El viaje comenzaba en la madrugada del sábado 7 de agosto, pero anteriormente ya se vivía angustia. Dos días antes desapareció mi billetera con todos mis documentos, que tuvieron que ser reemplazados de forma urgente para viajar en menos de 48 horas, sumado a hisopados y declaraciones juradas para entrar a Perú, novedades de viajar durante una pandemia.

Todos los trámites se terminaron a lo Peñarol, sobre la hora del vuelo. Cuando parecía que no podía viajar, por el poco tiempo de margen para recuperar todo, se logró en el último minuto y pude subirme a bordo del avión.

El vuelo fue sumamente movido, en un avión chico de 6 filas de asientos se hicieron sentir los movimientos por el viento. El trayecto directo se hizo más rápido de lo pensado, y menos de 5 horas después pisé suelo peruano.

Llegué al país incaico 4 días antes del partido, para reencontrarme con parte de mi familia que vive allí, pasar tiempo con ellos y aprovechar para recorrer la capital.

Durante los días previos al partido, busqué empaparme del encuentro frente a Cristal, buscaba por los medios o en las calles, pero otras noticias internacionales opacaban al encuentro, algo muy criticado por la hinchada local y por varios colegas. Mientras, también pasaba tiempo con la familia.

El país sigue con repercusiones políticas tras sus últimas y polémicas elecciones, además de encontrarse en estado de emergencia. La gente en la calle está obligada a circular con tapabocas y para ingresar a lugares cerrados (locales por ejemplo) deben usar doble tapaboca. Lo que más me impactó fue saber que desde la medianoche hasta las 4 de la mañana hay toque de queda. Una realidad muy diferente a la que actualmente atraviesa Uruguay.

El ingreso al estadio se tuvo que tramitar varios días antes, con cartas al cuerpo de prensa del equipo local, formularios enviados por la Conmebol y demás. El ansioso mail confirmando la aprobación de ingreso al estadio llegó el día del partido, temprano, se lo hice saber a mi familia presente. ¡Voy a entrar al partido!

De ahí planifiqué la ida al Estadio Nacional de Lima, debía llegar 3 horas antes del inicio del partido para obtener la acreditación. El viaje lo realicé con Valentín, un querido compañero de la familia con el que charlamos de fútbol durante el trayecto. Él me comentaba sobre el fútbol de su país y yo sobre el glorioso Peñarol, le prometí la camiseta del decano en un futuro viaje.

Una vez que llegué al estadio, tuve que esperar afuera en primera instancia, hasta que el primer seguridad iba llamando por grupos. «¡Prensa!, ¡ingreso prensa!» gritaba en el momento que entré. Días antes me habían recomendado no llevar indumentaria que me identifique con el Club, por lo que decidí ir como imparcial para que no corra peligro la acreditación. Tras recibir la misma por parte de la jefa de prensa de Sporting Cristal y realizar el protocolo sanitario comúnmente llevado a cabo en todos los ámbitos (tomar temperatura, limpieza, etcétera), me dirigí al lugar asignado siendo el único uruguayo en la zona de prensa.

Allí conocí a varios periodistas peruanos, a todos le llamó la atención mi acento. «¿Viniste de Uruguay?» Preguntaban todos, mientras me consultaban por Peñarol y más cosas del país. En las horas previas al encuentro, hablamos mucho sobre jugadores uruguayos con pasado en el fútbol peruano, la selección celeste y sobre todo, del decano del fútbol uruguayo. Ninguno se negó a comentar que quieren conocer el Campeón del Siglo, -que junto al Centenario son para ellos los estadios más llamativos- y me pedían que les contara sobre los juveniles que están en el primer equipo de Peñarol. Por el que más me preguntaron fue por Valentín Rodríguez, su gol clásico recorrió el continente, y por supuesto por Agustín Álvarez Martínez y Facundo Torres. Mostraron mucha admiración por ellos y por otros tantos juveniles aurinegros brillando en el exterior.

Cuando ya faltaba menos para el partido, con el plantel conociendo el terreno de juego, tuve la oportunidad de salir en vivo con Fútbol a lo Peñarol, anteriormente hice lo mismo en Padre y Decano Radio, además de participaciones en radios locales con los mencionados colegas. Algo soñado para mí.

El ambiente fue raro, ya había vivido por el campeonato local está clase de partidos (sin público), pero se volvió más raro vivirlo en el exterior. Fue extraño no ver a la parcialidad mirasol copando, cantando a todo pulmón y todo lo que conlleva un viaje por copa. En la tribuna se encontraron alrededor de 20 integrantes de la delegación aurinegra, que como hinchas, alentaban a los jugadores con gritos y aplausos, y algún que otro reproche al juez. Del equipo local se encontraban más dispersos por su sector, y mucho más callados.

El partido lo pude ver desde una zona privilegiada, sobre todo el primer tiempo y los tantos del Canario y Torres. Al ser prensa y estar rodeados de locales, los goles se gritaron para adentro, con un leve festejo, hasta que llegó el de Gargano que, por la situación del partido y el momento del gol no me pude contener. La gran victoria aurinegra en el estadio más antiguo del continente dejó una gran impresión del equipo a los ojos del periodismo deportivo local. Antes de irme del recinto, con una sonrisa que cubría el tapabocas que usaba, un colega me obsequió una remera de Cristal, como recuerdo por la visita. Por último y en otra de las normalidades en tiempo de COVID, envié vía WhatsApp las preguntas de la conferencia de prensa, algo totalmente atípico antes de la emergencia sanitaria.

En la vuelta había que festejar por la victoria, primero en la azotea de un gran hotel en Lima, y luego en un bar de la zona donde me quedaba. Algunos de los que me acompañaban no estaban muy felices por la victoria, difícil culparlos. Los mozos del bar descubrieron por mis palabras que era uruguayo, al contarles que vine al partido se me pusieron a nombrar jugadores de Peñarol, actuales e históricos, y nuevamente prometí camisetas, pero en esta oportunidad a cambio de fiar bebidas alcohólicas. Por el toque de queda mi celebración terminó tarde, pero pude llegar sano a la casa. La mañana sí fue complicada, sobra decir por qué.

Costó un día entero recuperarse del todo, pero no se podía dejar pasar el momento de brindar. Los días posteriores los tomé para estar con la familia y seguir conociendo, mi equipo cumplió con la victoria y eso me alegró el hermoso viaje, que siguió teniendo la cábala de brindar por las noches.

El viernes en una importante cena con allegados a mi familia, se hizo nuevamente presente el tema de mi ida al estadio. Un conocido de la familia guardó mi contacto para conocer en un futuro el Campeón del siglo, y tanto a él como a otro allegado, también le prometí la camiseta más gloriosa, tras escuchar su admiración hacia el aurinegro. Sin duda alguna el Club más popular del país en la tierra incaica, como en todas partes.

Finalmente recorrí Incas Market, puestos de artesanía muy interesantes en los que compré los recuerdos para todos los que me ayudaron a hacer posible este viaje. Pisco fue la elección para los compañeros de la web.

No tengo más que agradecer a todos los que hicieron posible de una u otra manera este viaje y principalmente esta gran experiencia para mí. Sé que volveré pronto a Lima y me esperará su cielo nublado y las más de 6 personas que les prometí una camiseta de Peñarol, pero pocas veces viviré algo como lo vivido la última semana.