Primera Parte: 15 días en bondi para ver a Peñarol

Viaje Brasil-Bolivia

Segunda Parte: Una vez en el país del atliplano tomamos una especie de taxi, por así decirlo, un auto viejo sin vidrios en los costados, asientos todos sucios, puertas rotas y sin pintar. Al menos el tachero era simpático y nos dio bastantes consejos sobre Bolivia. Nos bajamos en la terminal de Puerto Quijarro. Apenas caímos ya se nos vinieron arriba todos los vendedores que te quieren vender un pasaje a como de lugar. Compramos los boletos en el Quijarreno. Nunca más me voy a olvidar de esa compañía, nos dijieron que salía en una hora para que compremos el boleto y terminó saliendo dos o tres horas después.

El coche era como ir en un Cutcsa de los viejos con calor y sin aire, con ventanas cerradas, sin baño y cuando le pedías para bajar te decían que hagas en una bolsa y la tires para afuera porque no podían frenar. Los asientos todos manchados y llenos de mugre, en cada pueblo frenaban y te tenías que cambiar de asiento porque a los pasajeros que subían también le habían vendido el mismo asiento. Un tema aparte fue la fragancia que corría en ese ómnibus. Personalmente pensé que cuando decían que los bolivianos tenían su fama era una exageración, que eran como cualquier persona, pero la verdad que no, era antihumano, pueden pasar días sin bañarse.

Cuando llegamos a Oruro bajamos a comer y bañarnos, pagamos por una ducha y cuando llegamos a los baños nos llevamos tremenda desilusión: no había cisterna y el olor que había no se puede explicar con palabras. La ducha era un tanque con agua helada que venía de las montañas, con una jarra cortada, y la comida, bueno, más no se podía pedir, nada de lo que había nos garantizaba que si comíamos no vomitaríamos todo en la altura de La Paz. Por eso comimos papitas y algún yogurt, nada más.

El sábado a la noche llegamos a Cochabamba para luego salir a La Paz. El bus obviamente llegó tardísimo y ya no habían salidas a la capital boliviana, el único bus que quedaba estaba repleto. Nuevamente quedábamos tirados y no nos daba el tiempo de llegar al partido. Miramos a la plataforma y el último bus a La Paz salía el otro día a las 9 de la mañana, no salía otro. Le dije a Juan que teníamos que  hablar con el chofer para metemos al ómnibus como sea y que si era necesario viajaríamos parados. El conductor nos subió en la esquina de la terminal y nos dijo que podíamos ir pero en la parte de las valijas. Por cien bolivianos nos cobraba lo mismo que cualquier pasajero sentado. El problema era que no íbamos a ir en la parte de abajo, ahí ya estaba lleno de gente, sino que íbamos a ir en un lugar al fondo del omnibus donde él guardaba sus cosas personales y tenía un pequeño colchón. En ese lugar entraba una sola persona o las mochilas, pero bueno no podíamos perdernos el partido e hicimos el esfuerzo para viajar apretados toda una noche. Zafamos que teníamos mucho sueño y casi que dormimos todo el viaje.

La Paz (Bolivia)

Domingo a la tarde llegamos a La Paz. Nos sorprendió la pobreza que vimos y la gran cantidad de niños de 4 o 5 años trabajando, vendiendo y cantando arriba de los ómnibus. Directamente no te piden monedas, te dicen que aceptan relojes, anillos, cadenas o cualquier cosa de valor. Llegamos a la terminal y a las 4 de la tarde salía el ómnibus que nos llevaba a la frontera con Perú y desde ahí tomaríamos uno a Lima. Fuimos a comprar el pasaje y nos dicen que quedaba uno solo, el otro tenía que ir parado. A esa altura ya no nos importaba nada. Nos subimos al ómnibus que estaba lleno de turistas de todas partes: Francia, España, Suecia, Estados Unidos, Brasil, etc. Conocimos a una española que nos dijo que desde Cuzco a Lima era un tramo corto pero en bus demoraba unas 21 horas por el estado de las rutas y las montañas. La forma más rápida era un vuelo de una hora. No nos quedaba otra, ya estábamos a lunes. Jamás en mi vida me subí a un avión pero bueno por Peñarol había que hacerlo. Llegamos a Lima, pudimos bañarnos y comer, compramos los pasajes a Tumbes, la frontera de Perú con Ecuador, una de las más peligrosas de América. El mismo martes del partido llegaríamos a la frontera más o menos a las diez de la mañana. Desde ahí teníamos 6 horas para llegar a Guayaquil. Nuevamente se nos cayó el viaje, trabajadores peruanos tenían cortada la frontera y hasta el otro día no la abrían.

