De la fundación de los equipos grandes del fútbol uruguayo ya pasaron muchos años, más de un siglo para cualquiera de ellos. Sin embargo, el ADN de un club no se modifica con el tiempo. Su origen, su identidad, su nacimiento, son elementos que van a acompañar la vida institucional eternamente.

Peñarol siempre tuvo su identidad marcada, pronunciada, distinta; pero no distinguida. Y nosotros estamos orgullosos de ser lo que somos: el cuadro del pueblo.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte, se ha visto una generación de desnorteados que intentan usurpar el rico patrimonio de Peñarol, que es más que las copas, la paternidad clásica o la superioridad en títulos: es su gente. Su maravillosa gente y su origen popular.

Ya sabemos que discuten todo y que viven a nuestra sombra, pero hay dos cosas que en esta tierra nunca estuvieron en tela de juicio: la paternidad y el carácter popular de Peñarol. Aquel que en el Siglo XX, ya era llamado «el Club del Pueblo».

Hoy, para esos que gritan ser pueblo, después de más de un siglo de elitismo, les dejamos en claro algunas cosas.

Los orígenes

Fragmento de «Barrio Peñarol: patrimonio industrial ferroviario»

Peñarol nació en la empresa del Ferrocarril Central, ubicada en la Villa con su misma denominación. Empresa inglesa, algo innegable. Inmigrantes, como prácticamente toda la población de este bendito país.

Desde su fundación incorporó a los sectores más populares en sus equipos y en su masa social. Nació con el nombre Central Uruguay Railway Cricket Club, pero todos desde sus comienzos lo llamaron Peñarol. Acunado en una villa obrera, acogió primero a los trabajadores del ferrocarril y luego a los hijos de éstos, que habían emigrado de la vieja Europa.

Peñarol no se limitó a los ingleses, ni se limitó a un solo país. Entre los 118 socios fundadores del Decano, figuran 72 ingleses, 45 criollos y hasta un alemán. Porque nosotros no somos ni ingleses, ni criollos: somos el pueblo, sea cual sea su procedencia o su color de piel, algo que en otras tiendas estaba reservado para unos pocos…

Más allá de nacionalidades o apellidos, la esencia está en las personas. Fundado en la Villa Peñarol, por empleados de la empresa del Ferrocarril, el carácter obrero y popular de Peñarol es algo indiscutible.

Alejandro Sastre, aficionado a la historia del club tiene un por qué de la popularidad de Peñarol: “Es el cuadro del Pueblo porque fue su mayor propulsor en nuestro país. Encaramado a los rieles que por primera vez unían la República, lo difundió por los cuatro puntos cardinales, ahí logro la unión del interior con la capital, del rico con el pobre, del obrero y el patrón, todos en una misma cancha unidos por el oro y el carbón”.

De esta manera la bandera de Peñarol y sus colores fueron extendidos a través de todos los rincones de la patria. Por eso se apodó “El Cuadro del Pueblo”, expresión muy usada en los periódicos de comienzos del Siglo XX.

El hincha de Peñarol llenaba las canchas todos los fines de semana, y los trenes se desbordaban de carboneros cada vez que jugaba el primer equipo. Así nacía también el primer grupo organizado de hinchas, los cuales se harían cargo de cuidar y llevar la bandera de Peñarol a donde jugara el club.

Pero dediquemos unos minutos a ver el origen del Club Nacional de Football – porque lo decimos con nombre y apellido -, y podemos reconocer un club clasista. Fundado supuestamente el 14 de mayo de 1899 (sin registros del acto), la versión oficial indica que nace como un club nacido entre estudiantes universitarios de la aristocracia de Montevideo. Como cualquier persona sabe, los estudios universitarios en el Siglo XIX, no estaban al alcance de cualquier hijo de vecino. No se ataca a quien haya tenido esa oportunidad, pero dista bastante de un origen obrero y popular como el del club de las once estrellas.

