Día 1: Decir Copa Sudamericana es decir la «otra mitad de la gloria». Si bien este torneo dista de tener la importancia de la Copa Libertadores, ha crecido en los últimos años y como participa Peñarol, para nosotros es motivo más que suficiente para viajar y acompañar al Decano.

Arrancamos para Chile el martes temprano, en mi caso cansado tras haber dado un examen la noche anterior. Mi compañero de viaje se encuentra en la situación opuesta, tiene que dar un examen el sábado a la mañana y se llevó los resúmenes que obviamente no tocó ni va a tocar. Claramente para los manyas, Peñarol puede bastante más que la facultad (niños, hagan caso omiso).

Luego del check in, paseamos un poco por los free shops y deambulamos por las diferentes puertas del aeropuerto ya que el boleto no coincidía con el vuelo. Siempre que vamos a Chile, pasa algo. Pero al sortear este trajín, pudimos emprender la travesía. Como nos tiene acostumbrados cada vez que vamos al país trasandino, tuvimos alguna turbulencia sobre la cordillera pero dentro de lo normal.

En Santiago hicimos la conexión con Antofagasta y ahí tuvimos un par de horas más de vuelo que se hicieron cortas gracias a unos discos de Foo Fighters. Realmente es destacable el contraste de los terrenos al hacer este viaje, de la nieve al desierto pasando por vegetación.

En el aeropuerto de Antofagasta intentamos negociar el precio de un taxi para llegar a la ciudad que queda a unos 20 kms. El taxista no tenía mucho conocimiento del partido que se avecina o de fútbol general. Peñarol es conocido pero acá no tienen espíritu futbolero. Incluso puedo afirmar esto con más certeza luego de recorrer la ciudad un par de días. Tuve que dar mis buenos pasos para encontrar camisetas de fútbol de equipos locales y lógicamente sólo había de Colo Colo o la Universidad de Chile. Hay que hacer la salvedad de que Cobreloa no es de esta ciudad, sino de Calama, por lo que se puede entender el clima «light».

Ayer conocimos a Antonio, con la particularidad de que es un chileno exclusivamente hincha de Peñarol. Estuvimos compartiendo con él el reconocimiento del estadio. Les invito a ver la nota que le hicimos cuando el plantel reconoció la cancha.

Antofagasta es una ciudad sin demasiado que decir salvo por el cerro que la cubre o por la costanera que limita con el mar. Si tuviera que hacer un paralelismo, diría que la rambla se parece en tramos a Piriápolis o Carrasco. Acá viven 350.000 personas. Le dicen «La Perla del Norte».

Por ahora la camiseta que predomina (y la única) es la nuestra, al menos en nuestras cercanías. Dicen que vendrán algunos ómnibus desde Calama y autos particulares para apoyar al local. Nosotros sabemos que los locales seremos nosotros.

Robert