En la historia de nuestro fútbol, el titulo máximo que han tenido que dirimir Peñarol y Nacional, ha sido el Campeonato Uruguayo.  Como ya sabemos, en este tipo de enfrentamientos la estadística favorece al carbonero, pero no solo de números se trata la historia. Hay partidos que tienen un valor especial, un recuerdo imborrable, un sabor especial; ese es el caso de la Final del Uruguayo 1944.

El tradicional rival venía de obtener su primer (y único) quinquenio en 1943, por lo que obtener el título de 1944 hubiese llevado la racha de triunfos tricolores a 6 años consecutivos. Por lógica, no era de extrañar que el Campeonato de 1944 fuera sumamente reñido y peleado hasta el final. Así fue como Peñarol y Nacional terminaron el año igualados con 27 puntos cada uno.

La Final por el título se jugó el 10 de diciembre y terminó en un magro empate sin goles tras 120 minutos de partido (se jugaron dos alargues de 15 minutos cada uno). Se fijó otro encuentro, y de él tendría que salir un campeón. No habría tiempo para lamentos, el 17 de diciembre de 1944 se terminaba el año.

Y parecía que terminaba a favor de Nacional ya que a los 25 minutos del primer tiempo, Atilio García adelantaba a su equipo en el marcador. Peñarol no había terminado de recibir el impacto, cuando apenas 3 minutos más tarde, el mismo García aprovechaba una pifia en la defensa mirasol y ponía el partido 2-0 a favor del albo. El campeonato parecía liquidado, el sexenio era prácticamente un hecho. Nunca antes (ni después) un equipo había ganado una final de Uruguayo tras ir dos goles por debajo en el marcador, era imposible. De hecho, las crónicas de la época hablan de que Ciocca y Gambetta, se dedicaron, de ahí en más, a pizarrear y sobrar el partido. Gran error.

A los 37, Prais anotó el descuento para el Decano y ponía a Peñarol en carrera. El primer tiempo transcurrió con Peñarol empujando hasta que el juez terminó la primera parte y los equipos se fueron al vestuario. Como tantas veces en la historia, antes y después, la diferencia en los estados de ánimo de los vestuarios fueron evidentes. Nacional, fiel a su identidad, se confiaba en un partido ganado y dominado, ya saboreaba el sexto título en seis años, porque no había forma de perder aquel torneo. Por el otro lado, en Peñarol, se apelaba al corazón y la mística eterna de la camiseta más gloriosa del país.

A los 59 minutos, penal para Peñarol. La responsabilidad de la ejecución cayó en Obdulio, el del corazón eterno, el destinado a capitanear la hazaña más grande en la historia de los mundiales. Obdulio aprendió con nosotros. Pateó y convirtió. Peñarol empataba el partido a falta de 30 minutos para terminar el encuentro y daba pelea.

Y apenas 9 minutos más tarde, se hizo el milagro. Gol del Patrullero Vidal y remontada. Peñarol daba vuelta el clásico, Peñarol cortaba la racha de sequia, Peñarol volvía a ser Peñarol. Los minutos restantes fueron de alta fricción, Nacional se dedicó a protestar y patalear por cada decisión del árbitro Cirilo, mientras Peñarol defendió y mantuvo el partido dominado.

Y ahí llegó el pitazo final. Peñarol campeón uruguayo. No habría sexenio, no habrían más moñas y firuletes de Nacional. Los que a los 30 minutos festejaban un campeonato ganado, ahora lloraban y protestaban por la derrota sufrida, y no era para menos. Por primera (y única) vez en la historia, un equipo remontaba una final de Uruguayo tras ir perdiendo 0-2 (en 1997 Peñarol lograría lo mismo, pero en menos tiempo, en una instancia semifinal ante Nacional).

La asociación lógica que todos hacemos al recordar este partido es la finalísima de Santiago en 1966, donde Peñarol se queda con la Copa Libertadores tras vencer 4-2 a River Plate, después de arrancar perdiendo 0-2. Cabe destacar que gracias a este partido, los riverplatenses cargan de por vida con esa cruz y con el mote de “gallinas” en Argentina. En Uruguay, ya había ocurrido 22 años antes, también en una final, también remontando dos goles, y también con Peñarol como triunfador. El rol perdedor y por lo tanto, ganador del mote “gallina” en Uruguay, lo ocupó el Club Nacional de Football.

No quedan dudas, en la historia del fútbol uruguayo, el 17 de diciembre de 1944 será recordado como el día de la mayor remontada en la historia. En una final, para cortar un sexenio y después de ir perdiendo por dos goles. Porque así fue toda la vida, a lo Peñarol.