A 23 años de una gesta que marcó a fuego a propios y ajenos. Como no podia ser de otra forma, se ganó a lo Peñarol.

La llegada de Gregorio Pérez en 1993 implicaba mucho más que la búsqueda de resultados. Con el arribo de Don Gregorio, se buscaba reivindicar la identidad de Peñarol y formar un equipo que entendiera a la perfección lo que significa la camiseta amarilla y negra. «Yo quería que Peñarol volviera a sus orígenes futbolísticos, que recobrara la mística. Eso solo se podía lograr con una mentalización y recordando mucho la historia de Peñarol» diría el técnico. Pablo Javier Bengoechea lo recuerda de la misma forma. «Quería retomar la mística, que se luchara hasta el minuto 90. Que Peñarol ganara a lo Peñarol». El tiempo le daría la razón y motivos más que suficientes para ser considerado uno de los principales exponentes de la identidad peñarolense.

Las anécdotas sobre aquellos primeros entrenamientos son varias. Todos ellos se caracterizaban por una alta intensidad y exigencia fisica. «Nosotros vivimos para Peñarol y no Peñarol para nosotros» era el lema de Gregorio. No se puede acotar nada sobre palabras tan elocuentes.

Los primeros pasos

El primer partido del Uruguayo 1993 fue un magro empate sin goles ante Defensor pero ya en la segunda se le ganó a Danubio 3-2…de atrás. El primer triunfo llegaría con el sello de la casa, a lo Peñarol. La prueba de fuego era el clásico y se ganó 1-0 con gran muestra de personalidad, algo que se volvería más habitual que de costumbre en aquellos años.

En la segunda rueda se volvería a obtener el triunfo, en un encuentro donde Nacional llegaba como el favorito de la prensa, pero ganó Peñarol. Una fórmula repetida. Así se llegó al partido del 5 de diciembre, la última fecha ante Cerro en el Estadio Centenario. Aquel día, los Peña empataron 1-1 con el equipo albiceleste y se coronaron campeones uruguayos. Todo aquel que conozca un poco la historia de nuestro fútbol, recuerda el mar de gente en el césped del Centenario dando la vuelta olímpica. El club del pueblo en su máxima expresión.

El novedoso campeonato de 1994

Para esta temporada se incluiría una modificación en la modalidad de juego. A partir de ese momento, el Uruguayo se dividiría en dos torneos cortos que enfrentarían a sus ganadores en finales por el título. Aquel Apertura de 1994 terminaría en manos de Defensor Sporting a raíz de una sanción impuesta a Peñarol, pero quedaba la bala del Clausura.

El 9 de octubre (cruel el destino al elegir la fecha), Peñarol salió a la cancha sabiendo que necesitaba ganar para seguir con vida, ante un Nacional que llegaba invicto y con 3 puntos de ventaja. Y ganó Peñarol, nomas. Y se ganó también el Torneo Clausura. Y la tabla acumulada. Y se clasificó a las finales ante Defensor Sporting, que se ganarían con la impronta de la historia aurinegra: de atrás, peleando y empujando hasta el último minuto.

Las dos primeras finales terminarían empatadas por el mismo score: 1-1, por lo que manyas y violetas debían verse las caras una vez más, el 20 de noviembre. Y la cosa empezó linda para los del Parque Rodó, ya que la parte inicial terminaría 1-0 en favor de la Viola gracias a un gol de Almada. Incluso en la segunda mitad parecía que se lo podía llevar Defensor, el Campenato estaba al alcance de la mano para el fusionado. De hecho, en los relatos se pueden escuchar frases como «Defensor cada vez más cerca de la vuelta». Pero cuando está Peñarol en cancha, los milagros están a la orden del día.

Un gol de Baltierra a 15 minutos del final igualaba las cosas y le agregaba al partido ese dramatismo adicional de la definición palmo a palmo. Parecía que se iba a los penales, hasta que en la hora llegó el famoso cabezazo de Dario Silva sobre el arco de la tribuna Colombes. «Se termina, ahí va el centro… ¡GOL!». Peñarol lo daba vuelta en la hora y se llevaba un campeonato que había ganado en la cancha, pero por circunstancias extra deportivas debía definir en finales. Apenas quedaba tiempo para un remate peligroso del elenco fusionado, en el ingreso al área grande, que terminó en las manos del Gallego Ferro, que ofrendaba la pelota a nuestra tribuna Amsterdam. Campeonato ganado. Y ganado a lo macho, a lo Peñarol.

