de los talleres de esa compañía: hoy en día se encuentran los “restos arqueológicos” de los rieles que aún quedan en la calle Gabriel Pereira (a la altura del club Bohemios) y si se sigue por ésta se llega a Francisco Soca, se cruza y se llega a la mítica cancha de Pocitos. Los rieles van directo al corazón de la historia.

3. El fin del peregrinaje: la tierra prometida

Juan Bautista Crosa se afincó al norte de la ciudad de Montevideo en 1776 y la evocación de su tierra hizo nacer el nombre Peñarol en su pulpería. Allí tuvimos nuestro primer campo deportivo en 1891, cuando los ingleses del ferrocarril se instalaron. El arraigo popular del club en todo el departamento de Montevideo generó la necesidad de tener otro campo deportivo, mejor localizado y con mayores posibilidades de público y encuentros. Si hoy en día nos cuesta ir hasta nuestro barrio fundacional, imaginen la peripecia un siglo atrás. Allí comenzó el peregrinaje hacia nuestra tierra prometida que está por finalizar este año, a 124 años de la fundación mítica del mirasol.

Las Acacias pudo ser nuestro estadio deportivo. En 1916, con motivo de nuestros 25 años de vida, inauguramos la cancha en partidos contra Nacional (que en aquella época no tenía amnesia y sabía contar los años de vida de Peñarol). Nosotros fuimos a inaugurar el Parque Central (aunque ellos no estuvieran) y como reciprocidad ellos vinieron a festejar nuestros 25 años e inauguraron Las Acacias. El campo de juego pasó por diversas épocas, pero nunca llegó a despegar como gran proyecto. Seguramente la localización no era la mejor: había que buscar otros barrios.

Quizás quienes estuvieron más cerca de ser nuestra morada definitiva fueron la inmortal cancha de Pocitos de 1921, el estadio de Vilamajó que no fue (en el Parque Rodó) y el propio Estadio Centenario. Es necesario que los jóvenes conozcan mínimamente estas historias para entender por qué finalizaremos este largo peregrinaje en nuestro flamante estadio “Obdulio Jacinto Varela” (o Decano Campeón del Siglo XX) que se inaugurará el 2015. (Nota de PYD: El Estadio aún no tiene nombre. La directiva indicó que será decidido por los socios, aunque aún no es claro el procedimiento.)

Juan Antonio Scasso egresó como arquitecto medalla de oro en 1916, año de inauguración de Las Acacias. Y trabajó en la Intendencia Municipal de Montevideo desde 1920, en plena expansión y embellecimiento de la ciudad, en la transición que se denominó de la “Ciudad Nova” a la “Ciudad Novísima” (será Director de Paseos Públicos desde 1929). Así eran nuestros hinchas, profesionales y dirigentes: no solo hicieron Peñarol, hicieron la ciudad de Montevideo, hicieron el Uruguay contemporáneo. A él se le encomendó la realización del campo deportivo de Pocitos en 1921. En esta desaparecida cancha se jugaría el primer partido del Campeonato Mundial de 1930,  en simultáneo con el Parque Central  y se concretaría el primer gol en la historia de los mundiales. La apertura de la calle Francisco Soca, necesidad urbana inevitable para esa barriada, echó por tierra el deseo de Peñarol de construir allí su Estadio a partir del campo deportivo. Para el Mundial de 1930, ese campo ya estaba sentenciado, para tristeza de la parcialidad carbonera. Lo que había de valor patrimonial, Peñarol lo llevó a su sede de Las Acacias que con el tiempo se fue mejorando pero sin llegar a ser lo que realmente Peñarol necesitaba.

Imagen 6

1921/1929/1930- Cancha de Peñarol-Pocitos y autor de primer gol de los mundiales, Arquitecto Scasso proyectando contra-reloj, Estadio Centenario en su inauguración.

