El último partido frente a Fénix, me dejó pensando un montón de cosas. Muchas situaciones no dependen de nosotros (que el equipo no haya jugado bien, que determinados jugadores no hayan tenido una buena tarde, que Antonio Pacheco se haya lesionado, o que nos hayan dado vuelta un partido como menos nos gusta y como bien Peñarol sabe hacerlo). Pero si digo muchas y no todas, es porque hay un porcentaje, una porción, una determinada cantidad de situaciones las cuales dependen de nosotros. ¿A qué voy con esto? Al poder que tenemos los hinchas, los hinchas agrupados, unidos bajo una misma voz; al poder que tiene una hinchada.

Todos nos sentimos orgullosos cuando jugadores agradecen nuestro apoyo incondicional frente a resultados adversos, cuando la prensa queda maravillada frente a nuestros recibimientos para con el equipo, o cuando hinchas de equipos rivales reconocen el nivel de nuestra hinchada. Estos son algunos de los ejemplos que nos permiten visualizar con claridad el poder que tenemos los hinchas para dejar bien parado a nuestro club, la capacidad y el potencial que tiene una hinchada para enaltecer el nombre de una institución.

El domingo un jugador de nuestra institución, el cual jugó sus primeros 90 minutos en el club, que no tuvo una buena tarde, y su actuación AYUDÓ a no obtener los 3 puntos, sufrió ese poder en su contra, el poder de toda una hinchada en su contra. Sufrió silbidos e insultos similares a los que recibe el arquero contrario. ¿Alguno se puso pensar cómo se habrá sentido este jugador?, ¿cual habrá sido su primera impresión para con nuestra hinchada?, ¿seremos capaces de ver lo mal que puede estar dirigido nuestro potencial como hinchada?, ¿alguno imagina el esfuerzo psicológico que nuestro jugador deberá realizar para afrontar la semana que corre?

Es evidente, porque como cualquier hincha de Peñarol, charlo con otros hinchas de Peñarol, que más de uno me va a decir… “no somos una asociación benéfica”, “si no soporta la presión no merece estar en Peñarol”, “si un jugador juega mal hay que hacerle sentir que lo hizo mal”… Ahora yo le digo a esas personas… vamos a cambiar de roles… imagínese usted en el primer día en su trabajo, con todo lo que implica la carga emocional, la presión de querer hacer lo mejor, de colmar expectativas y demás situaciones. Imagine que no tiene un buen día, que no llega en hora, que hizo malos cálculos y no realizó sus trabajos a tiempo o que sin querer se le rompieron algunas herramientas de trabajo. ¿Cómo se sentirá usted si su jefe, sus compañeros de trabajo, la gente de su entorno, lo mira mal, lo critica, “le hace la cruz”, lo cree incapaz de realizar esas tareas? No muy bien… ¿es así?… Bueno ahora piense un segundo y póngase en la piel de ese jugador QUE POR PRIMERA VEZ jugó para NUESTRO CLUB y que no TUVO UN BUEN DÍA.

¿Le parece criterioso decir “es horrible”, “no puede jugar más”, “hay que cambiarlo” etc etc etc…? ¿Le parece que por 90 minutos usted  puede hacer una evaluación de cómo ES un jugador?. ¿No sería más conveniente tener prudencia y decir “tuvo una mala tarde”, “tuvo un mal rendimiento”, y no atribuir causalidades estables? ¿No le parece conveniente esperar 4, 5, 6 partidos para realizar una criteriosa evaluación de su desempeño? Si a usted no le gustaría que le pase esto en su trabajo, ¿por qué lo hace?

Creo conveniente recordar que ya hemos pecado de falta de criterio, de exitismo fácil o de “gatillo fácil” para matar a los jugadores. Solo por nombrar algunos, recuerdo a Cristian Mejía,  aplaudido como ídolo sin ni siquiera haber jugado un minuto y Joao Pedro, ovacionado como ídolo al 3er o 4to partido jugado.

Siguiendo con la línea de esta columna, quiero expresar sobre todo la mala canalización de nuestra energía, el mal uso del poder de la hinchada. Porque no tenemos la capacidad para ahorrar silbidos e insultos, y transformarlos en silencios y paciencia… ¿Porque no tendremos la capacidad y la prudencia para ahorrar ovaciones y aplausos desmesurados y guardar silencio? Mientras más usemos –sin criterio alguno- estas herramientas del habla, más irán perdiendo el sentido… más se irán banalizando… ¿Qué sentido tendrá para un ídolo de nuestra institución ser ovacionado, si también ovacionamos a un brasilero con tan solo 270 minutos en cancha? ¿Qué respaldo puede sentir un jugador, si con tan solo 90 minutos es tratado peor que nuestros rivales?

Repito, muchas situaciones escapan de nuestra responsabilidad, pero otras tantas están en nuestras manos. Queda en nosotros, como hinchada, ser conscientes del poder que tenemos y utilizarlos, criteriosamente, en la dirección más beneficiosa para nuestro club.