Si a vos, vos que estás leyendo esto de casualidad. Que no entendés cómo hay personas que dedican vidas a un club. Cómo hay una aglomeración de seres humanos detrás de un equipo de fútbol. Vos que no entendés por qué tanta dedicación hacia Peñarol. Vos que pensás “¿y estos boludos, no tienen nada que hacer?”. Vos que mirás de afuera todo pero creés tener la verdad absoluta. Vos que a lo sumo te interesará algo del fútbol, pero no comprendés cómo un ser humano puede arrodillar su vida completa hacia un club de fútbol. Vos que disparás “estos enfermos de vuelta”.

Hoy tengo una tarea muy interesante pero muy difícil al mismo tiempo. Convencerte a vos de que entiendas mi mundo. El mundo de muchos. Sé que muchas veces me conformé con “quien lo siente, lo sabe”, pero me aqueja la idea titánica de hacerte entender que este submundo donde estamos sumergidos nosotros no es ninguna “boludez”, ninguna banalidad, o como comúnmente se suele decir, “solo un equipo de fútbol”.

Claramente, por diversas cuestiones, los medios de comunicación, la gente que no está empapada de lo que hay detrás de un equipo, y hasta los que tibiamente son hinchas de un equipo de fútbol, no han podido acceder a los sentimientos de quienes vivimos felices en este mundo. “¿Felices? ¿De qué me estás hablando?”. De que lamentablemente, se empeñaron en mostrar hasta el hartazgo las notas de jugadores que lo único que hacen es poner play y dejar correr la cinta de su cerebro, que nunca deshilachan un sentimiento hacia su equipo o al menos hacia el practicar fútbol. Se ensaña en señalar los errores de los hinchas: los fuegos artificiales prohibidos, las cargadas folclóricas, los hechos violentos del menos del 1% del total de fanáticos, y tantos otros sucesos más que hacen al mundo mediatizado del fútbol.

Nunca hay espacio para lo que produce un equipo de futbol en nuestras vidas. Lo que produce nuestro Peñarol en nuestros días. Amistades creadas y afianzadas bajo este lema, familias que podrán tener mil y un dificultades pero para quienes Peñarol les resulta aire fresco. Nunca hablando de aquellos niños golpeados por la vida cuya única sonrisa es ponerse la rayada en su piel. Jamás he oído hablar sobre esas señoras que ya no se preocupan por las arrugas en sus vidas porque tienen a su Peñarol los fines de semanas. Todavía sigo esperando algún reportaje sobre los compatriotas que emigraron por diversas circunstancias pero lo único que los une es esa típica frase de uruguayo en el exterior: “lo que más extraño es mi Peñarol”. Nunca jamás escuché a aquel señor que superó los 50, 60 años siguiendo a un equipo de fútbol. ¿Sabe usted lo que podrá significar Peñarol para su vida? Seguro que no es ninguna “boludez”.

“¡Ah, pero el fútbol es un negocio!” Amigo, amiga, te doy la derecha. Somos los payasos del circo. Es así, los que alimentamos el fútbol somos nosotros, los hinchas. Pero ¿sabés qué? ¿Sabés cuál es la diferencia entre los que no se involucran porque el fútbol es negocio y los que hacemos caso omiso a eso y seguimos empedernidos atrás de un club de fútbol? Que nosotros tenemos pasión. “Che, mirá que se puede vivir sin pasión” retrucás. Claro que se puede vivir sin pasión, te respondo. Ahora lo que no podés hacer sin pasión, ¡es sentir! Y de cuánto te perdés amigo, amiga. De cuánto te perdés sin sentir que hay algo ilógico, inexplicable, mágico, misterioso, que tiene el poder de controlar tu estado de ánimo, de llevarte hasta la euforia máxima, o que puede llevarte a desarrollar el más puro sentimiento de resiliencia para con tu equipo y para con tu vida. De cuánto te perdés, de conocer otras personas que, sin tener que hablarlo, sienten esa misma sensación cuando ven salir esas camisetas a rayas oro y carbón hacia la cancha.

¿Qué te puedo decir? Un equipo de fútbol, y en nuestro caso Peñarol, es mucho más que lo que vos pensás. Es mucho más que tus prejuicios, es mucho más que tus falsos conceptos. Peñarol es mucho más que once jugadores, es mucho más que ir a alentar a la tribuna, es mucho más que gritar goles, es mucho más que un simple equipo de fútbol.

Ojalá logres entenderlo. Y quién te dice, quizás algún día te animás y te dejás llevar por esta experiencia increíble. Casos sobran. Lo único que te digo es que tengas cuidado, porque una vez que se entra resulta difícil volver a ser quien eras. Pero quedate tranquilo/a, lo peligroso no es tener una vida llena de tensiones; todo lo contrario, lo peligroso es tener una vida sin emociones. Vení, dejá de señalar, y arrimate a este mundo lleno de padres, de madres, de hijos, de hermanos, de amigos, de primos, de tíos, de extranjeros, de bebes, de abuelos, y hasta ¿sabés de qué? Hasta de animales.

“Pobres los que no lo sienten”.