«Voy a contarles una historia, es una historia común, alguna coincidencia con ustedes pura casualidad, una historia de sabor popular tan bien distinguido» dice uno de los tantos temas hechos para Peñarol.

A mis 28 años me tuve que ir a vivir a Cataluña, precisamente Barcelona, su capital. Sin embargo, también trabajé un tiempo en Gerona y en Tarragona. Me considero un Manya hasta la médula. Empecé a ir a la cancha allá por el 2006 cuando me dejaron ir solo, o con algún amigo del barrio. Piqué papelitos, lancé serpentinas, una vez por unos minutos toqué el bombo y me sentí en el paraíso, ignorando todo lo que había por detrás del mundo de las barras. Esa no era la intención, la intención era alentar, como sigue siendo hasta ahora.

Fui a Liniers a la semifinal con Velez y la recuerdo con muchos detalles. No vi el penal del pelado Silva, sino a mi amigo, su cara literalmente explotó de felicidad, el grito y la euforia de la gente, cómo terminó todo. Es imposible desapegarse de todo eso, pase el tiempo que pase, cada uno está identificado con muchos momentos de Peñarol que nos van acompañar para siempre, incluso momentos más insignificantes, como una victoria contra Rentistas, que fue una de mis primeras idas al estadio, y la primera de tantas veces que me junté en el Disco de 8 de octubre y Garibaldi a hacer previa. Esa rutina luego se convertiría en tradición. Varios viajes internacionales, en bus, muchas horas, con muchos tipos de hinchas de Peñarol, y mucho vino, por no nombrar otras cosas. El recordado 5 a 0, y muchos partidos más. Aunque hubiera preferido vivir la década del 60, o al menos en los 90 haber tenido un poco más de años, sé que en esta vida algo parecido a eso, tarde o temprano, nos va a tocar vivir.

Hoy me encuentro lejos de todo eso, trabajando en una oficina cerca de la zona de la Barceloneta, con gente de varias nacionalidades. Predominan los catalanes, pero hay suecos, alemanes e italianos, y algunos más que nunca hicieron ni la mitad de las cosas que hemos hecho los Manyas. Reconozco que al principio, y por ser nuevo en el país, me decían que poco a poco iba a dejar de andar con cosas de Peñarol. Pasa el tiempo y eso no cambia. Hoy en día les gané por cansancio, a tal punto que admiran varias cosas. Les sorprende la cantidad de canciones que hay hechas para Peñarol, como la de «Peñarol pa’ todo el mundo», «7 letras», «Fuerza Peñarol», «Campeón del Siglo», y muchas más que suelo tararear día a día. Ni que hablar de la historia. Muy seguido me encuentran viendo videos de las hazañas en las Libertadores, incluso tengo un compañero «Millonario» que lo jodo bastante con el 4 a 2. Je.

Jamás hubiese imaginado que en tan poco tiempo me pasaran tantas cosas gracias a la camiseta de Peñarol. Cosas buenas, y otras no tanto. Por suerte, las buenas son más numerosas. Me atrevo a confirmar que gracias a la camiseta de Peñarol, varios uruguayos se acercaron a charlar, e incluso les desbloqueé un par de recuerdos. Son esos compatriotas que se fueron hace tiempo y por alguna que otra circunstancia la vida los llevó a alejarse del Mundo Peñarol. Me da terror pensar de que eso me pueda pasar a mí.

Hay algunas otras curiosas, como la de un serbio, que caminando por Lloret de Mar me paró para elogiarme la camiseta y decirme un par de datos que me dejaron de cara. También un inglés, hincha del Manchester United, pero que el padre es hincha del Aston Villa. Le dije del 82 y no sabía. A los días lo veo y me dice «Sí, le comenté a mi padre y me dijo que hasta el día de hoy está puteando a Peñarol. También quiero mencionar a la infinidad de uruguayos que te ven y tocan bocina, te gritan «vamo arriba el Manya», y hablás un rato, es algo que nos une instantáneamente.

Sería absurdo escribir todas, pero me quedo con el caso de Juan, un minuano que hace 37 años está en Barcelona. Lo pueden encontrar por la Playa Barceloneta repartiendo volantes para un bar gallego, pero si te ve con la aurinegra se le pianta un lagrimón y te agarra para hablar un buen rato, cosa que me paso a mí.

