(Ver parte 1) Luego de culminado el partido, salimos de la tribuna hacia donde estaba el bus. Tuvimos una espera de 4 horas más o menos. Mientras esperábamos al otro bus que había ido a cargar combustible, decidimos ir a cenar a un lugar que estaba cerca de la rambla de Antofagasta. Dimos unas vueltas para conocer un poco pero la realidad es que mucho no vimos. Terminado todo, nos fuimos rumbo a San Pedro de Atacama.

La ruta que nos llevaba tenía que pasar por Calama. Cuando íbamos por el desierto se escucha una rotura de vidrio. Paramos el bus y no había nadie. Es más, no se veía nada. Seguimos camino con la falta de un vidrio y a los pocos kilómetros vemos un coche de color rojo en unas de las intersecciones donde había postes de luz. Se bajaron varios con botellas para tirarnos, el chofer fue rápido y frenó donde estaban ellos. Los 40 bajamos para defendernos pero fue en vano porque desaparecieron rápidamente. Continuamos viaje y tipo a las 7 de la mañana llegamos a la aduana chilena.

Al terminar empezamos a subir hacia los 5.000 metros de altura, el aire nos faltaba a todos, pero decidimos, ya que no estábamos a contrarreloj, parar para sacarnos fotos con la nieve. Ahí parecíamos niños, ¿por qué? Empezó una guerra de nieve que duró aproximadamente 30 minutos. Era un todos contra todos, hasta los choferes estaban involucrados con eso. Autos, camionetas y camiones que pasaban no se salvaban de la guerrilla. Se terminó cuando ya no podíamos respirar bien. Minutos más tarde comenzó el descenso a los 4.200 metros de altura, aduana Argentina, ahí tuvimos una demora de 6 horas para hacer una requisa al bus y a nosotros.

Después de esa espera seguimos camino a los 4.000 metros; tuvimos la desgracia de que el bus rompiera el cardán y eso fue lo peor que nos pudo pasar. Eran las 21 horas, el frío era inexplicable con palabras, sin señal en los celulares de los 40, justo pasaba un camión y el chofer junto a tres compañeros decidieron ir a Jujuy que está a 400 kilómetros de donde estábamos a buscar un repuesto. Pero esos 400 kilómetros era entre las 99 vueltas que tenés que dar bajando hasta llegar al nivel del mar, o sea aproximadamente 7 horas para hacer 400 kilómetros.

Los que quedamos en el bus le pusimos la mejor de las ondas y esperamos a que lleguara la solución. Yo me desperté a las 4 de la mañana por el frío, sin calefacción y sin un vidrio, tenía dormidas las piernas, no las sentía y eso que estaba muy abrigado. Una de las cosas que me impresionó más fue tocar el vidrio (del lado de adentro), no tenía escarcha de hielo, tenía una placa de hielo y ahí me preocupé de verdad. Decidí no dormir más hasta que saliera el sol y ver qué podíamos hacer. La realidad es que casi nos “morimos” de hipotermia, -20 grados en ese momento hacía. A eso de las 10 de la mañana 7 amigos decidieron que no querían pasar una noche más en ese bus en la cordillera. Sabíamos que había un pueblo (Susques) que estaba a 20 kilómetros de donde estábamos y ellos querían llegar ahí para después ir haciendo escalas hasta llegar a Montevideo.

Los 7 comenzaron la odisea de caminar en la altura, con mucho viento y frío esos 20 kilómetros hasta el pueblo. Varios les aconsejábamos que no lo hicieran e igual siguieron con la decisión de irse. Nosotros estábamos hacía un día y medio sin comer. La última vez fue la cena en Antofagasta el día jueves…y ya era sábado al mediodía y aún no habíamos comido nada. Con dos amigos también decidimos que no podíamos seguir así, juntamos plata entre todos e íbamos a hacer lo mismo que los 7, tratar de llegar al pueblo para conseguir comida. Pero las cosas pasan por algo, descendiendo venía un bus de una minera cerca de ahí que transportaba a los mineros que habían terminado su jornada laboral y justo iban a Susques. Nos paramos delante del bus para que nos ayudaran, las personas esas la verdad 10 puntos. Nos llevaron a los tres muy gentilmente y al kilómetro no más encontramos a los otros amigos, imaginate la cara de ellos cuando nos ven a nosotros arriba de ese bus, éramos los salvadores jajaja.

También gentilmente el chofer los levanta y de ahí a Susques; mientras íbamos en viaje hablando con el chofer nos dijo que ahí en ese pueblo solo viven los mineros que trabajan 20 días ahí y 10 le dan libre para que vayan a sus respectivas ciudades. Nos dijo que hay una sola cantina y que ahí le hacen la comida para ellos, que fuéramos y le explicáramos la situación nuestra que lo más seguro no habría problema. Así fue, fuimos a esa cantina y le explicamos a la señora que se encargaba de darle de comer a todos los empleados nuestra situación. Amablemente nos dijo que no nos preocupáramos, ¡que le diéramos tiempo de terminar su trabajo para hacernos la comida a todo el bus! Obviamente pagamos la vianda como corresponde y volvimos a donde estaban los mineros. Cuando llegamos a la casa de uno nos dicen que los otros 7 habían alquilado una camioneta que los llevaría a Jujuy, ellos de ninguna manera querían regresar al bus que estaba atrapado en el medio de la nada. Estas personas nos brindaron su casa como si fuera la nuestra, le usamos el baño todos jeje.

