Esta frase tautológica del filósofo griego Aristóteles tiene unos 2.300 años pero mantiene absoluta vigencia y, aunque ha sido cuestionada y discutida por otros pensadores contemporáneos, es un concepto que se podría considerar axiomático.

Algunos entienden que todos los análisis de circunstancias son subjetivos o dependen de las perspectivas de quienes los elaboran pero, en ciertos casos, los acontecimientos son tan concretos y los datos tan contundentes que el margen de maniobra para elaborar o extraer conclusiones se acota.

Salgamos del marco teórico y vayamos al asunto que nos convoca de forma más coloquial: cuando el discurso se separa tanto de las situaciones que observamos y nos dicen cosas que -en los hechos- están lejos de concretarse, la reacción instintiva y lógica es desconfiar, cuestionar y analizar lo que sucede basados sólo en los eventos y los resultados.

El famoso dato mata relato.

El pasado miércoles el Presidente de Peñarol, Juan Ignacio Ruglio, debió presentarse a una audiencia ante el ‘Tribunal de Ética’ de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), tras ser denunciado por las autoridades de la Asociación Uruguaya de Árbitros de Fútbol (AUDAF). Concurrió solo, sin abogados ni delegados del club.

Vale decir, primero, que los representantes de la gremial ni siquiera acudieron a esta instancia que ellos mismos propiciaron y promovieron. Más allá de lo insólito de la ausencia de la parte querellante, queda en evidencia el absurdo de la acusación, la incapacidad para probar sus afirmaciones o el temor a verse cuestionados y expuestos.

Anteriormente, fueron otros los dirigentes carboneros que debieron someterse a esta especie de juzgado supremo de la conducta en medios y redes sociales por expresiones que los árbitros entendieron como indebidas y agraviantes, y consideraron que herían su honor, mancillaban su moral, cuestionaban su decencia y otros términos grandilocuentes utilizados en sus acusaciones que -extrañamente- sólo se dan cuando son representantes de nuestra institución los que critican su labor.

Recordemos puntualmente que un connotado dirigente del rival recientemente eliminado de la Copa Sudamericana, luego del encuentro clásico que se definiera con el memorable gol de Ariel Nahuelpán, acusó a los jueces de ladrones, además de amenazarlos solapadamente en los micrófonos de un informativo, pero esto jamás fue denunciado por la cuarteta ni el veedor y tampoco la asociación que nuclea a los árbitros se manifestó públicamente condenando semejantes declaraciones.

La falta de ecuanimidad es explícita. Se persigue a unos mientras se hace ‘la vista gorda’ con otros.

Aunque parezca raro, dada la resonancia que suelen tener estas situaciones, ningún periodista se ha hecho eco de una tremenda dualidad de criterio por parte de quienes dicen impartir justicia en el fútbol.

¿Cómo se consigue ese silencio?

Existen varias formas y prácticas de coerción o censura previa que conoce todo aquel que participe en la actividad de los medios. Desde el club albo, las posiciones -respecto de sus intereses y ante determinados postulados- son radicales y generaron un grado de temor que muchos comunicadores optan por evitar algunas afirmaciones para prevenir posibles señalamientos u otras consecuencias que afecten su trabajo.

Esa presión ejercida es la que, por ejemplo, ha llevado a que relatores, comentaristas, periodistas, locutores, editorialistas o vestuaristas que llamaban decano a Peñarol dejaran de hacerlo.

No es algo casual ni aislado. Desde filas de nuestro tradicional adversario se ejecuta un estratégico plan de comunicación con el que lograron instalar en las mentes permeables de sus fieles que existe un “sistema” que los perjudica.

