El Campeonato Uruguayo de 1986 sería imposible de explicar para cualquier persona que no sea de nuestros lares. En una época donde no existían Aperturas ni Clausuras, y el campeón se definía por una Tabla Anual, Peñarol fue campeón ganando menos puntos que Nacional y sin haber podido empezar en fecha el torneo por problemas económicos. El partido definitivo se disputaría el 6 de enero de 1987, en la Noche de Reyes.

El torneo de 1986 contaría con la presencia de 13 equipos, por lo que obligatoriamente todos los clubes en algún momento tendrían fecha libre. Los grandes de nuestro fútbol enfrentaban serias crisis económicas por lo que se habían solicitado postergaciones a la AUF. La Asociación había rechazado todos los pedidos de sus añejos clubes, por lo que estos decidieron no presentarse al Campeonato.

Por sorteo, a Nacional le tocaba libre la primera fecha, y Peñarol debía enfrentar a Huracán Buceo. El Decano no se presentó y perdió los puntos quedando en clara desventaja deportiva. Finalmente los problemas económicos se resolvieron y los grandes se reintegraron al torneo, pero el daño ya estaba hecho (Peñarol había perdido 2 puntos) por lo que se pactó que si al finalizar el año, Nacional aventajaba a Peñarol por 2 puntos o menos, se enfrentarían en una final.

El año fue sumamente duro para Peñarol, los jugadores no concentraban ni practicaban con su entrenador y entre semana debían organizarse partidos amistosos para que los integrantes del plantel pudieran levantar algún peso. Así se jugó y se ganó el campeonato de 1986.

A falta de 7 fechas para terminar el año, Nacional aventajaba al Decano por 7 puntos. Parecía imposible, pero nuevamente apareció la mística del club con más huevos de este país. Finalmente se llegó a la ultima jornada 3 puntos por debajo de los tricolores, que enfrentaban a… Huracán Buceo.

El 28 de diciembre de 1986, Día de los Inocentes y con una insólita jugada (como narra Luciano Álvarez), Nacional perdió 1-0 con el playero y Peñarol quedaba a un triunfo de forzar una final en un Campeonato que estaba perdido desde antes de empezar. El aurinegro cumplió su parte, venció 1-0 a Danubio y forzó la final.

Nacional, fiel a su historia, fue a la Asociación Uruguaya de Fútbol a reclamar que el pacto acordado el 18 de julio había que romperlo, y que había que proclamar campeón al equipo de La Blanqueada. Por miedo a perder rompieron su palabra (si es que alguna vez la tuvieron), y nuevamente se los vio llorando en la AUF, que rechazó su pedido. El partido se programó para el 3 de enero, pero los albos protestaron y amenazaron con no presentarse. Peñarol no quiso ser campeón sin jugar, por lo que finalmente se acordó jugarla el día 6, la Noche de Reyes.

Un campeonato insólito, no podía definirse de una forma sencilla. El partido terminó 0 a 0 y debió jugarse un alargue. Y acá volvió aparecer el Peñarol de los Milagros, en una jugada que seguramente recuerden todos los que vieron el partido. En el minuto 119 de partido, Juan Ramón Carrasco recibe un pelotazo y queda solo, literalmente solo, frente a Eduardo Pereira. El “Tito” chico reconocería tiempo después que “era imposible que errara ese gol, pensé que se había terminado todo”. Pero lo erró. Pereira había ganado el mano a mano, y con él, gran parte del título. Había que ir a penales, algo que nunca más se repitió en una final del Uruguayo entre carboneros y tricolores.

La definición estaba 3 a 3, y el título en los pies de un joven Gustavo Matosas. Era el último tiro. Era gol y campeonato, en una cancha imposible donde la gente de Peñarol ya había invadido el terreno de juego a la espera del gol del título. La pelota para un lado, golero para el otro, campeones una vez más ante Nacional.