Tricampeones en 1995

El año empezó movido y las emociones no tardarían en llegar. El torneo Apertura parecía perdido a unas fechas del final, pero los triunfos ante Rampla y Defensor daban cierta esperanza para la última fecha. Aquel día, el Decano perdía 1-0 frente a River Plate y parecía que se le escapaba definitivamente el Apertura, pero un agónico gol de Bengoechea a solo dos minutos del final empataba el partido, la punta y forzaba una final ante Liverpool. Final ganada y pasaje a la definición del Campeonato Uruguayo.

El Torneo Clausura se escapó en la definición por penales, pero a lo largo del mismo se obtuvo un triunfo resonante. El clásico del Clausura se jugó en la primera fecha y los albos, fiel a su costumbre, se dedicaron a hablar más de lo que ganaron.

«Nacional venció en el Apertura con el mismo plantel, mostrando una clara superioridad» decía Kanapkis. En la misma línea declaraban Milton Gomez, al afirmar que «Nacional tiene el mejor plantel del medio», y Claudio Milar, quien sostenía que «Nacional vencerá porque tiene mejores individualidades». El partido lo ganó Peñarol, como casi siempre que el ambiente está caldeado, y las tapas de diarios y revistas volvían a remarcar la mística manya.

Pero ellos no aprendían, y de cara a la definición del año (finales de Clausura y Uruguayo) las declaraciones volvían a ser moneda corriente por parte del plantel tricolor. «Estoy seguro de que vamos a vencer, creo que existe una diferencia en la calidad futbolística y notoriamente favorable a Nacional», fueron las palabras de Carlos Nicola. Todas estas declaraciones motivaban aun más a Peñarol, incluso es conocida la frase de Pablo Javier Bengoechea: «estos muchachos están locos, pierden y pierden y siguen hablando».

La prensa acompañaba la tesitura de Nacional. Según Da Silveira, «Bengoechea, desequilibrante en 1993 y 1994, no ha tenido un buen año». Igualmente le reconocía al 10 su invaluable aporte desde la pelota quieta, pero los conceptos eran claros. Finalmente Nacional logró el Clausura por lo que debían jugarse finales por el Uruguayo, las de verdad.

Ellos seguían igual de inflados. La primera final fue triunfo 1-0 con un golazo del Profesor. «No pude hacer nada, la pelota hizo una cosa rara en el aire» decía Nicola, después de ver el gol desde un lugar VIP: arrodillado en la línea del arco.

El segundo partido lo ganó Nacional y las declaraciones rimbombantes alcanzaron su pico. Incluso, tal como cita Luciano Álvarez en su obra, hubo dirigentes albos que declaraban verdaderos disparates. «El Campeonato Uruguayo sin ninguna duda será nuestro» llegaban a decir los más imprudentes. Capaz hablaban del otro, o el siguiente, o el posterior.

El 15 de noviembre se jugó la tercera y decisiva final. El manya se puso en ventaja con gol del Bola Lima, de recordado festejo de cara a la tribuna Colombes donde se encontraba la hinchada de Nacional. Luis Romero amplió ventajas y el aurinegro debió enfrentar los últimos 20 minutos de partido con 9 jugadores contra 10 de Nacional. Los albos lograron descontar a los 87 y al momento de reanudar el juego, se liquidó el partido. Movió Peñarol, la pelota a la banda para Bengoechea, el 10 enfiló hacia el área y definió abajo, sutil, al primer palo. Peñarol tricampeón uruguayo.

Primero había que ganar el cuarto

El arribo de Jorge Fossati a la dirección técnica de Peñarol fue la primera vez en la cual se escuchó la palabra «Quinquenio» en la interna. «Para ganar 5, primero tienen que ganar el cuarto» les dijo el experimentado DT. En ese momento, el plantel tomó conciencia de lo que significaba ganar 5 títulos al hilo, algo que solo había ocurrido dos veces en la historia. Peñarol estaba a punto de inclinar la balanza a su favor.