Importantes dirigentes, entrenadores, funcionarios, referentes, jugadores, ex futbolistas, periodistas partidarios, otros comunicadores, personalidades de la farándula, influencers, foristas y hasta el más ignoto de sus socios e hinchas denuncian (accionar que se les ha vuelto costumbre) la ejecución de una especie de conspiración que incluye a: los gobiernos de turno en su conjunto sin distinción de colores, ministros, legisladores, jueces y fiscales, presidentes de secretarías, administraciones y entes, autoridades de los organismos rectores del fútbol, el Colegio de Árbitros, los medios masivos de comunicación, empresas vinculadas al deporte y otros innumerables supuestos aliados, complotados para damnificar al segundo club en popularidad de nuestro país; idea que sólo en sus cabezas fantasiosas y fabuladoras, negacionistas de los hechos o ajenas a la realidad puede caber.

Llevan 20 años repitiendo ese invento falaz e insostenible (y muy fácil de rebatir).

Y no es que lo hagan para satisfacer una necesidad insatisfecha al saberse menos en todos los ítems en los que se comparan con nosotros, por mitomanía compulsiva o para calmar su complejo de inferioridad. Se trata de una efectiva metodología de victimización y presión; ya que la difusión de esta falacia y su posicionamiento en el imaginario colectivo les han resultado y permitido revertir una tendencia de un siglo.

Lógicamente, la complicidad de los grandes medios y formadores de opinión es un factor clave.

Analicemos los números.

Como siempre, descubriremos -y dejaremos en evidencia- que su fiel amiga la mentira tiene patas cortas.

Alcanza con observar el promedio de campeonatos ganados por ambos grandes entre 1900 y 1997 (establecemos este mojón arbitrario ya que en 1998 se funda la empresa de la T, a la que le endilgan un papel protagónico en su ‘drama’ de ficción).

Entre 1900 y 1907 se disputaron 7 campeonatos, ganando Peñarol 4, Nacional 2 y 1 Wanderers. No se jugó el de 1904. En este lapso, el decano obtuvo más de la mitad de los torneos anuales organizados por la Uruguay Association Football League.

Luego vino la Liga Uruguaya, período de sequía para el Club del Pueblo, cuando entre 1908 y 1914 sólo lográramos 1 uruguayo; aunque la superioridad se sostuvo, ya que la institución fundada por los privilegiados universitarios de la aristocracia también obtuvo apenas 1 conquista. Fue River Plate F.C. el más laureado (4) y Wanderers acumuló otra copa.

Tras esta etapa, comenzó la segunda mitad de la Era Amateur de la Asociación Uruguaya del Fútbol, se dio el CISMA y los campeonatos de la Federación y el Consejo Provisorio, validados por el Laudo del Presidente Ing. José Serrato y homologados por las autoridades de la AUF. Entre 1915 y la llegada del Profesionalismo, Peñarol ganó los campeonatos de 1918, 1921, 1924 (FUF), 1926 (CP), 1928 y 1929. Nuestro clásico rival, con los 8 que conquistó en ese curso de la historia de nuestro fútbol, logró empatar la línea de títulos. Wanderers por duplicado y Rampla en una ocasión levantaron la copa.

Por lo tanto, en los años de competencia amateur, de los 31 campeonatos disputados y considerados, Peñarol ganó 11, el club que alquilaba el viejo y extinto Parque Central también 11, y tres equipos menores (Wanderers 4, River 4, Rampla 1) los 9 restantes. Haciendo una cuenta sencilla, cada equipo grande se coronaba en aproximadamente 1 de cada 3 ligas.

En la Era Profesional esa paridad clásica quedó atrás.

Desde 1932 y hasta 1997 se disputaron 65 campeonatos (el único que no finalizó fue el de 1948 por la huelga de jugadores). Peñarol ganó 34. ¡Sí, 34! Más de la mitad (el 52%). El predominio local, sumado al internacional, fue absoluto y aplastante durante más de medio siglo. El club fundado en Punta Carretas y con sede en La Blanqueada gritó campeón en 24 ocasiones (37%). Las otras 7 conquistas fueron de Defensor Sporting (3), Central Español, Danubio, Progreso y Bella Vista (1) en lo que se considera ‘el Quinquenio de los chicos’.

