Siguiendo con las historias clásicas, en diciembre de 1922, y con el fútbol uruguayo dividido en dos ligas paralelas, se jugó un clásico especial, ya que no se trataba de los primeros equipos de cada club, sino que se disputó un partido entre las hinchadas de Peñarol y Nacional, en el mismísimo Parque Central. El encuentro lo ganaron los aurinegros 2 a 1.

La expulsión de Peñarol y Central de la Asociación Uruguaya de Football, había provocado un cisma en el fútbol uruguayo y la posterior creación de la Federación Uruguaya de Football. Mientras el aurinegro invitaba a «todos los clubs de las distintas Ligas de Football que deseen adherir a esta nueva institución» (La Razón, 21/11/1922), Nacional se había transformado en el puntero del Campeonato Uruguayo de AUF, el club que «acapara el sitio de privilegio del certamen local, auspiciado por la división de Primera. Ello es una consecuencia directa del mal paso ejercido por la entidad decana, que debió abandonar la disputa del susodicho campeonato de decisión del Consejo» (La Razón, 22/11/1922).

A pesar de que rápidamente se buscó una solución a la «situación creada entre Peñarol y Central y nuestro organismo máximo, antes que el conflicto se ahonde más, con el consiguiente prejuicio para la unidad del football en esta parte de América» (La Razón, 22/11/1922), el jerarca máximo de la AUF, José María Reyes Lerena, renunció a su cargo porque «no presidiría la Asociación dividida» (La Razón, 29/11/1922), se designaron «mediadores entre el organismo directriz y los disidentes» (La Razón, 5/12/1922)  «los neutrales convinieron (…) dimitir los respectivos puestos, luego de contribuir con sus votos a la desafiliación de los clubs Peñarol y Central» (La Razón, 6/12/1922); la situación no se solucionaría hasta el 9/10/1925, con la publicación del Laudo Serrato.

De esta forma, Peñarol y Nacional no volvieron a verse las caras hasta el llamado «clásico de la reunificación», disputado el 8 de noviembre de 1925. En esta situación compleja y en un fútbol totalmente dividido, surgió la iniciativa de jugar un clásico entre las hinchadas de ambos rivales históricos.

El diario «La Razón» lo narra así:

PEÑAROLENSES (2) – NACIONALÓFILOS (1)

«Como estaba anunciado se realizó el domingo pasado, en el Parque Central, cedido galantemente por la Comisión Directiva del Club Nacional de Football, ante un público no menor de 500 personas, el match de football entre partidarios de nuestros club decanos, adjudicándose los componentes del team vencedor, las hermosas medallas de plata donadas por el señor Gesuele. El score es el fiel reflejo del juego desarrollado por ambos bandos, ya que si en el segundo tiempo la lucha fue pareja, en el primero fue evidente la superioridad del cuadro aurinegro. Los goals fueron marcados todos en el primer período, por intermedio de Ferrando y Firpo los de los peñarolenses y por M. Demarchi el de los contrarios.

Los bandos formaron como sigue:

Peñarolenses: Beltrán; Gómez y Gesta; Bissolo, Costanzo y Sacco; Ferrando, Recoba, Firpo, Vigorito y Dinito.

Nacionalófilos: Giacomazzi; Fabricio y Sansone; Decia, D. Demarchi y Urbano; Russini, Balbi, M. Demarchi, Novelli y Velpi.

La actuación del juez señor Ricardo D’Ottone fue correctísima, mereciendo la aprobación de vencidos y vencedores»

De esta manera, Peñarol no solo ostenta una paternidad de los jugadores en la cancha y de los hinchas en la tribuna, sino que también puede decir que en lo que concierna a los parciales dentro del terreno de juego, también es el padre del fútbol uruguayo.