Se ha cuestionado la procedencia del texto “Origen Obrero y Popular” que en el último clásico lucía en letras amarillas en una extensa bandera negra que abarcaba toda la parte frontal baja de la Tribuna Cataldi del “Campeón del Siglo”. 

Y se ha cuestionado -lo que no nos puede extrañar, incluso de quienes se debe suponer actúan profesionalmente sin partidarismos-, entendiendo que la iniciativa partió de jerarcas de la empresa ferrocarrilera (“Central Uruguay Railway”) siguiendo las instrucciones emanadas de la central británica para todas las empresas de ese rubro distribuidas en varios y distintos lugares en el planeta. Y eso es cierto, pero es enfocarse sólo sobre una parte del hecho social de que se trata.

En efecto -y más adelante abundaremos sobre lo faltante de ese enfoque, que es bastante-, se atiende a sólo una parte del concepto de “origen” pues este vocablo implica “principio, nacimiento, manantial, raíz y causa de algo”

Nos sentimos eximidos de abundar sobre los significados tanto de “obrero” como de “popular”. No obstante, corresponde resaltar: a) que acerca de aquél, desde la denominada “revolución industrial” a actualmente, es de uso referirlo al trabajador manual remunerado; y b) que respecto a “popular”, abarca tanto lo de ser relativo al pueblo, a la parte menos favorecida del mismo, como lo de estimado o conocido por el público en general.

Habiendo expresado que no hay duda sobre el “origen” de la idea, ello no puede extenderse a ser la única causa del nacimiento de una asociación civil, y menos aún en este caso en particular.
Porque esa idea tenía por principal –si no exclusivo- fin, la participación de los trabajadores no jerarcas de la empresa ferrocarrilera y junto a éstos, o sea la de los obreros (en abrumadora mayoría por la índole de la empresa) y de los empleados de la misma.

Y porque no ocurrió que un grupo reducido de jerarcas fundara la asociación civil “Central Uruguay Railway Cricket Club” y luego se fueran incorporando obreros y empleados de la empresa; ¡no!, sino que desde el acto fundacional participaron además de los pocos jerarcas, más de un centenar de otras personas, funcionarios de la empresa, con una fundamental presencia obrera. Presencia obrera que no la tuvo ninguno de los demás clubes creados en los primeros años del fútbol relativamente organizado en este país, ni antes.

Y de esos 118 fundadores, descontando los 72 entre jerarcas y parte de los funcionarios (británicos ellos), hubo 45 “criollos” y 1 alemán, obviamente no jerarcas. Es más, y por ejemplo, el estimado Atilio Garrido dio como primicia su información de que el primer presidente de Peñarol, Frank Henderson, Administrador general y principal jerarca de la empresa, jugaba por entonces al polo, y además, obviamente con los altos jerarcas no se lograba armar un equipo de cricket (ni luego de fútbol). Por lo que era esencial mayor participación, pero totalmente innecesario que fueran 111 personas más. Ello entonces encuadra a cabalidad con lo antes expresado. (*)

Empero, esa no es la única explicación que justifica la aplicabilidad del precitado texto.
Ni por la finalidad de la idea generadora, ni por la realidad histórica, la asociación civil hubiera podido surgir como tal sin la presencia de los trabajadores de la empresa, incluidos sus obreros (en mayoría entre ellos). Esta presencia de personas era, es, esencial para la existencia de una asociación civil, y por más idea que se tenga y se divulgue, sin la base humana de varias individualidades tal asociación no nace.

Y en el caso la asociación civil nació por la voluntad no sólo de quien lanzó la idea de constituirla, sino del caudal humano que desde el inicio participó –era además el destinatario de la idea-, y no sólo en la Fundación, sino en la vida real de la asociación civil ya desde el inicio.

Asimismo, tal particular integración “ab initio” implicó adhesión popular en el sentido de ser conocido y, en el caso, apoyado indubitablemente por centenares de personas, familiares y amigos de los socios del Club, facilitado por desarrollarse sus actividades en la Villa Peñarol, por entonces la mayor concentración de familias de trabajadores en el país (unas 3000 personas).

Es ilustrativo lo que dice al respecto el Dr. Luciano Álvarez en su libro “Peñarol: la transición de 1913 y la cuestión del decanato” (página 58): “El proceso de transformación del CURCC, de club recreativo a eminentemente competitivo, fue rápido y casi inexorable. En primer lugar el equipo de fútbol inmediatamente vio abolidas las jerarquías…” Y ello no precisamente porque los jerarcas lo pensaran así en su idea original, sino por el impulso formidable que en tal sentido imprimieron los demás miembros de la asociación civil, en su mayoría obreros, y que la integraron desde el acto fundacional; lo que ocurrió con el beneplácito de aquéllos, indudablemente, realzando así el valor del Club en lo social y humano.

Es más, en tiempos donde la comunicación era muy lenta y dificultosa, especialmente para que accedieran grupos de personas a suficiente cantidad de noticias como para sentirse identificados con lo que estaba ocurriendo en otras comarcas, en otros países aunque fueran vecinos, la popularidad de Peñarol era de tal magnitud que el 12 de octubre de 1908 se fundó en Córdoba, Argentina, el “Argentino Peñarol”, y el 15 de octubre de 1910 en Bahía Blanca, Argentina, al fundarse el “Olimpo” decidieron que sus colores fueran amarillo y negro; ambos en homenaje “al Peñarol”.

Por otra parte, el nombre de “Peñarol” por el cual se le conoció a nuestra asociación civil desde el inicio (ya así denominado a menos de dos meses de la Fundación, véase en el libro del Arq. Enrique Benech “Peñarol, Serás eterno como el tiempo”, páginas 44 y 45, la reproducción facsimilar de “The Montevideo Times” del 17 de noviembre de 1891), ese nombre era único en el mundo, pero ese es otro tema.

Y cuando a los pocos meses la actividad de la asociación civil se extendió al fútbol, por la atracción que éste causó desde siempre, la adhesión popular aumentó significativamente, lo cual es harto conocido a través de todas las crónicas de la época y lo sucedido hasta el presente, sin solución de continuidad.

Es por ende suficientemente ameritado atribuir al Club Atlético Peñarol, ser desde su inicio obrero y también popular; caracteres que han persistido hasta hoy, sin interrupción alguna.

(*): Es que por entonces todos los deportes –cualesquiera fueran, remo, cricket, polo, etc.-, eran practicados por muy pocas personas y generalmente por las de mejor posición económica, y además, el que los jerarcas fueran enviados como tales a nuestro país por la empresa ferrocarrilera británica, no implicaba que tuvieran riqueza económica; como me comentaban atinada y respectivamente los historiadores carboneros Eduardo Cicala y Dalmiro Outerelo.

Esc. Daniel Quintana
–Socio Nº 21.231-