Es sábado cinco de diciembre.

No hay más de cincuenta personas dentro del Palacio Peñarol.

Faltan unos minutos para las nueve de la noche y acabo de sentarme en la desolada platea de nuestro “Arena”. El Palacio es un estadio cerrado que ha tenido noches con más de 4500 personas en las mismas gradas donde ahora no hay nadie.

Sin embargo, el clima es parecido a cualquier instancia deportiva que se vivió con público.

Hay una mezcla de tensión, euforia controlada, desasosiego e incertidumbre. 

Lo adivino en las caras de los delegados, de la gente de seguridad, de los funcionarios del escrutinio. 

En los silencios de los dirigentes, en las miradas que se cruzan con la mía, o los que miran fijos la pantalla del celular buscando que los de afuera les pasen una información que solo tenemos los de adentro.

Cientos de miles de personas esperan el resultado de lo que aquí está pasando. No tengo contacto con ellos ni con los míos, he dejado de mirar el celular desde las 8 pm y me concentro en este momento histórico personal e institucional.

Me siento a contemplar todo. Descubro que estoy cansado pero satisfecho, y que no tengo ni el semblante sombrío de unos ni la mueca forzada escondiendo la sonrisa de otros.

Solo tengo la débil certeza de que la Generación votó bien a pesar de caer en una elección histórica y polarizada. Una votación que se llevó puesto muchos matices y se transformó en un plebiscito pro Damiani o anti Damiani.

Una elección histórica donde el socio decide continuar la hegemonía de casi 27 años, o no.

No hay nada para comer ni dónde comprar. La pandemia ha reducido el acto eleccionario a cincuenta personas que se contemplan entre sí mientras miran una pantalla grande sin datos aún. No hay ruidos, es una tensa calma.

Vengo de estar 12 horas yendo y viniendo a todos los circuitos de votación y las sillas del Palacio son un descanso desde donde contemplo a todos.

Colla y el «Chumbo» Da Silva están junto a Ale González y Seba Silvera casi en la puerta de la calle Galicia, donde un guardia de seguridad contiene a toda la prensa que desde afuera intenta saber algo.

Unos metros hacia Minas está Evaristo y el núcleo de la 2809. Vengo de allí, de estar con ellos cuando recibían las primeras informaciones que la votación de los vitalicios no fue tan buena para ellos como la elección pasada.

Para nosotros también fue magra.

A la Generación apenas nos acompañó el 8 % de los vitalicios, la mitad de nuestro 15 % en el CDS y el 17 % en el Antel Arena. Me quedo pensando la enorme diferencia que hay entre los votantes viejos y los jóvenes.

Los más veteranos aferrados a un pasado que ya demostró su condición de vetusto. Los más jóvenes apoyando un cambio incierto y aventurero. 

Me da felicidad saber que los nuevos quieren cosas nuevas.

Los delegados caminan toda la cancha para traernos noticias. Están sentados en nueve sillas muy distanciadas entre sí, y esperan resultados de planillas y pantallas mirando el escenario del Palacio donde convive la mesa electoral y la pantalla.

Una larga fila de presidentes de mesa ingresan al Palacio llevando cada uno su urna.

Hacen cola ante la mesa que procesa todo. Lucen como visitantes a un museo, registran todo con sus miradas.

Sus caras son de felicidad, esa que tenemos todos cuando votamos o somos parte de un engranaje saludable de voluntad cívica. Me paro a saludar a algunos, en reconocimiento a su trabajo, ¡si yo estoy cansado me imagino ellos!

“Perdoname Varela, en otra circunstancia te hubiese votado, pero hoy se juega otro partido” me dice un señor de chaleco nuevo y cara vieja. Me quedan resonando sus palabras. Le agradezco confundido por la franqueza.

Camino hacia el núcleo donde está Juan Pedro Damiani, todos sentados en la platea que da a Magallanes. Catino, Amaro y Tealdi están mirando sus celulares. Más arriba el Presidente Barrera contempla mi diálogo con ellos.

