Hoy la felicidad nos desborda, a toda costa queremos sacar a relucir que estamos tatuados con esos colores que llaman la atención más que cualquier otro –objetiva y subjetivamente-. El Cuadro del Pueblo, y más precisamente su pueblo, está en un orgasmo prolongado, el orgasmo más largo de los últimos 61 años. Disfrutamos, compartimos, reímos, recordamos, y presagiamos un momento inolvidable para el resto de nuestras vidas. El domingo se hizo historia, y vaya si vale la pena la expresión de sentimientos, el orgullo de vestir estos colores, y acción jocosa de burlarse del tradicional rival.

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Hoy el Pueblo se revuelca en su Inocencia, en aquella Inocencia que año tras año, campeonato tras campeonato, juega su campeonato especial, ese campeonato de no escuchar los venenos con olor a rosa que disparan los medios de comunicación, ese campeonato de no escuchar hasta muchos de los mismos hinchas de nuestro club que por momentos –entre tanta desilusión- parecen amagar con perder esa sagrada inocencia. Ese campeonato de tener que soportar que juzguen nuestro fanatismo sin ni siquiera frecuentar las tribunas de un estadio. Inocencia Divino Tesoro.

¿Por qué tanto interés en resaltar la Inocencia? Porque es el estado más puro, y ese es el estado genuino nuestro, el de los hinchas. El único que no cambió desde que el club de los ferrocarriles, allá por el 1891, copaba la Villa Peñarol de fanáticos, que lo único que buscaba era el disfrute del futbol con su gente. Hoy casi 123 años, por innumerables circunstancias, el futbol es otro, el mundo es otro, y la pelota ya no es de cuero, sino que forrada en billetes de papel moneda. El amateurismo –visto como primitivo- dio paso al profesionalismo desposeído de amor puro y exclusivo al futbol, y se convirtió en un trabajo donde toda decisión se escoge según la cuenta bancaria personal. Todo cambio, menos nosotros, el hincha. Me interesaría saber por qué el progreso siempre es visto como la profesionalización de todo, porque el progreso, o la –supuesta evolución- deportiva no deja atrás cosas esenciales, importantes, y que están entre los valores/sentimientos/pensamientos más sagrados del ser humano. ¿Por qué el progreso nunca es visto como la pérdida –irremediable- de la manera más sana de practicar deporte?

Se define la Inocencia como: ‘’Estado del alma limpia de culpa.” Y creo yo –una simple opinión- que define nuestro estado, el de todos los hinchas. ‘’Si no hay amor, que no haya nada’’ reza otra gran frase, y así es como es para nosotros, Peñarol como fin, nunca como medio para lograr algo más. Peñarol como fin de nuestro amor, de nuestra alegría, de nuestra dedicación constante para con nuestro club. No tenemos culpa, porque nuestra motivación por ir detrás de esta locura no la sostiene el $igno del dinero, no tenemos culpa, porque nos brindamos al máximo por nuestro club, no tenemos culpa porque nos levantamos todos los días pensando que podemos hacer para que Peñarol mejore. Lo nuestro es amor, si hay algo más, mejor no estar atado a esta pasión.

Somos el Tesoro de Los Inocentes, eso somos nosotros, los que vamos con las manos apretadas a nuestros oídos, como no queriendo escuchar la inmundicia lucrativa del fútbol, acá estamos. El tesoro que muchos no ven, nuestra inocencia de hinchas una vez más, a prueba de todo y todos.

Acá estamos dedicando tiempo, esfuerzo, dinero y energía por un sinsentido que le da sentido a nuestra alegría, por una ilógica razón de vivir, por una pasión que descarrilla para bien nuestra rutina.

El tesoro de la utopía donde se crea durante 2, 3, 4 horas (la previa, el durante y el después del partido) ese mundo aparte, donde las clases sociales no juegan su partido, donde la igualdad de sexos se logra, y donde la única raza que importa, es la raza manya.

Seguimos acá, protegiendo nuestra Inocencia, a pesar de que todos los días nos indican que lo que hacemos es una pérdida de tiempo, que tarde o temprano se apagará nuestra llama, y que dediquemos nuestro ocio algo más productivo.

Seguimos acá, hoy con un resultado que mima nuestro corazón, pero también con aquel moretón de la Copa Libertadores (de este mismo año), o con las campañas vergonzosas del Torneo Apertura 2013. Nuestro estado de inocencia parece querer renovarse una y otra vez, intentando obviar hasta lo que poco tiempo atrás nos deshacía el alma.

Y al fin y al cabo me podrás licuar el corazón con tantas tristezas acumuladas, me podrás desilusionar como un niño una y otra vez, me podrás hacer desconfiar de todo el que está en el ambiente del fútbol, pero el dolor potencia el placer, el sufrimiento refuerza la alegría, y la incondicionalidad siempre da sus frutos. ‘’El que abandona no tiene premio’’; estandarte de mi corazón, y así debe ser, estar siempre, porque tarde o temprano, partidos más, partidos menos, años más o años menos, la alegría llega, y el premio es enorme.

Nuestra inocencia resiste. Nuestra familia crece. Y nuestra incondicionalidad no se negocia.

Ayer, hoy y siempre Peñarol.

Último en la tabla, o el más laureado de todos: te prefiero igual.

Quien lo siente lo sabe.