Pasaje-EfimeroHoy me senté a charlar tus escalones. Veía el pasar caminar de un enfermo más. En realidad te caminé una vez más, y me di cuenta, que tu cemento fermenta algo en mi pensar. ¿Cómo explicar a quien no transita este lugar, que tu escalar, a mi alma, desorbita sin parar? ¿Cómo entender que algo inerte despierte una sensación tan alegre?

¿Quién diría que tus paredes despintadas, le dan tanto color a mi vida? ¿Quién diría que un lote de escalones, hace no tumbar mi razón? ¿Quién podría decirme, que un lugar tan oscuro, y poco gentil, prepare la claridad que tanto adora quien habla? ¿Quién podría entender que un pasaje tan efímero sea un lavado artesanal de cada una de mis heridas?

Todo brota en un plano inconsciente. El deporte de no forzar sanar, es lo más preciso para definir tu caminar. Como las raíces de mi árbol, llenas de alimento, sin que el que de arriba pueda verlo. ¿Quién conoce el porqué de sentir tanta energía cuando subimos esa escalera? ¿Quién me prohíbe conjugar adrenalina cuando tu boca me abraza por completo?

Nunca habrá sensación más inagotable, sincera, y burbujeante, que la de subir tu escalera interna. Camino mi laberinto mental, y rastreo algún sinónimo emocional donde pueda encontrar algo similar. Revuelvo mi diccionario verbal, buscando descubrir, cuál será la palabra para encuadrar ese sentimiento mientras remontamos tu escalinata. Pienso y no hay caso. Atrevido y corajudo te bautizo mi ‘Prelicidad’. Una mixtura semántica entre previa y felicidad.

Te comienzo a vestir, y te susurro mis caricias al hablar. Sos la única escalera que no agota mis pies. La única escalera que quiero recorrer una y otra vez. La única escalera que rechaza cualquier mueca de cansancio, y la recicla en bienestar hecha abrazo. La única escalera, que a veces (en secreto, para disimular ser maníaco), vuelvo a transitar dos veces en un mismo partido.

Y qué decir, de vos escalera, cómplice de mi oscuro disfraz. Que decirte a vos, si alguna gotita de alcohol te serví con moderación. Y ni que hablar, que una morruga de amor te arrime sin querer. Por las dudas, vos siempre discreción, ganándote el guiñó de mi corazón oro y carbón.

Resulta necesario perdonarte, escalera querida, por la frialdad que soportaste viendo los encuentros de la selección, o la blanca amargura de helada emoción. Te imagino ahí, melancólica, extrañando mis Nike golpeando de pasión tu suelo. O mis Toppers caducadas, corriendo; bengaleando la ilusión de una canción.

La prenda fidelidad te calza a la perfección. ¿Qué decirte a vos? Si te vi soportar,  el exitismo cuando todos quieren estar. ¿Que pedirte a vos escalera? Si ni resoplas de bronca, cuando estamos los poquitos de siempre resistiendo el qué dirán. Que te puedo decir a vos escalera, si sos mi ejemplo del siempre aguantar.

También la humildad, define tu disfraz. No te he visto refunfuñar, jamás, porque subieron el precio de la entrada. Tampoco porque azota una tormenta en la mañana. Ni la competencia ni el rival cambian tu postura. Me enseñás sin enseñar, a conjugar la fidelidad. Me enseñás, que la pasión más sincera, no saca a relucir sus esfuerzos. Solo deja reposar la constancia del nunca fallar.