El promedio de todo el Siglo XX hasta ese momento, contando los 96 campeonatos, estuvo determinado porque Peñarol ganó 45 uruguayos (un 47%)… casi 1 cada 2, mientras que la institución de camiseta blanca con bolsillo logró 35 vueltas olímpicas (promediando un 36.5%).

Por ese entonces, finalizando los 90’s, nadie hablaba de “sistema. Este concepto es una creación de los traumados conocidos como Quinquennials: una generación afectada por la paternidad clásica de Peñarol.

Igualmente, vale preguntarse: ¿Cómo fue que una tendencia tan clara perdió toda su fuerza al límite de invertirse en las últimas 2 décadas?

Tras el segundo Quinquenio de Oro de Peñarol, doloridos por la hegemonía y buscando soluciones para contrarrestar la supremacía arrolladora que llevaba ya siete décadas consecutivas, en la sede de 8 de octubre retumbó la frase del presidente entrante: “Si querés cambiar esto y ayudar al club, hacé la carrera de árbitro o de periodista”.

Así, desde 1998 y hasta la actualidad, construyeron lo que hoy es una realidad muy favorable a nivel arbitral y la absoluta funcionalidad de la prensa blanca servil en la formación de la opinión pública. Accionar que fue complementado por un trabajo estratégico a nivel escritorios, plagando toda la AUF con hinchas tricolores, ocupando la Secretaría de la Asociación durante varios lustros y colocando en lugares y cargos trascendentes a ciertos personajes que dicen representar los intereses de clubes menores, la propia Mutual u otros grupos de interés pero que, en realidad, responden directamente al binomio de ‘el Turco’ y ‘el Doctor’.

La cuenta es simple. La comprende un pre-escolar. Incluyendo los especiales, ganaron 13 uruguayos de 24. Peñarol logró dar la vuelta en 7 ocasiones. Los otros 4 se los llevaron Danubio (3) y Defensor (1).

Datos tan reales como incontrastables. Parafraseando al Contador Damiani: los números no mienten.

Entonces, ¿Cómo es que el club supuestamente favorecido por el “SISTEMA” pasó de ganar 1 cada 2 a promediar sólo un 30%, y los “perjudicados” por este complot generalizado llegaron a ganar campeonatos locales como nunca antes en su historia?

Eligiendo a los presidentes de la Asociación Uruguaya de Fútbol, mediante su posicionamiento a nivel del Colegio de Árbitros y haciendo crecer a sus periodistas partidarios disfrazados de imparciales.

Sin resistencia de nuestra parte y de manera sigilosa e inteligente, coparon la AUF, los medios masivos y el arbitraje, ámbitos de poder más que sensibles en los que con absoluta impunidad y sin ningún escrúpulo obtienen las famosas “garantías”.

“Ganar en todas las canchas”, le dicen.

No es algo que vaya a cambiar en seis meses ni un año o dos pero tenemos que empezar a librar batallas para recuperar la posición que le corresponde al club y asegurarnos competir en igualdad de condiciones.

Como informara el querido Wilson Méndez en sus redes y confirmara el propio presidente en Peñarol Sin Filtro, Ruglio acudió a la reunión que mencionamos al inicio de este editorial con un documento para exhibir ante los árbitros y solicitar explicaciones.

Pueden observarlo ustedes mismos.

Datos, no opinión.

Analizando la información de los últimos años se confirma lo que ya dejó de ser una suspicacia

Los porcentajes de puntos ganados por unos y otros están directamente relacionados con alcanzar o mantener la categoría internacional u obtener designaciones para partidos de competencias continentales.

Fue muy notorio en el último tiempo que jueces que tuvieron actuaciones deficientes a nivel local y perjudicaron directamente a Peñarol definiendo partidos, torneos y campeonatos, fueron recomendados y convocados para dirigir a nivel CONMEBOL.

