Sorteo de capitanes en la segunda final ante Palmeiras

Al igual que en la temporada de 1960, el torneo en ese entonces se denominaba Copa de Campeones de América. El torneo continuaba creciendo, y pasó a tener 9 países participando, siendo Venezuela el único sudamericano que no estuvo presente. Nosotros veníamos de obtener el título en 1960 y era una gran responsabilidad retenerlo. “1961 se transforma en uno de los tres años más sensacionales en la historia aurinegra. Además de ganar por cuarta vez consecutiva la Copa Uruguaya, se obtiene por segunda vez la Copa Campeones de América y se consagra Campeón del Mundo al vencer en las finales al Benfica de Portugal” (120, Marcos S. Antunez).

“Los aurinegros cumplieron con el viejo dicho. El que pega primero pega dos veces y volvieron a coronarse en el certamen continental. La Copa tenía otra significación y los equipos de los diferentes países pasaron a mirar la competencia con otros ojos. Mejoraron las recaudaciones y las coberturas periodísticas se hicieron más abundantes. Los rivales se tornaron muy bravos y el camino hacia la final se hizo extremadamente difícil” (Memorias de la Pelota, Alfredo Etchandy).

Semifinales ante Olimpia

El plantel se reforzó con varias figuras como José “Pepe” Sasía, Juan Joya, el Diablo Edgardo González y Pedro Rocha, quien había sido ascendido.

En cuartos de final nos enfrentamos al Universitario de Lima, primero en Montevideo y luego en Perú. En la ida, aplastamos a los incaicos con un contundente 5 a 0 con anotaciones de los delanteros extranjeros Spencer y Joya, y el gran “Pepe” Sasía. En la revancha, consumamos la primera derrota carbonera en la Copa Libertadores de América, tras caer 2 a 0 en el Estadio Nacional de Lima.

En instancias de semifinal nos volvimos a ver las caras con Olimpia, quienes habían quedado con la sangre en el ojo tras haber perdido la final del año pasado, y se querían tomar revancha. Peñarol no tuvo piedad y barrió la serie ganando ambos partidos. En la ida, fue un claro 3 a 1 con goles de Joya, Cano y Cubilla, mientras que en la vuelta, un 2 a 1 de visitante con goles de Sasía y Cubilla sellaron la serie.

En el último paso de Peñarol hacia la conquista de un nuevo título, aparecía Palmeiras, el duro equipo brasilero que había dejado por el camino a Independiente y al Santa Fe. Fueron duras batallas, muy parejas, donde Peñarol pudo sacar una mínima diferencia.

Sorteo de la primera final

La primera final se disputó el 4 de junio en el Estadio Centenario con un marco de público impresionante. Más de 70.000 personas vieron salir a la cancha a Luis Maidana, William Martínez, Núber Cano, Edgardo González, Roberto Matosas, Walter Aguerre, Luis Cubilla, Ernesto Ledesma, Alberto Spencer, José Sasía y Juan Joya, dirigidos por Roberto Scarone. El partido fue muy duro y trabado, y parecía que los brasileros rescataban un empate valiosísimo en su visita a Montevideo, pero agónicamente, el ecuatoriano Alberto Spencer hizo el gol de la victoria a los 89 minutos de juego, para que el Centenario explotara con algarabía.

Incidencia de la final

La revancha se jugó el 11 de junio en el Estadio Pacaembú. Roberto Scarone nuevamente alineó a Luis Maidana, William Martínez, Núber Cano, Edgardo González, Roberto Matosas, Walter Aguerre, Luis Cubilla, Ernesto Ledesma, Alberto Spencer, José Sasía y Juan Joya. Mejor arranque no podía haber para los carboneros, ya que a los 2 minutos José Sasía abrió el marcador y puso a Peñarol dos goles por encima, teniendo en cuenta el partido de ida. El partido estuvo controlado, recién a los 77 pudo empatar Nardo para el Palmeiras, aunque no les fue suficiente y Peñarol consiguió su segundo título continental.

“Los aurinegros repitieron y se convirtieron en el primer bicampeón de la Copa de Clubes Campeones de América. Demostraron la grandeza institucional al conseguir nuevamente el lauro. Esos títulos aumentaron el prestigio mirasol y las caravanas de festejo se nutrieron con hinchas que comulgaban la pasión carbonera. La Copa tomaba cada vez mayor trascendencia, y en 1961, Peñarol demostraba que era el mejor del continente” (Memorias de la Pelota, Alfredo Etchandy).

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