El 12 de mayo se jugó el clásico del Torneo Apertura y una vez más, la prensa y el plantel bolsilludo especulaban con su «favoritismo» basado en nada. Para colmo, el árbitro expulsó de forma absurda a Bengoechea, el mejor jugador del fútbol uruguayo. «Se hizo expulsar por inútil protestón» afirmaba Jorge Crossa, en una declaración poco feliz. Pese a los pronósticos y las dificultades, el Decano se impuso 2-0 y terminó con el Vasco Aguirregaray en el arco por expulsión de Sergio Navarro.

Una vez más Peñarol ganó el Apertura y Nacional el Clausura, por lo que debían definir el título en una serie mano a mano. En la previa, lo de siempre. «Estamos bien, Nacional llega siendo amplio favorito. Todo el mundo resalta lo bien que anda Nacional y lo mal que anda Peñarol». Las declaraciones son de Carlos Nicola, que a esta altura parecía escapado de una película cómica.

En la previa a la primera final, jugada el 13 de octubre, se vivió una verdadera simbiosis entre el equipo y la hinchada, que acompañó al plantel con una famosa caravana desde Los Aromos hasta el Estadio. «En Peñarol uno juega con ventaja porque toda esa gente te empuja tanto que vos sabes que no podes perder, la hinchada te lleva a ganar» recuerda Martín Rodríguez.

La previa y llegada al coloso de cemento atesoran una anécdota con el ómnibus de Nacional. En un determinado momento y por azar del destino, ambos vehículos se cruzaron en su ruta, ante lo cual el plantel aurinegro se enloqueció pidiéndole al chófer que aventaje al ómnibus tricolor. Lo hizo y ahí se produjo un quiebre, según recuerda el propio Rodríguez: «Cuando los pasamos, vimos la diferencia: nosotros íbamos gritando y ellos muertos. Ahí empezamos a ganar las finales». Los clásicos se habían vuelto una tortura para Nacional y nadie era ajeno a esa realidad.

Aquel primer partido terminó con victoria decana por 1-0 con gol del Negro Tais. Sí, el Negro Tais, así como lo conoce el hincha de Peñarol. El segundo partido se empezó a ganar desde el momento que los equipos salieron a la cancha. «Llegamos al estadio y ya vimos que éramos campeones porque la hinchada de Peñarol era abrumadora mayoría. Ahí está la diferencia: si Nacional hubiera ganado el primer partido, la hinchada de Peñarol igual hubiera ido al Estadio. Pero la de Nacional no estaba» dice Martín Rodríguez para esa magnífica obra que es «Historia de Peñarol». El capitán del equipo, Pablo Javier, les hizo notar lo mismo a sus compañeros: «Mirá lo que es la tribuna, no podemos perder».

El partido terminó 1-1 y el delirio del pueblo manya no se hizo desear. Tetracampeones y en busca del Quinquenio, como declaraba un alegre Bengoechea apenas terminado el partido. La prensa volvió a hacer de sus papelones y en el balance anual se eligió a Miguel Puppo, de Nacional, como el mejor DT; a Recoba, de Nacional, como el mejor jugador; y a Nacional como el mejor equipo. ¿El campeón? Peñarol.

1997: El paso final a la gloria

Con el pasar de los años, algunos partidarios de Nacional han intentado desprestigiar el Quinquenio logrado en 1997. Vale la pena detenerse unos minutos para recordar las declaraciones de los candidatos a la presidencia tricolor en vísperas del Uruguayo 1997.

Carlos Telleria sostenía que «se debe cortar ya la racha de Peñarol» (El Observador, 28/10/1996)

Julio Aguiar, diputado y distinguido fanático de Nacional iba un paso más allá. «Lo que me interesa es cortarle el Quinquenio a Peñarol. Me importa más ganar la Copa Uruguaya que la Libertadores». (El País, 18/4/1997)

Carlos Nicola no titubeaba al hablar. «Nosotros tenemos que hacernos eco de lo que quiere la gente, y la gente quiere que Nacional sea campeón y Peñarol no llegue al Quinquenio» (El País, 5/5/1997)

Juan Ramón Carrasco tampoco. «Ojalá podamos quitarle el Quinquenio a Peñarol».

El mundo fútbol de nuestro país solo hablaba de una cosa: el posible Quinquenio de Peñarol. Los mismos que hoy pretenden hacerse los desentendidos, se desvivían por un título que les permitiera cortar la racha de Peñarol. Los que hoy miran hacia un costado, son los mismos que lloraron durante noches interminables a lo largo de aquellos cinco años.