Hasta ahí no hay nada malo, lo malo es mentir y pretender cambiar la historia 100 años después.

Peñarol fue siempre el cuadro más popular de este país. El que mueve las mayores masas y el que abarca los más grandes sentimientos. En ese sentido, vale la pena reproducir estas palabras del libro «Del fútbol heroico» de los hermanos Magariños Pittaluga:

«Peñarol, a diferencia de las otras instituciones nacidas entre los universitarios británicos o entre elementos pertenecientes al alto comercio y la industria, vio la luz del día en medio de los obreros de los talleres del ferrocarril, trayendo con su surgimiento aires de democracia. Por esto o por aquello, lo cierto es que Peñarol resultó el niño mimado y adorado por el pueblo, y lo exacto es, también, que jamás desilusionó al «respetable», y que por el contrario, le brindó generoso grandes satisfacciones y muchos días de divina alegría».

El mensaje es claro y queda poco por agregar, Peñarol fue siempre el niño mimado del pueblo uruguayo. Porque era su club, el de su gente.

Las mentiras que vinieron…

Con el correr del tiempo, la gente de Nacional empezó a querer apoyarse en su falta de documentación, para respaldar su supuesto «origen humilde». Capaz los niños estudiantes no tenían libro de actas, pero seguro ese club no tenia orígenes humildes.

Después vino el verso de los colores de Artigas. Algo insólito para un equipo que nace como fusión de otros dos (Uruguay Athletic y Montevideo F.C.), y que en sus primeros años solo utilizaba el color rojo y el azul, por dichos equipos. Años después, en 1902, luego del bicampeonato de Peñarol en 1900-1901 y de jugar 7 clásicos sin ganar ninguno (5 derrotas y 2 empates), deciden sumar otro equipo: el Defensa, probablemente intentando mejorar el poderío de un club que nació destinado a ser segundo.

Acá es donde aparece el color blanco en Nacional. Que a nosotros nos importa muy poco, pero no por eso los vamos a dejar mentir. De Artigas, nada.

Nosotros somos los manyas

El apodo de ‘manya’ nace con una intención ofensiva y despectiva, digna de un club clasista y antipopular. El encargado de las palabras fue Carlos Scarone, hermano mayor de Héctor, en la previa de la disputa de un clásico entre Peñarol y Nacional, amistoso, en julio de 1914.

Scarone, de familia aurinegra, había jugado anteriormente en Peñarol, con destacado pasaje. Sin embargo, tras un breve recorrido por el futbol argentino, regresó a nuestro país. Y se fue a Nacional. Después de la famosa remontada del 9 contra 11 por Copa Competencia, Carlos Scarone decidía «cruzar la calle» y pararse en la vereda de los clubes elitistas ya que «en los aurinegros no le daban nada, y en Nacional le pagaban» (Memorias de la Pelota, Alfredo Etchandy). Así llegaría su famosa declaración: «¿Quedarme en Peñarol? ¿A qué me iba a quedar? ¿A mangiare merda?».

El partido lo ganó Peñarol, como de costumbre. Pero ese día, más que el resultado, quedó en la historia por ser la fiel representación del espíritu y la esencia de un club y otro.

No solo la de ellos, que siempre fueron así. Si no también la nuestra, que lejos de renegar de nuestros inicios populares, adoptamos la ofensa y la convertimos en motivo de orgullo. Algo que ha pasado en muchos clubes del Rio de la Plata; los bosteros, las gallinas, los leprosos, los canallas, etc. Todos asumen características que nacieron como ofensas para transformarlo en orgullo. Nacional, sin embargo, sigue mirando para el costado y evita aceptar el mote que por derecho se ganó en cancha y por el cual se lo conoce en el folklore uruguayo: gallina.

Y ellos, los cuelludos…

Así como ostentaron siempre con orgullo su etiqueta negra de equipo elitista, tuvieron sus malos tragos por esa forma de ser tan especial y autóctona de Nacional.

