Cumplí con una meta que me había propuesto hace mucho tiempo. Hice realidad un sueño que tenía desde que empecé a conocer la más que peculiar historia de la institución por la que sentimos tantas cosas. Mi bitácora tiene entre sus líneas un capítulo que quedará eternamente entre los destacados. Me di el enorme gusto de visitar Tierra Santa: Pinerolo.

Ese recóndito lugar de la Provincia de Turín, al noroeste de Italia, donde nació aquel aventurero llamado Giovanni Battista Crossa, mentor de algo inconmensurable para tantas personas. Cuesta creer que “Don Pinerolo” pudiera imaginar que su periplo terminaría en lo que hoy somos y sentimos. Pero así fue: tras una larga travesía, primero llegó su negocio, luego, el barrio, el ferrocarril, el C.U.R.C.C., el fútbol, los jugadores, los ídolos, la gloria… el Club del Pueblo.

Localización de Pinerolo en Italia

Partí hacia su tierra natal. Con el objetivo de visitar un lugar especial, cargado de un misticismo que sólo los Peñarolenses podemos intentar descifrar y conocer; en definitiva, la tierra que dio nombre a esta pasión única e incomparable.

Dentro de un viaje que incluyó diversos lugares, algunos muy particulares, incluí como corolario la visita a este sitio sagrado.

La Autostrada del Pinerolese (Autopista del Peñarolense) nos conduce a Pinerolo: un pueblo ubicado al suroeste de Turín, en la región del Piamonte; al pie de los Alpes italianos y cerca de la frontera con Francia. Viven allí unos 35.000 pineroleses que poco vínculo tienen -actualmente- con el deporte más practicado en el mundo. Vale la pena resaltar que supieron ser sede de los Juegos Olímpicos de Invierno en 2006 y, por entorno y tradición, practican más los deportes de montaña.

La topografía del lugar brinda un entorno muy pintoresco y acogedor. Los Alpes se lucen alrededor de un pueblo caracterizado por construcciones bajas y techos de teja. Caminar por su casco viejo y calles típicas es una especie de peregrinación a nuestro origen. La sinergia entre el lugar y lo proyectado es suficiente para emprender el repecho, recorrer estrechos caminos empedrados, y trepar los adoquines para llegar a la cima a disfrutar de la privilegiada vista que ofrecen los balcones al pie de la Basílica.

Momentos más que emotivos compartidos in-situ con mi vieja y, a la distancia, con mi viejo y todas esas personas que me legaron o acompañan en esta forma de vida que es ser hincha de Peñarol.

Para el anecdotario quedará la visita al Palazzo del Comune, la Alcaldía de Pinerolo, y la interrupción de una sesión del Consejo para recibir a un uruguayo que venía a entregar un presente al “Síndaco” (Alcalde). El Sr. Eugenio Buttiero, con absoluta amabilidad y disposición, tuvo la deferencia de detener la reunión por unos minutos para escuchar la historia de un peñarolense que pretende convertir a Don Juan Bautista Crossa en una leyenda en su pago. Con cierta perplejidad ante lo descrito, recibió el banderín de Peñarol y me entregó un recuerdo que lucirá entre los máximos ornamentos de mi santuario aurinegro. Además, solicitó que extendiera -a las autoridades de Peñarol- la invitación para que, en alguna de las giras europeas, llegue a la ciudad y juegue un partido con el equipo local.

Luego de esta visita, un paseo por la feria del lugar y algunos edificios emblemáticos, un café en el centro histórico y previo al atardecer, ir a caminar por la vía que nos homenajea: Peñarol de Montevideo. Así es. En Pinerolo, Peñarol tiene su calle. Cerca de los accesos a la ciudad y en un muy lindo barrio, lucen los carteles que indican que se circula por un camino lleno de gloria. Por momentos, resulta difícil hacerse a la idea de la dimensión de nuestra camiseta en el mundo… es impresionante.

Con gran orgullo y la certeza de haber cumplido un deseo que muchos pueden tener, es que intento compartir y transmitir esta experiencia con todos los amigos y seguidores del Sitio del Pueblo. Espero haber logrado situarlos, al menos por un rato, en el lugar del Génesis.