Hace 84 años, en 1935, el profesionalismo daba sus primeros pasos en el fútbol uruguayo. La era amateur había tenido su último capítulo en 1931 y, además del pago de salarios a los jugadores, muchos otros aspectos acompañaban el cambio histórico, a los cuales todos los actores del deporte principal de nuestro país, debían acostumbrarse y adaptarse.

En la Memoria y Balance de aquel lejano 1935, podemos encontrar cómo manejó Peñarol algunas de aquellas modificaciones obligadas en la vida del – ahora – futbolista profesional:

CONCENTRACIONES

Las concentraciones formaron parte del sistema de preparación del jugador: se realizaron semanalmente en nuestra casa a partir del día jueves que era el fijado como término del entrenamiento semanal, bajo la dirección del Sr. Entrenador y el contralor directo de la Comisión de Deportes. Es necesario destacar que el objeto de las concentraciones no es solo el tener la seguridad de que en la víspera del partido el jugador ha hecho una vida ordenada, sino que además tienen por fin encauzar al jugador en el medio ambiente necesario que le asegure su mejor estado fisiológico y espiritual.

Por otra parte, el ejercicio de 1935 enumeraba ciertas «normas» que debían manejar los futbolistas, resumidas en lo que llamaron el «decálogo del jugador profesional».

DECÁLOGO DEL JUGADOR PROFESIONAL

Con grandes dificultades iniciamos la labor encomendada por el Consejo; pudimos comprobar que el jugador profesional desconocía su verdadera misión, rigiéndose por un sistema indefinido donde se resumían todas las ventajas del profesionalismo y todos los vicios del amateurismo. Interpretando el pensar del Consejo, iniciamos lo que podría llamarse educación del jugador profesional; esta obra educativa, asimilada por nuestros jugadores con la rapidez que proporcionan únicamente el entusiasmo y la fe en la conquista de un ideal determinado, está resumida en el siguiente decálogo:

  1. Todo jugador profesional debe tener conciencia profesional.
  2. Conciencia profesional es el estado de espíritu que orienta la conducta del jugador hacia la responsabilidad de todos sus actos y al concepto de que es un funcionario de la Institución a la que está afiliado.
  3. Ser funcionario de esta Institución es  estar ligado a ésta por deberes y derechos. Los deberes convergen a que el jugador oriente su vida espiritual y corporal al mayor rendimiento de sus funciones en beneficio del Instituto que lo cobija. Los derechos emanan de las cláusulas contractuales. De la perfecta armonía de los deberes y derechos, nace el perfecto equilibrio, el justo medio, meta que debe alcanzar todo atleta que se precie a sí mismo.
  4. El jugador no es solamente un simple funcionario, sino que es también actor en un espectáculo público, por lo cual se infiere que tiene deberes de respeto y consideración hacia los espectadores que son los que con su presencia sostienen todo el andamiaje institucional. Por lo tanto, dentro del espectáculo todo el colorido, entusiasmo y tecnicismo que exija el público, para atraerlo al espectáculo, lo cual representa un beneficio al Instituto y, por ende, al jugador que es su funcionario.
  5. La disciplina debe guiar todos sus actos, tanto los de carácter psíquico y corporal, como los de carácter moral. El mejor estímulo para la disciplina espiritual de un atleta es intensificar y cultivar la voluntad. La voluntad es la palanca en que se apoya el hombre para triunfar, cualquiera que fuere su actividad.
  6. La disciplina debe ser individual y colectiva. La individual regula la vida privada del atleta, que debe saber que sus obligaciones con el Instituto no se reducen solamente a asistir a las prácticas y a jugar los partidos correspondientes, sino a preocuparse que en toda su vida privada no haya una sola injuria a su mejor rendimiento. La disciplina colectiva tiende a mantener el espíritu de cuerpo de la Institución, por ella todos los jugadores son moléculas atraídas por el Club formando un cuerpo único, en que todas sus partes tienden al mismo fin: el triunfo del Instituto.
  7. La autoridad en el campo de juego está representada por el Juez, al que deben todo respeto pues encauza la lucha, y el único que debe protestarle es el Capitán.
  8. Mis ocasionales adversarios son compañeros de causa: el deporte. En la lucha debemos ser fuertes y leales, por respeto a ellos, al público y al Instituto, cuyo nombre y tradición debemos honrar.
  9. El jugador profesional debe saber que cuanto mejor juegue, mejor se cotiza (son las mismas leyes de la oferta y la demanda que regulan todo el mercado comercial); por lo tanto, por propia conveniencia y espíritu de conservación, debe comprender que si los intereses personales y los del Instituto son concordantes, debe tender al mayor rendimiento.
  10. El ideal en atletismo lo recuerda el aforismo: «Mens sana in corpore sano».

