La Paternidad aurinegra, tan notoria como envidiable, se resume en una estadística avasallante, pero también en una riquísima historia llena de clásicos increíbles. Porque lo único clásico es ganarte y lo hemos hecho de todas las formas posibles, recordamos esos partidos increíbles que nunca vamos a olvidar.

Desafiando las matemáticas

Se cumple un nuevo aniversario del 8 contra 11, un partido histórico en el fútbol uruguayo. Por primera y única vez, un equipo ganaba un clásico jugando y convirtiendo el gol del triunfo con 8 hombres contra 11 del rival.

Fue el 23 de abril de 1987 y el carbonero llegó a la victoria gracias a un gol de Jorge Cabrera a los 83 minutos, cuando el Decano jugaba con tres hombres menos que su rival desde los 75′ tras las expulsiones de Perdomo y Herrera, que se sumaban a la tarjeta roja vista por el Zurdo Viera a los 68′.

El aurinegro desafiaba a las matemáticas y demostraba que con esta camiseta en cancha, hasta la lógica pierde sentido y 8 pueden ser más que 11.

También con 9, para nosotros algo común

Además del récord de ganar un clásico con 8 hombres, el manya también se puede jactar de haber derrotado a su eterno rival con 9 jugadores… ¡y más de una vez!

El último fue el 28 de enero de 1980 en el marco de la Liguilla Pre Libertadores. Aquella noche, al igual que en abril de 1987, Peñarol se puso en ventaja y Nacional logró empatar. Todo parecía indicar que los albos se llevarían el triunfo, que hubiera significado el título, cuando a los 80 minutos Peñarol se quedaba con 9 jugadores por las expulsiones de Ruben Paz y Cáceres.

Pero hubo sorpresa: a los 85 minutos el árbitro Codesal pita penal en el área tricolor, que Venancio Ramos transformó en gol para que el Decano se lleve un triunfo histórico por 2-1 con dos hombres menos.

De atrás, con 9 y en el alargue

El 29 de setiembre de 1912 Peñarol derrotó 4-2 a Nacional por la Copa Competencia en un partido que posteriormente sería anulado, por lo tanto su valor estadístico es nulo, pero no así la historia que igualmente merece ser contada.

Carboneros y cuelludos, populares y elitistas, se vieron las caras en el field de Belvedere para definir el pasaje a la final de la Copa Competencia, un torneo oficial de menor jerarquía.

El Decano se puso en ventaja a los 17 minutos, Nacional empató a los 32′ y pasó a ganar a los 60′, hasta que Peñarol volvía a dejar las cosas igualadas a los 72′, con otro gol de Carlos Scarone, de familia aurinegra igual que su hermano, Héctor.

Hasta ahí, un partidazo. Pero todavía faltaba lo mejor: serían expulsados Savio y Betucci en Peñarol, a los 84 minutos de juego, cuando se debían jugar 30 minutos adicionales. Peñarol reorganizó su escuadra, realizó un planteo inteligente y corajudo, y se llevó la victoria con otro gol de Scarone a los 98′ y una estacada final de Piendibene a los 111′, sellando el 4-2 definitivo.

Posteriormente y tal como se ha dicho, el partido fue anulado en la Liga. Pero, como dirían los protagonistas, ¿y los goles quién se los saca de adentro?

Sin golero

El 28 de octubre de 1991, los tradicionales rivales se enfrentaban en el primer clásico después del Centenario de Peñarol. Fiesta en las tribunas con el telón de los 100 años, y en la cancha con un nuevo triunfo clásico, con un sabor especial.

Peñarol ganaba 1-0 un partido ajustado con gol de Sergio Martínez, hasta que a los 75 minutos se quedaba con 10 por expulsión de Fernando Alvez, el arquero. Sin cambios disponibles pero con mucho huevo, eso que caracteriza a Peñarol, el manya jugó los últimos 15 minutos con un arquero improvisado: el Tito Goncalvez se calzó el buzo, los guantes y se pasó el último cuarto de hora provocando a la hinchada rival, mientras descolgaba centros y hasta volaba de palo a palo para tapar un peligroso tiro libre que tenía destino de gol.

