Soborno 1«Alentado por sus insinuaciones le dije claramente: Y bien, vamos a concretar. ¿Dónde están los “billetes”? A esa mi decidida pregunta, contestó que los tendría una vez terminado el encuentro. Como le expresara mi desconfianza respecto al cumplimiento de lo prometido, me dijo que nada temiera, que se trataba de algo muy serio, que venía de “arriba” y que, además, nada se sabría. Me dijo también que en principio se estuvo en la duda de si hablarme a mí o hacerlo a González. Y a propósito, pero no a Chaves, como erróneamente informó la prensa. Insistiendo en mi propósito de asegurarme, le pedí que se me otorgara una cuota de seña, la que podría estipularse en 200 pesos.

Mi contrapropuesta fue eludida mediante la promesa de “consultar con la gente”, como me dijo, para contestarme definitivamente mañana. Al día siguiente volví a verle, y entonces me manifestó que no querían hacer entregas antes del match, de manera que lo pensara y que tuviera la seguridad de que se me cumpliría. Después hoy le encontré nuevamente. Eso fue todo, lo demás ustedes ya saben, con el doctor Julio César Moreira, presenté formal denuncia ante las autoridades, y al curso de este “affaire” aún prosigue…Confío que esto servirá de escarmiento a los que, con inspiraciones bastardas, pretenden envilecer, mediante maniobras escrupulosas, los prestigios de nuestro fútbol».

Estas son las declaraciones recogidas por el periódico El Tiempo de Jorge Sagastume, jugador del Montevideo Wanderers, que el 16 de setiembre de 1944 denunció un acto de soborno por parte de Roberto Pissoni, quien posteriormente y tras un interrogatorio admitió que actuaba de parte del Gerente del Club Nacional de Fútbol, Juan Novaro. El periódico decía que “la indignación pública es tal que raya en la ira. Es que el hecho tiene demasiado significación para que sea posible tan rápidamente recobrar la serenidad. En cada rincón de la ciudad la noticia fue recogida primeramente, con sórdidas, como si hubiera temor de que se extendiera. Más tarde, cuando ya se tuvo la sensación segura de que se estaba ante la maniobra, la voz subió de tono. Pero, fue para proclamar la condena, el repudio y el desprecio para hecho tan inocuo.

Y esa indignación, reflejada en la postura adoptada por la opinión pública deportiva, será escuchada. Tenemos la esperanza de que no quedará impune el episodio. Para escarmiento de quienes fueron sorprendidos y para que sirva de muro de contención si alguien se sintiera tentado de obrar con prescindencia de la escrupulosidad que exige el deporte. Sabemos que la justicia está estudiando a fondo la cuestión, anhelante de que los desviados reciban el castigo inherente al paso en falso que han dado”.

También Alfredo Etchandy se refirió al caso en su libro Memorias de la Pelota. Más claro imposible.