Antes de comenzado el partido entre Peñarol y Plaza Colonia, por la novena fecha del Torneo Clausura 2019, se realizó un minuto de aplausos en homenaje a Mario «Bombón» González, fallecido en la jornada de ayer a la edad de 69 años.

Fue campeón uruguayo seis veces en Peñarol – en 1978 invicto, el último equipo que lo consiguió en el país -, y mundialista con Uruguay en Alemania 1974. También formó parte del segundo quinquenio, ya que se desempeñó como ayudante técnico de Jorge Fossati en 1996.

El lateral derecho llegó a Peñarol en 1966 para participar de sus categorías infantiles, luego de jugar en el Arequita y Rayo Rojo. En el club realizó todas las formativas, debutó en Primera, y se quedó hasta el año 1979.

En una entrevista realizada por el Observador en 2017, González contó que fue a recibir a los jugadores del plantel principal al aeropuerto – junto a sus compañeros de lo que hoy sería Peñarol AUFI – luego de que conquistaran la Copa Intercontinental de 1966 frente al Real Madrid, y recordó lo increíble que fue ver a todos esos «monstruos» de cerca.

Debutó en primera de la mano de Rafael Milans y al poco tiempo jugó contra Flamengo en un Maracaná lleno, con tan solo 18 años. En esa época le decían Gonzalito. «Bombón» le puso luego un hincha porque “era petiso, gordo, piernudo, culón y morochón”.

La hinchada de Peñarol lo reconocía sobre todo en los clásicos, donde le tomaron un gran aprecio, y hasta el día de hoy lo recuerdan. En los enfrentamientos frente a Nacional siempre tenía un plus, aunque el afirmaba no saber por qué, solamente tener la suerte y fortuna de andar siempre bien en estos partidos.

En la entrevista antes mencionada, afirmó que en el futbol de hoy en día no podría jugar, ya que viviría expulsado: “Ahora tocás a uno y te echan. Es todo circo. Yo jugaba fuerte, pero no era mala leche. Yo te tiraba para afuera con pelota y todo, pero no como ahora que meten cada planchazo bárbaro para lastimarte, que todos están en la misma. ¡No seas malo! (…) Como decía el viejo Tito Goncálves, yo era entusiasta y meritorio. Me ocupaba de marcar, agarraba la pelota y se la daba a los que sabían: Giménez, Unanue o Morena.”

Luego de retirado, comenzó y finalizó el curso de entrenador. Estaba con Alejandro Valenzuela en las inferiores de Peñarol, cuando lo llamó Tito Goncalves y lo convenció de que fuera asistente técnico. Después de una vida entera dedicada al fútbol y a Peñarol, tuvo que pelearla desde todo punto de vista; económico y de salud. Trabajó en Cutcsa seis años manejando ómnibus, cinco conduciendo un taxi, y 11 en la Facultad de Veterinaria como portero.

En sus últimos años, la luchó para vivir en Salinas, gracias a sus amistades que le daban una mano: Alejandro Valenzuela, quien le regaló la cabañita allí; Fossati y Nelson Marcenaro, quienes le compraron material para la cabaña y surtidos; y su sobrina con el marido, que fueron a vivirse con él, y eran lo que el llamaba sus “ángeles de la guarda”.

“Si en la vida te portás bien, siempre tenés ayuda. Siempre digo: los amigos se ven cuando estás enfermo o cuando estás preso. Porque hay algunos que cuando los precisás, no están. Yo tenía amigos que desaparecieron cuando dejé el fútbol. Son amigos circunstanciales”, afirmaba.

El último homenaje en vida que se le realizó fue en julio de este año, de la mano de “Nostálgicos del futbol”, en el Centro de Choferes. Contó con la presencia de Alejandro Valenzuela y el actual DT de Peñarol, Diego López.

Nuestro más sentido pésame a su familia y seres queridos, y un aplauso eterno a «Bombón», quien se ganó el corazón de la hinchada, no por su técnica, sino por la garra con la cual defendió siempre nuestra gloriosa camiseta.