Unos años después el mirasol ganó otro clásico de forma similar, pero jugando tan solo unos minutos con Aguirregaray en el arco por expulsión de Navarro (triunfo clásico 2-0, el 12 de mayo de 1996).

Así es Peñarol: guapo como el tango, rebelde como el rocanrol.

Con 10, en la hora y de chilena

El 20 de abril de 1975 se jugó el clásico número 100 en la historia del Campeonato Uruguayo Profesional (dicho sea de paso, otra estadística favorable al Decano). El encuentro recibió la atención que merecía por parte de la prensa especializada, incluso se puso en juego un trofeo especialmente por la ocasión, la copa El País.

El cuadro del pueblo se puso en ventaja a los 15′ a través de Quevedo, pero a los 60′ se quedó con 10 hombres por expulsión de Pizzani y a los 77′ Nacional empató el partido. Una vez más parecía que se lo llevaba Nacional, pero no. A solo dos minutos del final, centro desde la derecha y Morena, siempre Morena, pone el 2-1 definitivo con una espectacular pirueta en el aire.

En la hora, de chilena y con 10. A lo Peñarol, para resumir.

7 a domicilio

El 1 de noviembre de 1911, se registraba el mayor tanteador en la historia clásica. Aquel día, Peñarol derrotó a su tradicional rival por 7-3, de atrás, en el Parque Central y por una final oficial.

Sobran las palabras. Se puede resumir la tarde en algunos conceptos sencillos: aquel día hubo final, remontada, goleada, campeón y récord. Todo de visitante.

110 años después, sigue sin registrarse un clásico con 7 goles de un mismo equipo. Mucho menos de visitante. Pero Peñarol es así, toro en su rodeo y torazo en rodeo ajeno.

Aquel día en que no volvieron más

El 9 de octubre de 1949 sucedió el hecho más bochornoso en la historia clásica: Nacional se fugó por temor a una goleada inminente.

La historia es conocida por todos, Peñarol ganaba 2-0 a su tradicional rival, a quien humilló durante toda la temporada con su famoso equipo de La Máquina del 49, y éstos últimos decidieron refugiarse en el vestuario y no salir a jugar el segundo tiempo.

El clásico más famoso y recordado de todos, por destrozo. Pero también uno de los más curiosos porque una cobardía así no es cosa de todos los días. O sí…

«Hacete echar, así lo termina»

He dicho que la cobardía de abandonar un clásico no se ve todos los días, y ha sido un error, porque lamentablemente son varias las fugas clásicas que nos ha regalado nuestro tradicional adversario.

En febrero de 1971 tuvo lugar la última, una joyita inolvidable y reconocida por sus propios futbolistas. Es que tras dominar casi todo el partido y abrir una ventaja de dos goles, Washington Echamendy, DT albo, le ordenó a Juan Carlos Blanco que «se hiciera expulsar para terminar el partido».

Peñarol ganaba 2-0, jugaba con 10 jugadores contra 7 de Nacional y tenía ganas de aplastarlo como tantas veces, pero los expertos en fugas tenían otras planes: el abandono. Y así, por orden de su técnico y sin vergüenza ninguna, dieron por terminado el partido a los 10 minutos del segundo tiempo.

Claro, ganar con tres jugadores menos no es pa’ cualquiera.

La gallina oriental

El 20 de mayo de 1966 Peñarol logró la mayor remontada en la historia de la Copa Libertadores en un partido que generaría un hiriente apellido en River Plate, el rival de aquella tarde, aunque los millonarios lo han adoptado con orgullo con el pasar del tiempo. Sin embargo, esto no era algo inédito. Veintidos años antes, el 17 de diciembre de 1944, un equipo uruguayo también perdía una final que ganaba 2-0, Nacional.

