En el 2012 me tocó viajar a Santiago de Chile y un hermano de cancha no pudo realizar ese viaje porque se agarró una enfermedad que le prohibió ir al fútbol por mucho tiempo. En su momento, recuerdo que antes de partir al aeropuerto recibí un mensaje de él que decía más o menos algo así:

“Hermano estoy muy triste, daría todo por estar ahí con ustedes y poder viajar. Peñarol es mi vida y siempre quiero estar presente. Poder ir de visitante es lo mejor del mundo, estar en otro país, mostrar tu pasión, plantar bandera, defender tus colores, representar a la hinchada de Peñarol. Hoy no puedo hacerlo y el dolor que me genera es gigante”.

Ese viaje no fue igual a todos, en todo el viaje estuvimos pensando en nuestro hermano que estaba sufriendo no solo la enfermedad sino que no podía viajar con nosotros a alentar a Peñarol.

¿Por qué traer esa anécdota a este viaje? Porque en este viaje me tocó hacerlo con él y con solo 4 amigos más. El paralelismo es que hoy hay miles de hinchas que les prohibieron viajar, les prohibieron ir a alentar por sus colores.

Viajamos en el Eladia Isabel y nos sorprende que no somos los únicos que vamos, éramos como 15. También venía Luis Aguiar. A la llegada del puerto nos pusimos a cantar.

El viaje estuvo muy tranquilo. No fue un barco como el de la ida a Avellaneda o a Liniers 2011. Le dimos color y cantos para que sepan que Peñarol siempre está, pero no es lo mismo. Vamos a vivir un partido que esperemos que no se repita, ni para nosotros, ni para otra hinchada. El Fútbol a puertas cerradas es como bailar sin música. Hoy más que nunca un pueblo atrás tuyo.