En Peñarol destacaba el retorno de Gregorio Pérez a la conducción técnica y sorprendía la contratación de Juan Carlos de Lima, figura vinculada a Nacional y sus últimos logros. El destino traería lo mejor para el artillero y su pasaje por el Decano. Lo normal, la camiseta de Peñarol te cambia la vida.

Nuevamente, las declaraciones cruzadas en la previa al clásico del Apertura. Como recuerda Bengoechea, «siempre fue igual, ellos hablaban y nosotros ganábamos los campeonatos». Aquel partido no fue la excepción. Peñarol jugó con 10 durante varios minutos y ganó 2-0, sin sobresaltos.

Sin embargo, el Apertura terminó en manos de Nacional, quién se animaba a cantar en un desaforado vestuario (demasiado para tan poco) el clásico «un minuto de silencio». La prensa los inflaba aun más: «Nacional se consagró campeón del Apertura y comenzó a cumplir el sueño de cortar la hegemonía de su tradicional adversario».

El Clausura empezó difícil, incluso se perdió en la AUF un partido ante Rampla suspendido por incidentes. Hoy, aquellos que sufren de amnesia pretenden hablar de sistema. El torneo se hizo muy cuesta arriba y el 14 de setiembre Defensor parecía hundir las chances de Quinquenio con una dramática victoria 3-2. Al otro día, El País publicó una tapa tan infeliz como recordada: ¿QUIN…QUÉ?

Para todos, ahí se terminaron las chances de Peñarol. «El Quinquenio de Peñarol pasó a ser una ilusión muy lejana» se podía leer en las páginas de El Observador. Se equivocaron, no habían aprendido nada durante los años anteriores.

Después de aquel traspié, Peñarol quedaba obligado a ganar todo que tenía por delante. Así se venció a Liverpool y Danubio, llegando al clásico del Torneo Clausura con una luz de esperanza. Un empate hubiera bastado para cortar las aspiraciones carboneras, y lo cierto es que el panorama no era nada alentador al ver que Nacional dominaba el partido y ganaba 3-1. Pero como tantas otras veces, la camiseta del Decano lograría el milagro y se llevaría los 3 puntos, a lo Peñarol.

La alegría era inmensa pero aun no se había ganado nada y el objetivo parecía bastante lejano. El siguiente partido repitió resultado, dramatismo y hasta al autor del gol del triunfo. El inolvidable 4-3 a Cerro con el golazo de Juan Carlos de Lima en el último minuto del partido.

En la última fecha se le ganó con lo justo a Huracán Buceo (1-0) y ya se empezaba a pensar en la definición del título. Una vez más, los tradicionales rivales debían verse las caras. Se trata, sin dudas, del clásico más trascendente de los últimos 30 años. Así lo entendió todo el ambiente que no dudo en bautizarlo como «El Clásico de la Muerte».

Nacional se puso en ventaja y se fue al descanso un gol arriba. No era una situación ideal pero tampoco un panorama desolador para un equipo acostumbrado a las hazañas. Sin embargo, el inicio del segundo tiempo trajo consigo un baldazo de agua fría para Peñarol. Gol de Nacional y partido 2-0. Hasta el día de hoy es posible escuchar a la parcialidad de Nacional festejando un triunfo que nunca llegó.

Peñarol se repuso, logró descontar, empatar y darlo vuelta. 3 a 2, a lo Peñarol. Triunfo para la mejor historia y clasificación a las finales con Defensor Sporting. Esos últimos partidos no fueron tan dramáticos y se resolvieron de manera mucho más holgada. Triunfo por 1-0 con golazo de Serafín García en el primero y goleada en la noche del 12 de noviembre. Peñarol 3 a 0, Quinquenio y delirio de la hinchada más grande del país.

El Segundo Quinquenio de Peñarol era una realidad y los mismos que en su momento se tomaban el atrevimiento de sepultarnos con frases poco felices y títulos amarillistas, ahora tenían que rendirse ante el monarca del fútbol uruguayo. Algún día deberán aprender que si nos dan por muertos, les vamos a terminar ganando como más nos gusta, a lo Peñarol.