El mecanismo está muy aceitado y reporta importantes dividendos. Son designados para todas las fechas en el medio local, ejecutan su tarea cumpliendo las expectativas (para evitar terminar dirigiendo en la Liga de Tala) y son premiados con la remuneración más los viáticos que paga la Confederación por arbitrar en el exterior.

No lo ve el que no quiere o el que no le conviene.

Repasen y hagan memoria o busquen quiénes pitaron en todas las instancias (hasta finales) de Libertadores, Sudamericana, Recopa y Copa América, en cancha y/o con el famoso VAR. Hagan ese ejercicio. Se van a encontrar con muchos nombres y apellidos conocidos.

Los datos comparativos son escandalosos y no resisten discusión. Realmente evidencian tendencias muy claras y preocupantes.

Con 4 de estos árbitros dirigiendo, el club adicto a las denuncias logra ¡más del 75% de los puntos! (cuando su promedio es de 69%) y con 6 de ellos consiguen entre un 4% y hasta un 18% más de puntos que Peñarol.

Ahí está la diferencia que les permite hacerse con la Tabla Anual y acceder a las definiciones.

Fíjense lo bien que le va a la institución sin acta de fundación con Ferreyra, Cunha, Ostojich, Tejera y Riveiro… Extrañamente (?) a nosotros nos va mucho peor con los mismos jueces, hasta en los años que logramos ser campeones con amplia ventaja gracias al poderío del plantel.

A esos números inquietantes se le suma la inexplicable situación de los árbitros internacionales con los que Peñarol logró mejores resultados, sin ser los ideales ni mucho menos (apenas un 66%), que no dirigen partidos del decano desde el campeonato pasado, y tampoco fueron designados para ningún encuentro del segundo grande. Al mismo tiempo, sí se repiten otros que tuvieron reiterados “errores humanos” en nuestra contra y a su favor.

Lamentablemente, nada de esto tuvo ni tendrá su debida difusión y análisis gracias a la connivencia de periodistas que deberían ejercen su rol, investigar e informan a la sociedad, pero prefieren atender y publicar otros asuntos, mientras callan y ocultan este accionar indecente que atenta contra la deportividad.

Por último, pero no menos importante, un llamado de atención a nuestros hinchas.

Basta de repetir la falacia que instala la prensa cómplice diciendo que “Peñarol no puede reclamar” cuando lo perjudican porque “juega mal”. Hemos visto buenos partidos de los equipos de López, Forlán, Saralegui y Larriera en los que sufrimos despojos alevosos; y también encuentros en los que el rendimiento no fue el mejor y nos quitaron deliberadamente la posibilidad de sumar unidades. Sin hablar del último Clausura que fue escandaloso el nivel arbitral, sólo en el este Apertura llevamos -mínimo- 8 puntos perdidos por decisiones de los jueces (2 con Plaza, 2 con Wanderers, 2 con Villa Española, 2 con Liverpool), sin contar el encuentro en la cancha inaugurada en 1944. Otros juegan bien, regular, igual de mal o peor, pero -gracias a los beneficios y favores- sin merecerlo, consiguen los puntos que hicieron y hacen la diferencia.

En el primer clásico en Nuevo Parque Central, la no expulsión de uno de sus jugadores a los 15 minutos condicionó el resto del partido. Luego uno de sus zagueros le aplicó un golpe artero y desleal al ‘Cuervo’ Torres y la jugada ni siquiera fue revisada por el VAR. Igual ya teníamos el pésimo antecedente de una final con VAR en la que Cunha, tras revisar un claro penal, decidió no cobrarlo. Parecen detalles, pero no lo son.

En la Sudamericana, con árbitros extranjeros, se pudo ver la diferencia: NO AUDAF, NO PARTY.

Defendamos siempre a Peñarol.

Todos juntos.