Nos prepararon café con leche, nos regalaron café y leche en polvo para llevar a los que se quedaron esperándonos. Ahí mismo teníamos señal en el celular y llamé a Nico que estaba en Jujuy con el chofer de nuestro bus y que no sabíamos nada de ellos desde las 21 del día anterior. Me dijo que iban en camino en un bus argentino y que llegaban en 5 o 6 horas. Llegó un momento que nuestras charlas con las personas de ese pueblo, eran como si nos conociéramos de toda la vida. A la hora, uno de los mineros me dice que fuera con él otra vez a la cantina para ver si ya estaba todo pronto y ahí la sorpresa buena que tuve, el minero entra y les dice a las personas que nos estaban preparando la comida que éramos uruguayos, que teníamos frío y mucha hambre. Les pidió si nos podían preparar de onda vasos con sopa de fideos y empanadas árabes. Nos dieron 20 vasos de sopa y como 40 empanadas sin costo. Todo el pueblo se solidarizó con nosotros porque contrataron un remis para llevarnos al bus, porque habíamos llegado a ese pueblo pero no sabíamos cómo regresábamos al bus. El minero que nos ayudó bastante, y en el cual ya no estaba trabajando, nos acompañó esos 20 kilómetros de regreso para ayudarnos a repartir la comida. Desinteresadamente, pero igual se le regaló una bufanda de Peñarol y me dijo que lo primero que iba a hacer ese minero era colgarla en la pared de la casa.

Lo bueno es que ya sabemos que en un pueblo en la cordillera los hicimos hinchas de Peñarol. Cuando llegamos al bus por suerte pudimos comer todo caliente y les di la noticia que venía otro bus a nuestro rescate. Las horas pasaban y el frío aumentaba cada vez más. Tipo a las 17 horas éramos tres abajo del bus y mirábamos la ruta que se perdía al costado de una montaña. El rescate tan anhelado por varios, me hizo recordar cuando los sobrevivientes de Los Andes esperaban los helicópteros (obvio ni punto de comparación) pero en ese momento era así. Al final apareció un bus de 2 pisos, pero nos hicieron una broma y el bus siguió de largo, ahí se nos vino el alma a los pies, ¡pero era ése el bus! Hicimos el trasbordo y ¡otra vez con calefacción! Continuó nuestra travesía por Argentina, teníamos que llegar a Montevideo esa misma noche del sábado pero recién estábamos empezando a cruzar el país. Continuamos con las bajadas, continuamos con las 99 vueltas de caracol. Es impresionante el paisaje, llegamos a Jujuy donde se estaba haciendo el evento de la Pachamama y estaba repeleto de gente.

En ese trayecto pasábamos a paso de peatón por la multitud que había en la ruta. Llegamos a una estación de servicio y ahí otra buena alegría, ¡nos encontramos todos! Los 7 que se la habían jugado a seguir solos estaban ahí. La alegría fue de todos, continuamos rumbo a Santiago del Estero donde teníamos pensado parar para cenar, la mitad del bus estaba cansado y no quisieron bajarse, los demás fuimos a un carrito de hamburguesas en el cual nos prepararon 50 hamburguesas para todos los que estábamos ahí, cerveza de por medio, cánticos que nos sentían de todos lados y en eso el empleado del carrito nos dijo que a unas cuadras había un boliche, para qué nos dijo eso jejeje.

Todos vestidos de Peñarol arrancamos a ese baile, ¡una noche espectacular pasamos! Después de lo que habíamos vivido en la cordillera, teníamos muchas ganas de pasarla bien. Cuando estábamos en el mejor momento de la noche, uno de los que se habían quedado en el bus nos fue a buscar al baile diciendo que el chofer argentino se iba sin nosotros. Fue un poco complicado juntar a los 25 que estábamos ahí para irnos rápido hacia el bus, salimos del baile cantando como si estuviéramos en el estadio.

Seguimos camino y ya en el ómnibus caímos todos muertos a dormir. A las 10 de la mañana paramos en otra estación en el cual aparte de desayunar tuvimos la oportunidad de bañarnos todos. Hacía 3 días que no nos bañábamos. Seguimos camino hacia Gualeguaychú que era donde nos llevaba el bus y de ahí teníamos que hacer otro trasbordo, pero como el grupo siempre estuvo unido, dando para delante a todos, empezaron las bromas. El que se dormía pasta de dientes en la cara, todos hacíamos fuerza para no dormir pero era imposible, ¡no se salvó nadie! Pero a todo esto lo mismo de siempre, guerra entre los del fondo con los de adelante, valía todo, desde espuma de afeitar, talco para los pies, pasta de dientes, una guerra entre amigos que fue muy divertida. Ya no nos importaba que casi morimos todos de hipotermia, lo que importaba era el grupo que nunca bajó los brazos.

Paramos en otra estación para hacer algunas compras y seguimos rumbo a Gualeguaychú. El chofer decidió cruzar al lado uruguayo porque la realidad era que ya estábamos fundidos. En la Aduana nos estaba esperando la policía, otra vez requisa uno por uno y más demorábamos en llegar a Montevideo, pero al final, luego de viajar de lunes a lunes, llegamos todos bien y con muchas cosas vividas. Si me preguntan si lo volvería hacer, ¡¡sin pensarlo les digo que sí!! Esta fue mi tercera vez que cruzo la cordillera en bus para ir a ver a Peñarol. Este fue el peor viaje de mi vida, pero si me dicen que el siguiente viaje es igual a éste, decime cuándo que ya tengo reservado mi asiento ¡solo entiende mi locura quien comparte mi pasión!.

Cómo te quiero PEÑAROL…

Gonchi LPDLT