El fútbol uruguayo tiene cosas muy particulares; por momentos, se torna hasta pintoresco. Todos conocemos ciertas situaciones que acercan a muchos equipos más al amateurismo que a lo profesional. Las limitaciones que sufren varios planteles del medio hacen que victorias o empates frente a los más poderosos tengan un valor superlativo. Los equipos en desarrollo -para los políticamente correctos- (cuadros chicos para los que decimos las cosas con realismo), en infinidad de ocasiones, se sienten perjudicados por diversas decisiones tomadas por los que dirigen los destinos del fútbol y, también, por quienes imparten justicia en cada uno de los partidos.

Por ello y por algunos ejemplos que vamos a repasar, resulta muy paradójico que el segundo equipo más “grande” del Uruguay siempre tenga algo que acotar en las semanas previas a las fechas decisivas de cada campeonato. Es una constante: sin tener la vergüenza de observar y reconocer lo que acontece en sus partidos, están pendientes de lo que sucede con el Padre y Decano para cuestionar aspectos referidos a los arbitrajes y otras situaciones paralelas al deporte. No corresponde para lo que ellos se creen y quieren vender pero se entiende que, ante Peñarol, se sientan un cuadro chico.

Sabemos de su complejo de inferioridad y también tenemos más que presente su accionar al respecto, muy bien acompañado por el aceitado mecanismo que han conseguido ensamblar junto a la cantidad de opinólogos y comunicadores que sostienen sus falacias y generan repercusión alrededor de éstas.

Somos conscientes del inquebrantable y persistente manejo de influencias, acompañadas de un gran lobby político a nivel de la AUF, Mesa Ejecutiva, árbitros y Medios de Comunicación en Uruguay, les rinde más el lloriqueo que las incorporaciones. Por eso, en el ámbito internacional, hace 15 años que salen a pasear y acumular millas.

Pero no vamos a caer en el facilismo de condenar una tarea que llevan adelante con tanto pundonor y les ha resultado más que efectiva a nivel local. No vamos a hablar ni a entrar en detalles respecto a los arbitrajes que favorecieron reiterada y sistemáticamente al club de la cultura. No precisamos hablar de ellos porque tenemos demasiado para hablar de nosotros. Los hinchas de Peñarol hablamos de Peñarol y defendemos a Peñarol.

Y debemos hacerlo, no porque Peñarol lo necesite, sino, porque NADIE lo hace. No existen en nuestros medios periodistas que informen las cosas tal cual suceden. En realidad, primero, habría que preguntarse si es posible constatar y probar que quienes adoptan este oficio poseen el título y obran en consecuencia de este: comunicando con imparcialidad, objetividad, coherencia y criterio, entre otras cosas que parecen prescindibles para unos cuantos.

No es preciso remontarnos al arbitraje escandaloso que nos dejó afuera de la competencia por el Clausura y Uruguayo 2011. Aquel recordado clásico en el que la terna liderada por Martín Vázquez omitió cobrar un offside que terminó en gol de los mitómanos y, luego, pitó uno inexistente, para anular la conquista de Estoyanoff. Eso nos costó un campeonato. Quizás pocos lo recuerden porque, por el miedo reinante entre los hinchas y periodistas del club de football, fue el menos festejado de la historia; ya que, la atención estaba absolutamente centrada en la campaña que realizó el club más popular del Uruguay en la Copa Libertadores. Que lo hayamos opacado llegando a la final de América no quiere decir que no haya existido.

Ahora, un año después de ese despojo, tenemos que escuchar y/o leer a los supuestos eruditos hablando de los arbitrajes en los partidos del Carbonero y haciéndole los mandados a la Gallina del Uruguay. Otra vez designan como juez del partido a Martín Vázquez luego de lo que pasó el año pasado y las gallinas dicen que es un triunfo político de Peñarol. ¿Triunfo nuestro? ¡Que poca memoria tienen de los favores!

No nos sorprende, está claro. Pero, ya que los encargados parecen estar distraídos con cuestiones -aparentemente- más importantes, debemos defender los intereses de nuestro club y mostrarle al Pueblo Carbonero las cosas que pasan adentro de la cancha.

El hincha de Peñarol sabe cómo son las cosas. No crean que la conspiración y el bloqueo que realizan los medios masivos puede ocultar la realidad. A la gallina la llevan de la mano a la definición y en los canales, radios, diarios y portales no existen referencias. Solo se comentan los acontecimientos supuestamente cuestionables que involucran al Campeón del Siglo XX.

Peñarol es noticia siempre; Peñarol vende más; Peñarol se consume por una razón sencilla: tiene más público. Todo lo que circunscribe a Peñarol, genera más repercusión que ningún otro equipo. Entonces, ¿qué hacen los mandaderos?: centran la atención en lo que sucede con la institución más importante del medio y no se preocupan de analizar lo que pasa en otras veredas.

