Durante meses dieron manija de la agresividad de Nández en la cancha. Ahora se dio vuelta; nadie lo puede parar pero todos intentan, con codazos o con patadas.

Corre por toda la cancha, asiste y contagia al equipo. Frena, mira y toca. Nuevamente la figura de la cancha, algo que se viene repitiendo en los últimos meses. Los rivales ya no saben qué hacer; solo apuntan -de alguna forma- a bajarlo antes de que sea tarde. ¡Paren un poco!