Iba paseando muy tranquilo y se me acerca un tipo con pinta de mozo a decirme «Chaval, tengo un compañero que quiere hablarte». Yo, un poco sorprendido digo «¿qué quiere?», a lo que me responde «Es un abuelo, es por tu camiseta». Miro y me hacía señas para que fuera, ya que camina un poco lento, y empezamos a charlar del Carbonero. Estaba al tanto de todo, me preguntó por el Cebolla, por los cambios que hace Forlán, y me pidió fotos del Campeón del Siglo. Dice que las que hay en internet ya las vio todas. Hasta que vino su jefe a decirle que se ponga a repartir y este le contesta «Ehh pará, ¿no ves que está con la camiseta de mi equipo? Y no la del Madrid ehh , Peñarol, es la del glorioso Peñarol». Su jefe contestó con un fuerte acento algo así como «Uhh otra vez hablando de Peñarol», se da vuelta y se va, rendido. Un grande Juan, paso seguido por ahí camino al laburo. Compartimos unos mates y sigo mi rumbo, no sin antes hablar del partido de la semana, y también me comenta mucho de Valverde, ya que acá como dije antes, se hizo fana del Real Madrid.

Por otro lado, hay gente que te dice con desdén «Seguís usando la de Peñarol, dejá eso un poco de lado». Lo triste es que hay varios uruguayos que te dicen eso, como si les diera vergüenza o reniegan su pasado. Yo cada día que pasa soy más uruguayo y más carbonero. Más conozco nuestra historia, nuestra música, nuestra cultura, más extraño, más lo recalco, y más en el pecho lo llevo. Así como la camiseta de Peñarol, tengo la de Uruguay, pero la del día a día es la aurinegra. La que me da sorpresas. Si salgo con la típica Hering negra no pasa nada, pierde toda la magia, y como mucho el que me habla es un policía, para que maneje la bicicleta sin usar el cel, o que no ande por la calle flechada, je.

Podría estar horas escribiendo, pero por hoy la última va a ser en el lugar de la foto, en Catalunya, pero cerca de la frontera con Andorra, una suerte de Piriápolis bajo nieve, se llama Vall de Nuria y es un lugar elegido por locales para ir a practicar ski. Hay pocos turistas y los que van son todos «catalanes de pura cepa». En fin, ahí estaba yo con la camiseta del glorioso, mientras mi amigo dormía en el hotel. Yo merodeaba el bar, me pido un refuercito de jamón serrano y un café con leche, cuando de repente, el que laburaba en la barra, un catalán, me mira de refilón y me dice…»Peñarol Ehh», en eso le digo «Sí, seguís fútbol se ve». A lo que me responde «Nahh, no mucho, pero el sí», y grita «Ricardoooo». En eso se acerca un canoso con cara de tujes, ya que era muy temprano, y cuando me ve dice «Alaaa», una palabra catalana que significa asombro, y sigue «¿qué haceee carbonero?», con alta voz yorugua. Resulta que Ricardo es un manya más viviendo por acá desde el 2000. Por temas de horarios y trabajo no puede ver los partidos, pero trata de estar al día con todo, y tiene a todos los compañeros españoles aturdidos con Peñarol. Cada uno que pasaba tiraba algún comentario jodiéndolo por estar hablando conmigo. Un argentino tira «Fa, con lo que jode este con Peñarol, ahora que vio al pibe, no labura más».

En alguna otra que los amigos de PyD me permitan, contaré más cosas que faltan, pero por el momento me retiro con esta frase: «En cualquier parte del mundo, te encontrás con un hincha de Peñarol, no lo viste nunca en tu vida, y es tu hermano».

La recuerdo de la película «Manyas», no he viajado mucho, pero en Suecia también tengo alguna que otra anécdota con la rayada ilusión. Soy uno de los tantos uruguayos en España, y me pasan estas cosas, no me quiero imaginar los que andan por lugares más remotos. Somos una cosa de locos.

¡¡Viva siempre Peñarol!!

Leonardo Araujo