Estamos hablando de pautas casi que primitivas, en un sistema que recién se estaba aplicando en el fútbol uruguayo y que, tanto tiempo después, deberían estar más que aprendidas, evolucionadas y funcionando al pie de la letra. Sin embargo, y creo poder hablar en nombre de una gran parte de los hinchas, muchas de estas reglas parecen estar muy lejos de cumplirse en el 2019, evidenciando un atraso en las formas, de más de 80 años.

Desconozco si actualmente se maneja un reglamento interno similar al planteado en el Ejercicio de 1935, pero en caso de que no, debería ponerse en práctica e incluir todas las transformaciones que ha tenido la vida del deportista y del ser humano en general, como por ejemplo el uso apropiado de las redes sociales, entre otras cosas.

Esta temporada parece haber tenido varias fallas:

  • En gran parte del año se dejó de lado la concentración del plantel previo a un partido
  • Algunos jugadores han concurrido a boliches previo a una práctica o a un encuentro
  • Futbolistas han estado fuera de forma todo el campeonato
  • Las lesiones musculares se repiten constantemente, y duran más de lo normal
  • Integrantes del plantel han realizado viajes personales a mitad de competencia, perdiéndose partidos claves
  • Fuera de la cancha se ha destratado al hincha con gestos, declaraciones o actitudes

Hay que dejar en claro también que esto no viene de ahora, es una constante en la vida institucional del club, y que, si realizamos una mirada retrospectiva, es una de las tantas explicaciones del constante fracaso internacional, ya que nunca nos adaptamos a la actualidad del fútbol profesional y quedamos muy lejos en el tiempo comparados con casi todas las ligas del continente. Dejando de lado el tema económico y poblacional, es evidente la diferencia física con el resto de los equipos a los que enfrentamos en las copas internacionales. Basta con mirar cualquier partido de equipos similares a Peñarol, y ver que se juega a otro ritmo totalmente distinto.

Sin ir muy lejos, en el torneo local, tanto en la victoria como en la derrota, hemos transcurrido los 19 años del Siglo XXI a los tumbos, cuando manejamos un presupuesto y un plantel muy superior al 95 % de las instituciones del fútbol uruguayo.

Desde este espacio en particular, ya se ha realizado la crítica dura y correspondiente al área deportiva y la dirigencia, que desarmó un plantel de manera insólita y subestimó al hincha de Peñarol una y otra vez. Pero, lo hecho, hecho está. A partir de ahora, la responsabilidad corre por cuenta del plantel y el cuerpo técnico. Y, al igual que al resto de los estratos que conforman la institución, les pedimos que respeten al hincha de la manera que corresponde.

Estamos con ustedes. Así como vamos a estar año tras año, en la gloria o en el fracaso. Les pedimos que estén también con nosotros. Den el máximo. El triunfo personal de cada uno de ustedes, es el triunfo de Peñarol, y viceversa.

Compromiso, actitud, profesionalismo y ganas de formar parte de la rica historia del club más grande del país. No pedimos más que eso. Quedan 7 partidos.

Aguante Peñarol.