Muchas veces me pregunto si periodistas y medios de comunicación -supuestamente serios, objetivos e independientes- omiten determinados acontecimientos voluntariamente o la no cobertura de éstos es producto de algún factor que nos puedan explicar a los hinchas de Peñarol…

Es reiterativo pero, por eso, no deja de ser cierto. Editores responsables, periodistas y comunicadores, un gran núcleo de formadores de opinión, distorsionan la realidad utilizando una dinámica evidente y lamentable: repiten una falacia mil veces, intentando convertirla en verdad; y pasan por alto -con total impunidad- todas aquellas circunstancias e insucesos que puedan afectar los intereses de quienes crearon el slogan de referencia.

El problema no radica en la dualidad de criterio y las intenciones paralelas. Todos sabemos que Peñarol es el club más popular y vende más que ningún otro. Pero también podrían investigar, publicar, informar y comentar –con el mismísimo vigor y responsabilidad periodística– acerca de algunas situaciones que se reiteran con una curiosa asiduidad y no reciben la misma atención por parte de los siempre atentos trabajadores de los medios de comunicación.

Hablo de situaciones tales como: cobardes agresiones a colegas de diferentes medios; descalificaciones a tareas arbitrales y cuestionamientos públicos a actores directamente involucrados en la actividad deportiva; incidentes graves dentro y fuera de escenarios deportivos; inconvenientes entre el plantel y referentes de la barra brava; homicidios confusos en las inmediaciones de una cancha; exjugadores de dicha institución que inician juicios contra el club que los formó; encuentros internacionales suspendidos por agresiones a la terna arbitral; asesinatos -por la espalda- en los que la justicia determina que el móvil está estrechamente vinculado a cuestiones de camisetas… la lista es larga y cualquier argumento que intente atenuar esta interpretación carecerá de validez ante las contundentes pruebas que demuestran -con claridad- cómo se trabaja cuando los autores o implicados visten la camiseta de uno u otro equipo.

Para más datos, días atrás, ante la lesión del capitán de Peñarol, los encargados del sitio web oficial del club con sede sobre la Avenida 8 de octubre, cayeron en la más que reprobable actitud de emitir un comunicado para horas después -presiones mediante- eliminarlo de la portada… Lo que vulgarmente se dice: “mostrar la hilacha”. Como si eso fuera poco y no significara una muestra cabal de su real sentimiento ante la imposibilidad que sufre un trabajador (colega y -en muchos casos- amigo de sus empleados) de desempeñarse en su labor, hoy nos desayunamos con la noticia que difunde un medio digital en la que se puede observar, el frente de uno de los palcos oficiales del estadio de el club cultural de football (correspondiente a un reconocido dirigente de dicha institución), un animal plumífero de peluche, vistiendo una camiseta amarilla con el número 8, y una de sus patas vendada.

No hace falta aclarar nada más ¿verdad?… ¿A quienes corresponde predicar con el ejemplo?

El slogan mitómano se cae a pedazos.

Por supuesto, la transmisión televisiva se encargó de mostrar todos los carteles que portaban los hinchas y se burlaban de dos situaciones en las que se vio inmerso Peñarol durante las últimas semanas. Podemos interpretar que esas imágenes fueron difundidas con el argumento barato del folklore del fútbol pero somos concientes que, si se tratara de la situación inversa, se estaría hablando de incitación a la violencia, irresponsabilidad, mala leche, falta de control de las autoridades, etc. etc. etc.

¿Hasta cuándo?

Y esa pregunta va dirigida a los encargados de los medios y a los de Peñarol. ¿Hasta cuándo tendremos que soportar la persecución y discriminación?

Es hora de pedir explicaciones y que actores y responsables empiecen a darlas. Mientras, seguimos esperando que algún medio se haga eco de lo publicado -AYER, 9 de setiembre, por El Diario.