En el transcurrir de la década del 20 la dirigencia aurinegra vio con preocupación la consolidación del proyecto urbano para la zona de Pocitos, la apertura de la calle Francisco Soca y la imposibilidad de construir allí el estadio tan soñado. En la década del 20 se da una “lucha arquitectónica de titanes” entre carboneros destacados. Por un lado el afamado y ya mencionado Scasso (realizador del campo de Pocitos en 1921) recibe la increíble encomienda de levantar el Estadio Centenario (de la Jura de la Constitución) en tiempo record: menos de un año. En la práctica, se construirá en 6 meses entre febrero y julio de 1930, un prodigio para cualquier época. El “Decano Campeón del Siglo XX” nos llevará 2 años en pleno siglo XXI. Cuenta la leyenda que el cemento estaba fresco el 18 de Julio de 1930, día de su inauguración (Uruguay-1; Perú-0). Una maravilla arquitectónica que debería ser declarada Patrimonio de la Humanidad, para poder conservarla para las generaciones futuras.

A la vista del futuro inexorable de la cancha de Pocitos, la directiva aurinegra encarga a un joven y prometedor arquitecto (Julio Vilamajó) otro proyecto monumental y grandioso: un estadio a la altura de Peñarol, en la privilegiada zona del Parque Rodó. Se consiguieron los terrenos, se realizó el proyecto y se llegó a colocar la piedra fundamental en 1929 en paralelo a la colocación de la piedra fundacional del Estadio Centenario. Problemas con la empresa constructora y dificultades con el basamento (muy rocoso), terminaron por desaconsejar el proyecto y ceder el terreno a lo que es hoy la Facultad de Ingeniería. Esa hermosa vista de la bahía del Parque Rodó, podría haber sido nuestra casa. No lo fue.

No fue el único proyecto descartado. Siendo Peñarol el club más popular del Uruguay y teniendo el segundo (Nacional) su propia cancha, parecía natural proponer a la AUF el usufructo para Peñarol del monumental Estadio Centenario. La miope negativa de los tricolores a esta solicitud condenará al Estadio Centenario a un futuro incierto: cuando Peñarol inaugure su estadio en el 2015, no se sabe qué suerte correrá este monumento del fútbol mundial de la FIFA. Tierra arrasada: si no puede ser para mí, para nadie. Nacional abandonó el Estadio Centenario por su Parque Central y no permitió que Peñarol lo recibiera en usufructo para mantenerlo y mejorarlo. (Nota de PYD: Nacional votó en contra en la AUF pero la mayoría de los clubes votó a favor, luego la Asamblea de 1944 del CAP rechazó la posibilidad de solicitar el usufructo del Estadio Centenario.)

Imagen 7

1916/1929/2005- Nacional inaugurando Las Acacias en festejo 25 años de Peñarol, piedra fundamental del proyecto Vilamajó en Punta Carretas, otros proyectos de estadios que no fueron.

En la historia aurinegra, otros proyectos fueron descartados (uso del Charrúa, diversos proyectos de inversores) hasta llegar al final del peregrinaje con nuestro estadio eterno: de ahora y para siempre. No es la historia como nos habría gustado: es la historia como es. Comenzamos nuestro peregrinaje en el barrio Peñarol y llegamos a “nuestra tierra prometida” a los 124 años de la fundación del sentimiento aurinegro de 1891. Muchos manyas se lamentan con razón de que nuestro Estadio Centenario, el del arquitecto Scasso Presidente de Peñarol en 1932, no será más nuestro hogar. Tienen razón. Otros lamentan la pérdida de referencia del barrio que nos dio origen, adonde solo acudimos una vez al año en nuestro aniversario. Tienen razón. Finalmente, hay quien teme que el futuro estadio y su localización genere durante algún tiempo un sentido de extrañeza, de pérdida de identidad o de sentimiento carbonero. Tienen razón. Pero esta historia que se inaugura ahora en el 2015  no es la que quisimos, es la que pudo ser. Y no veamos el largo peregrinar como una foto, donde la última imagen es la que queda. Veamos más bien la película, que nos llevará una y otra vez a recorrer todos estos sitios sagrados para los manyas: el barrio Peñarol, el campo de Pocitos y su gol mitológico, Las Acacias y nuestras reliquias, Los Aromos y el futuro de los jóvenes, el glorioso Estadio Centenario que seguirá siendo el hogar de los Quinquenios para siempre y los tantos proyectos soñados y no realizados.

El día de la inauguración de nuestra tierra sagrada, donde un día seremos campeones de la Libertadores nuevamente, brindaremos por los pioneros, por nuestra historia y por el futuro.

Estadio

¡¡ Salve Campeón del Siglo: seguirás floreciendo en cada Primavera!!

Recibimos y Publicamos: autor anónimo