En el inicio de la década de 1910, sufrirían una aguda crisis interna entre quienes pretendían integrar jugadores de origen humilde y aquellos que pretendían mantener el caracter elitista de la institución, los llamados ‘cuelludos’. Estos últimos eran fundadores de Nacional y verdaderos portadores del ADN nacionalófilo: la segregación.

En esa sintonía hablan las crónicas del diario El Día de aquellos años, donde se menciona el malestar de algunos personajes del CNdeF, por la inclusión de «una punta de mugres» (diario El Día 17/3/11). Así, perdieron valores como Ángel Romano, que fue a jugar a… Peñarol.

Como puede observarse en una página del tradicional rival, «no los aceptaban por su condición de obreros albañiles, por cuanto los consideraban de clase inferior».

Peñarol y Nacional caminan por veredas que no están destinadas a encontrarse, porque nosotros somos los manyas, y ellos los cuelludos. Así lo muestra la historia.

El Cuadro de los Negros

Gideón «Tatita» Silva

La evolución de las mentiras, llevó a decir que en Peñarol no se aceptaban jugadores negros, mientras que en Nacional sí.

Lo cierto es que en Nacional los primeros nombres que pueden manejarse son el de Antonio Ascunzi y Viamont. El primero solo jugó dos partidos contra el Bristol, equipo que tenía en sus filas a varios representantes de «los cuelludos». La versión romántica que plantea hoy Nacional, es que buscó dar un mensaje. Lo cierto es que Ascunzi solo jugó esos dos partidos y nunca más pisó una cancha, así que el mensaje que dan es de use y tire. Lo mostraron y lo descartaron. Mientras tanto, Viamont ni siquiera tendría lugar en el equipo de La Blanqueada.

En Peñarol, sin embargo, encontramos lazos que unen al futbolista negro y al club Decano, representados en jugadores de gloriosa talla.

Entre ellos podemos destacar al gran Isabelino Gradin, ídolo histórico de Peñarol que llegaría al Decano en 1915; a Juan Delgado, campeón de 1918 que aparece en registros fotográficos de 1913 o a «Tatita» Silva, ganador entre otros, del primer Uruguayo Profesional con Peñarol en 1932.

Si se sigue más adelante en el tiempo estaremos llegando a figuras como Obdulio Varela, o extranjeros como Alberto Spencer y Juan Joya, por nombrar solo algunos cracks.

Si bien el primer futbolista negro en la historia del fútbol uruguayo no pertenece a Peñarol (la distincion corresponde a Arrieta, arquero del Intrépido en 1909), la verdad es que los primeros en dejar una huella en nuestro país lo hicieron defendiendo la camiseta aurinegra.

Peñarol en manos de su gente

Quienes pretenden discutir el decanato o la fundación de Peñarol, suelen apelar a elementos poco claros que ni ellos saben explicar. Conspiraciones, mentiras, coimas, son parte del arsenal que ensayan para atacar algo que está blindado.

Sin embargo, hay un punto donde no se han animado ni siquiera a asomarse: el factor sociológico. De hecho, hasta han reconocido que no tienen nada que inventar.

Y el elemento social de Peñarol encuentra su prueba máxima de carácter o fidelidad en la transición de 1913. La intención de las autoridades de la empresa ferroviaria era muy clara: sacar el club de la Villa. Lo cierto es que si no hubiera existido ese clamor popular encargado de cuidar y proteger al club de sus amores, Peñarol no se hubiera mantenido en pie hasta nuestros días.

El carácter popular del club fue el que lo salvó de un destino poco prometedor.

Andá a cantarle a Gardel

Hablar de Carlos Gardel es hablar de una de las figuras más importantes en la historia de la cultura uruguaya y de todo el Río de la Plata.

Símbolo cultural, imagen que se muestra al mundo, celebridad de aquellos años, el Zorzal fue un gran hincha de Peñarol. Aunque algunos hayan querido apropiarse de una figura que no les corresponde, incluso instalando en su cancha, una estatua en honor a un manya. Uno de esos a los que les gritaban manya como un insulto.

