¿Cuánto vale y cuánto cuesta? Es una pregunta que vale la pena hacerse.

¿Cuánto vale hoy la entrada de aquel 4-3 en 1997? ¿Cuánto vale la del 3-2? ¿Y la de aquel Peñarol – Cerro que nos dio el título en 1993? ¿Y la de aquel gol (qué digo gol, ¡golazo!) de De Lima contra Cerro? ¿Y la del 5-0? ¿La de la final del 99? ¿Qué valor tiene la entrada del Bernabéu en 1966? ¿En cuánto valoramos una entrada para ver la remontada de la Libertadores del 66? ¿Y para ver el agónico gol de la Fiera? ¿Cuánto vale hoy la entrada de aquel 1-1 de 1973, donde Morena convertía su primer gol clásico?

Hay partidos en los que, de antemano, ya saés que estás comprando una parte de la historia. Que te llevás a tu casa mucho más que un papel y un partido; te llevás el orgullo de decir: «yo estuve ahí». ¿Quién esperaba los 7 goles del Nando aquella tarde contra Huracán Buceo? ¿Quién se imaginaba ganar un clásico 8 contra 11 en 1987? ¿A quién se le pasó por la cabeza que en octubre del 91 terminaría el «Tito» chico en el arco?

Y hoy alguien anónimo, de a pie, como vos y yo, puede decir: «yo lo viví». Lógico que también tenemos de las otras, de las que nunca esperaste y tocó sufrir. Pero nunca olvidemos que esto es Peñarol. Sí, frase vieja y conocida, pero más latente que nunca: esto es Peñarol.

El club de los partidos increíbles, el que te obliga a guardar la entrada porque sabés cuánto costó, pero no cuánto va a valer cuando terminen esos 90 minutos.

Este domingo, vamos todos, para seguir escribiendo la historia.

@PenarolPapa