Pasemos a los análisis puntuales:

El arbitraje con Cerro: 1 gol anulado a Zalayeta, habilitado por más de 1 metro. Un jugador del equipo rival, dentro del área y en el afán de rechazar, arrastra y se lleva la pelota con su brazo… ¡Siga, siga! Ante esto, trascendió que un dirigente de Peñarol, acompañado por Fernando Morena, se acercó a hablar con el árbitro para reclamarle estas instancias y que ello -luego- influyó sobre el resultado (3-1 con ventaja clarísima para Peñarol). Si el árbitro hubiese cobrado como debía, el primer tiempo hubiera terminado, como mínimo, 1-0; si se siguiera la lógica, 2-0. Se habló más de Errico y del penal que convirtió Aguiar que del resto de las cuestiones arbitrales… parece que las polémicas se eligen por camiseta.

El arbitraje con River: se le anulan 2 goles al rival. El primero se anula por falta del atacante, cuando debió ser anulado por clarísima posición adelantada de quien envía el centro. Todos los pingüinos acomplejados se rasgaron las vestiduras y manijearon a Guillermo Almada para inventar un despojo inexistente. El segundo gol anulado es una mano más que evidente: decisión correcta e incuestionable.

El arbitraje con Liverpool: así como reconocemos que Marcelo Silva debió ser expulsado por la falta sobre el delantero del equipo de la cuchilla, debemos resaltar que el rival cortó el juego sistemáticamente y su delantero realizó 7 faltas sin ser amonestado. El resultado fue adverso e injusto. Todos lo vieron: el mejor de desempeño del semestre terminó en derrota. Aquí se notó -una vez más- algo muy particular que sucede en este contexto: cuando Peñarol pierde, no hay análisis arbitral ni polémicas.

El arbitraje con Rentistas: qué decir del encuentro con los bichos colorados… Peñarol era superior y comenzó perdiendo por mérito exclusivo del atacante adversario. Luego, sin incidencia alguna de los jueces (Zalayeta estaba habilitado, Dr., no llore que queda feo; un hombre grande…), supo capitalizar los momentos propicios y llevó el partido a su ritmo. Luego vino el show del lineman de la Olímpica. Muy bien AUDAF que cumple con la cuota de discapacitados en su plantilla de trabajadores… pusieron a un ciego de asistente pero ni siquiera lo dejaron ingresar a la cancha con su perro lazarillo. Inventó 4 (CUATRO) offsides en 45’ y cobró bien 2: una efectividad del 33%. Que Peñarol haya ganado el partido con holgura no significa que no lo hayan perjudicado.

El arbitraje con Wanderers: una vez más, los jueces de línea como protagonistas. Previo a la falta que genera el tiro libre en el que -tras cometerle una clara falta a Marcelo Silva- Mercado pone el empate transitorio, hay una mano evidente del moreno ariete del equipo bohemio. Luego, el señor encargado de estar atento al último jugador de la defensa -entre otras 3 cosas que tiene que hacer para cobrar su oneroso salario-, ubicado sobre la Tribuna América, nuevamente se equivoca (vamos a otorgarle el beneficio de la duda) en perjuicio del equipo que homenajeó a las Madres en su día. 2 offsides mal cobrados a Estoyanoff y otros 2 a Rodrigo Mora. En total y en solo 45 minutos, ¡CUATRO posiciones adelantadas inexistentes!

Lo peor de todo esto es que, de los 8 (sí, ocho) “errores”, en 4, el jugador en supuesto fuera de juego quedaba de cara al arco, mano a mano con el golero o definía con destino de red.

Y debemos reiterar que no importa la incidencia sobre el resultado final, lo fundamental son los errores y horrores que cometen los jueces. Y es evidente que varios opinólogos mercenarios “olvidan” u “omiten” estos hechos, mientras cuando -en otros casos- suceden cosas ínfimas o habituales, son tomadas como asuntos de Estado.

Sinceramente, esperamos que los representantes de la cultura del lloriqueo y las mentiras salgan a defender sus intereses y distraer la atención o inventar cuestiones tendenciosas, victimizándose e influyendo sobre la tarea de quien vaya a impartir justicia el domingo. No será ninguna novedad. Para ellos, es como perder finales con nosotros, una costumbre.

Eso sí, hay un partido en el que quisieron e intentaron ganar desde los escritorios pero jamás podrán tener influencia; el de la tribuna ya lo tenemos ganado de antemano: de local o visitante, la hegemonía de Peñarol es incuestionable e histórica; ahí no hay jueces que presionar y las imágenes pueden más que cualquier comunicador asalariado u obsecuente.

El domingo, más que contra la gallina, jugamos contra un sistema al que también tenemos la obligación de vencer y lo vamos a hacer. Ojalá que el domingo de noche no tengamos que ni siquiera nombrar al juez del partido, es un partido decisivo y que el mismo lo definan los jugadores.