Pero más allá de su pasión, lo que queremos destacar de Gardel es el motivo de dicho encanto con nuestro club.

La explicación la da Lorenzo Bicain, íntimo amigo de Carlos Gardel, en entrevista con Luis Lecaldare, a quién le cuenta que Gardel solía confesarle que «era hincha de Racing de Buenos Aires y de Peñarol en Montevideo» y que cuando le preguntó el motivo por el cuál simpatizaba por los aurinegros, le respondió: “Porque son más del pueblo”.

La entrevista la recoge Nelson Bayardo, quién dedicó su vida a investigar la vida del famoso cantor, en su libro «Carlos Gardel, a la luz de la historia».

Una vez más, el ADN de Peñarol como equipo de pueblo. Esta vez, en las palabras de una de las mayores figuras de nuestra cultura.

La hinchada más grande del país

Todo lo que venimos comentando, tiene un reflejo claro en lo cuantificable. Las identidades ya quedaron claras y definidas, pero no se puede ser el club del pueblo sin tener la hinchada más grande del país.

En ese sentido, los datos vuelven a darle la derecha a la historia. Diversas encuestas, de diferentes empresas y en distintos momentos, pero todas con un punto en común: la supremacía de Peñarol.

  • EQUIPOS (2004)

  • FACTUM (2006)

  • MPC (2009)

  • CIFRA (2013)

  • OPCIÓN (2014)

  • UDELAR (2018)

Realizando un promedio de las 6 encuestas, podemos redondear en que Peñarol tiene un 44,3% de adeptos en el país, mientras que Nacional posee el 35,1%. Tomando como parámetro el último censo, realizado en 2011, podemos llegar a la conclusión de que hay 300.000 más manyas que bolsos radicados en Uruguay. Incuestionable y avasallante.

El reconocimiento internacional

Si algo le faltaba al informe, era una opinión imparcial e internacional. En 1999, Peñarol ganaba 2-1 el clásico por el Torneo Clausura y se quedaba con la copa, lo que motivó una especial cobertura de El Gráfico, prestigiosa revista argentina:

«Tan metidos están en la gente (Peñarol y Nacional) y en sus pensamientos que no suena a sociología barata el análisis que hace Washington, el taxista moreno que llevó del aeropuerto al centro de la ciudad al periodista de El Gráfico. ‘¿Quién quiero que gane? Mirándome la piel, esa pregunta está de más, yo soy fiel a mi raza, soy de los manya m….'»

La crónica del partido sigue su ritmo, y el autor encuentra una clara relación entre el origen de Peñarol y su reflejo en la cancha, entendiendo y reconociendo a la perfección lo que ya le habían comentado acerca de la idiosincracia de cada club: «Peñarol sufrió para ganar, fiel a su estirpe laburanta y rea».

Lo que la demagogia no les permite decir

Desde hace un tiempo a esta parte, gran parte del periodismo del país, intentando quedar bien con todo el mundo, trata de ignorar algunas referencias, tales como el decanato o los orígenes de cada club.

Sin embargo alcanza con revisar cualquier diario o documento histórico para encontrar que a la hora de Peñarol se habla de «el Decano» o «el Club del Pueblo». Lógicamente, aún no existían los traumas, ni los periodistas cedían ante las presiones dirigenciales del club de la Avenida 8 de Octubre.

Así por ejemplo, encontramos este recorte de El Bien Público. Los serios (amargos) son ellos, los otros, nosotros.

Ellos seguirán en su mundo de fantasía. Hablarán de un prestigio que no han ganado, de una historia que no tienen o de una hinchada que no ostentan. Pero el mundo sigue su ritmo y reconoce las identidades. Peñarol seguirá siendo Peñarol, el club del pueblo, el manya. Y Nacional seguirá siendo Nacional, el club que nació con los cuelludos.