Aquella tarde el mirasol escribiría su nombre a fuego en la Copa Uruguaya, cortando un posible sexenio tricolor y regalandole a la mitad más uno la alegría más grande de todas: volver a ser campeón uruguayo después de cinco años, contra Nacional y levantando un 0-2.

Es imposible no pensar automáticamente en los clásicos del Quinquenio y los afamados triunfos por 4-3 y 3-2. Esto ya son palabras mayores, un empate bastaba para dejar a Peñarol sin chances de campeonar en 1997, pero después de ir perdiendo 1-3 el mirasol se repuso a la adversidad y ganó 4-3 mientras un experimentado Tito Goncalvez le gritaba los goles a la tribuna de Nacional. Parecía milagroso y los milagros no se repiten muy seguido, excepto si se trata de Peñarol.

Apenas 16 días después, nuevamente parecían esfumarse las chances de ganar el ansiado Quinquenio, cuando Nacional ganaba 2-0 la semifinal del Campeonato Uruguayo. Pero nuevamente el guionista de Dios tenía un as bajo la manga. Peñarol lo dió vuelta, otra vez, y el resto es historia.

7 contra 7

El 20 de marzo de 1960 se definió el Campeonato Uruguayo de 1959, que otorgaría el título y la clasificación a la primera Copa Libertadores. Aquella tarde Peñarol no sólo ganó el campeonato, sino que también se quedó con un partido recordado por terminar jugándose con 7 jugadores de cada lado.

Después del primer gol aurinegro se desató una batalla campal que dejaría como saldo a ocho expulsados, cuatro de cada lado. Por las dudas y para demostrar que Peñarol gana clásicos como sea, el Decano llegó al segundo gol y sentenció el partido.

Los regalos de Papá

Como la finalidad de esta nota no es repasar hechos relevantes por su historia (o no enfocándose en eso), sino repasar esos partidos que tuvieron un desenlace novedoso, también vale recordar los triunfos en fechas especiales, donde llega siempre el regalo de Papá.

El 25 de diciembre de 1921 Peñarol le ganó a Nacional un partido increíble en el primer clásico jugado en Pocitos. De atrás, 2-1 y para ser campeón, el manya alzaba la copa en Navidad en un hecho más que novedoso.

También en Noche de Reyes. El 6 de enero de 1987, carboneros y bolsilludos debían definir el título de campeón uruguayo. Fue, como casi siempre, victoria aurinegra por penales y festejo para la mayoría del país. En Reyes, el regalo de Papá.

En el dia de la madre… todos recordamos el cántico que bajaba desde la Amsterdam cuando en mayo de 2008 el manya bailaba a Nacional en el Centenario dentro y fuera de la cancha. En el verde césped, se ganó 4-2 y pudieron ser más. En la tribuna fuimos testigos de la cargada más grande en la historia del fútbol uruguayo con la gallina inflable y un estreno soñado.

Y en el día del Padre, también. Apenas unos meses después, durante julio, Peñarol y Nacional debian volver a enfrentarse, esta vez por la Liguilla 2008. El carbonero volvió a humillar a su rival ganandole 2-0 en un partido que será siempre recordado como el día en que Richard Morales, capitán tricolor, le entregó la camiseta a la hinchada de Peñarol. Porque como bien se dice, ellos la tiran, nosotros la llevamos en el corazón.

Lógicamente, por valor histórico existen decenas de partidos clásicos que deberían estar en la lista. Sin embargo, en este caso la intención simplemente es regodearse con la soberbia de saber que, en más de 120 años de historia clásica, les hemos ganado de todas las formas posibles. De atrás, por goleada, en la hora, abandonando, con dos jugadores menos y hasta con tres hombres de menos; en el día de la madre, en el día del padre, en Navidad y hasta en la noche de Reyes. O con 7 jugadores por equipo, incluso con un zaguero jugando de arquero y descolgando centros. No olvidemos tampoco los clásicos ganados sin jugar, porque cuatro veces decidieron tirar la toalla sin siquiera pisar el césped. La paternidad se mide en números pero también en historias y como siempre, manda papá Peñarol.