Los Pibes están ansiosos. Inventan excusas para simular embriagarse de Peñarol. Que el clásico en básquet, que un asado en los barrios, que un show de rocanrol. Cualquier excusa berreta, sirve hasta para putear a Urreta. Se extraña todo y los pibes caminan por las paredes de sus hogares. Che Abu, escribite algo para fisurarme, solo pa’sentirme mejor.

Ponés canciones tristes para sentirte mejor me susurra Cerati, una vez más. Mientras suenan Los Redondos en Huracán en mi hogar. La juventud extraña el murito, el cordón en la vereda. La previa en el clásico con parlante y ronda de birras interminables. El buscar al almacén antiyuta y amigo de la moneda, que liberte un brebaje más para carburar.

Los Pibes, quieren adrenalina, y la tribuna con sus vaivenes, y su apagada realidad, sigue siendo un showcito de emoción que la juventud tiene. Codearse con los compinches a contar alguna picardía y algún chisme de la interna del club, termina siendo la entrada más barata para sentirse alguien en esta vida pretenciosa y mal llevada.

Las pretensiones de Los Pibes, son escuetas: un bar, una humorada y una piba para amar. Peñarol siempre se recuesta sobre esas tres, y aunque hoy las 3 estén, no brilla igual si Peñarol no mete el guiño en el medio. Los Pibes extrañan la gira y un grito de gol. La gira, y la puteada al mal jugador. Los Pibes extrañan la petaca de canuto. El cántico que aflora de uno y lo sigue el resto. El que se la juega con la coca, donde toman también, otros 10 compas.

Los Pibes son sencillos, pero pierden su brillo, si no tienen su minuto de barullo. El orgullo es gasolero, porque solo pretendemos sentirnos que a nuestro lado hay un igual que siendo distinto, comparte nuestro delirio. Ahí montamos, ebrios o en buenas condiciones, a un tren especial que canta, ríe y llora. Que se abraza, discute y desborda. Que tolera, aguanta y estalla.

No hay entrada para comprar y los vasos se vacían sin tanto sentido. La espuma del bar Tres Marías no tiene tal sentido, si no veo aglomerarse a borbollones al populacho mientras veo al bondi de los jugadores pasar. La espuma del bar Tres Marías no tiene tal sentido, si no estamos rezando que no nos toque el amigo de la espirometría al ingresar. La espuma del Bar Tres Marías, no tiene tal sentido si no voy al grito repetido de ‘’Eh, amigo, ¿cómo va?’’’ y una birra a medio llenar al cielo para saludar.

Nadie tiene la efervescencia deseada, cuando no está el domingo para coronar. Nadie tiene el motivo estelar, si no tenemos bandera para colgar. Nadie tiene enojo para descartar, si no hay a quién cargarle las culpas por el partido que regalamos, una vez más. Y todo eso queda en este cuerpo. Y en el cuerpo de Los Pibes. Sin liberar. Sin descargar. Sin abrazar. Como un volcán a punto de erupcionar.

Así y todo aguantamos la lava ardiente. Así y todo aguantamos el fuego que nos despierta ver el match por televisión. Así y todo controlamos la ebullición, brindamos y seguimos chamuyando, sobre cómo será volver a la tribuna para volver a verte a vos.

Agustín P. L.

Foto: Martín Escafandra