Solo tenemos números oficiales del Palacio, donde han votado 996 personas y Damiani obtuvo el 48 %, yo fui último con el 8 %. Juan Pedro me pregunta cómo vengo, “cansado y último pero esto es largo”, le digo.

Vuelvo a caminar entre delegados, los otros candidatos, y recibo el pedido de la gente de seguridad que no me aglomere con terceros.

Hay dos inspectores del Ministerio de Salud Pública controlando el protocolo, los miro, de prolijos sacos azules luciendo como jueces satisfechos, para ellos el trabajo está hecho.

Mis compañeros de lista intercambian información conmigo y sigo yendo y viniendo entre los demás candidatos. Voy como monitoreando los estados de ánimo, quiero que todos estén contentos por su participación y el esfuerzo pero es notorio que la incertidumbre los tiene a todos rígidos.

Las puertas se abren y la policía escolta a quince personas cargando una urna naranja cada una. Los delegados de la Corte los acompañan junto a más delegados de las listas, son los votos del Antel Arena y validan la información que ya tenemos. 

“Metiste un 17 % en las mesas más nuevas, apenas 400 votos por abajo nuestro” me dice un delegado de Damiani.

Es la noticia que esperaba, con ese dato ya tengo la percepción del final de la historia. Lo miro al Dr. Marcos Acle, mi compañero de fórmula, está expectante de mi resumen. Como notoriamente está nervioso a la espera de mis noticias intento distenderlo con un chiste. “Hay chances de que seas el Vice-Presidente”, Marcos no me entiende la broma, quiere tener certezas de que me acompañará en el trabajo futuro por el Club.

“¿Qué pensás?” me pregunta.

“Pienso que los socios hablaron, en un tono de voz un poco más fuerte de lo que se esperaba, tenemos chances de ser parte de ese cambio”.

Me alejo de todos buscando las cifras finales, en el Palacio ya sé que Damiani le ganó a Ruglio por 312 votos y en el Antel Arena Ruglio a Damiani por 407. Nacho es el líder a falta de los 15 circuitos del Campeón del Siglo por una diferencia de 95 votos.

No tengo que esperar el resultado del Campeón del Siglo, ya sé que Ruglio será el nuevo Presidente y le pregunto a Nirenberg dónde está, “no sé, lo llamo y no me atiende ahora, estaba en la casa de los padres”.

El silencio sepulcral cuando se retiran los presidentes de mesa se interrumpe por los delegados que vienen desde el escrutinio a traernos novedades. “Faltan tres mesas del Campeón del Siglo pero venís casi igual que en el Arena y Ruglio-Damiani mucho más empatado, si todo sigue así es un 4-4-2-1 pero con Ruglio Presidente”.

El resto todos los saben, la 1891 consiguió 132 votos de diferencia a Damiani entre los 4201 votantes en el Estadio más hermoso del país para ganar con un total de 227 votos. 

El Presidente electo llegó y se reunió a solas con Damiani mientras contemplo a Marcos, mi compañero de fórmula, ya más tranquilo con una sonrisa de satisfacción.

Vuelvo a sentarme lejos de todos, a contemplar el universo político de Peñarol.

Ese en el que sueño influir para alinearlo, apoyarlo trabajando y combatir toda fragmentación que sea inconducente. 

Me quedo pensado que los socios eligieron a Nacho y apoyaron a Damiani con un caudal importante de votos.

La Generación quedó en un lugar de testigo activo, una construcción nueva entre dos mundos ya hechos, una especie de Uruguay entre Argentina y Brasil.

Es hora de ir a saludar a todos y antes de irme de la tribuna me quedo contemplando el largo cortinado negro.  Arriba de todo, como escapando del movimiento humano, suspendido por encima de abrazos y caras largas, de promesas y lugares comunes, de flashes y barbijos, veo el símbolo más vivo de todo lo que experimenté esa noche.

Como pulsando, latiendo, recobrando fuerza, por encima de todo y de todos, está el escudo del Glorioso Peñarol. 

Me levanto de la silla sabiendo que la Generación nació mirando siempre para arriba y sintiendo como propio ese escudo.

Guillermo Varela.