Selva en la frontera Ecuador-Perú

No podíamos creer que quedáramos tan cerca después de lucharla tanto. En esa se nos arrima un auto y un colombiano que estaba adentro nos dice «¿Son de Peñarol, Uruguay, a dónde van?». Le comentamos que veníamos en ómnibus y que el partido era en horas y enseguida nos dijo que nos iba a dar una mano. Nos llevó a un río metido en la selva muy lejos de donde nos levantó, al costado de una especie de favela. Entre esa villa había una casa bastante lujosa y en la puerta un par de peruanos sentados mirándonos. El colombiano nos hizo pasar para que habláramos con un amigo suyo. Cuando entramos nos encontramos con una tele gigante del tamaño de una pantalla de cine casi, una piscina con tobogán y lo más curioso fue una especie de zoológico personal del dueño de la casa, con animales de la selva como jaguares, monos, víboras, tucanes, etc. Ahí fue que nos atendió el dueño asombrado de que habíamos venido en ómnibus. Le caímos bien y fue ahí que preguntó qué precisábamos. «Droga tengo de la mejor colombiana, armas tengo la que quieran, tengo órganos, ¿Quieren un brazo? Les traigo un brazo». Nos miramos con Juan y pensamos «acá quedamos como fiambre y no se entera nadie». Nos pidió 100 dólares para correr a todos esos peruanos, arreglar con la policía y poder pasar. Le dimos la plata y nos metió en un taxi, al toque fuimos a migraciones y del otro lado nos esperaba por fin el bondi que nos dejaría en Guayaquil.

Guayaquil (Ecuador)

Llegamos a Guayaquil sobre la hora del partido. Apenas nos dio para ir a un hotel a comer algo, dejar las cosas y ya nos fuimos rumbo a la cancha en un taxi. Despuás de dar varias vueltas nos dimos cuenta que no había una entrada fija para Peñarol y que teníamos que entrar por la misma puerta que los hinchas de Emelec. Cuando nos fuimos a bajar se nos vinieron arriba del taxi para robarnos, empezaron a tirarle piedras al taxi, nos rompieron los vidrios y se querían meter adentro. A las patadas tuvimos que sacarlos y el del taxi pudo arrancar. Ahí volvimos por otro sector del estadio hasta que nos encontramos con otros hinchas de Peñarol como el Nico de Reducto y su hermano. Ellos nos ayudaron a llegar al lugar donde se ubicaba el resto de la hinchada que viajó a Guayaquil. Éramos como 50 hinchas en ese sector. Para llegar tuvimos que cruzar por toda la hinchada de ellos. Después de tanto lucharla supimos cumplir, logramos llegar y entrar, dejamos la garganta alentando a Peñarol. Una lástima que el equipo no me haya dado la alegría que tanto nos merecíamos.

Lo que pasó en la tribuna lo saben, todo el partido recibiendo piedras, cerveza, orina, vasos, basura, etc. A pesar de eso nunca dejamos de alentar a Peñarol y a pesar de que la hinchada de ellos arregló todo con la policía, nosotros nos bancamos todo y también supimos responder cuando se podía. Hasta para salir del estadio nos la hicieron complicada. Terminó el partido y nos apagaron la luz. Nos dejaron ahí y después de esperar 45 minutos pudimos salir en el ómnibus que contrató el grueso de hinchas que estaban en Montañitas.

Luego del partido nos quedamos en un hotel y emprendimos la vuelta. Fue durísima por la derrota sobre todo. Quiero agradecer a mucha gente que nos dio una mano y fue por ellos que llegamos: a Los Pibes de los Trapos, a Los Pibes del Palacio, la gente de Malvin Norte y todos los demás que nos ayudaron. Sin palabras también a una gente amiga de Salta y Central Norte que nos ayudaron también. Y si tengo que agradecer a alguien especialmente es a toda mi familia, a mis vecinos y a Estefania que en el momento más jodido del viaje todos me dieron una mano.

La vuelta se hizo toda en ómnibus también, pero fue más tranquila porque no teníamos apuro. El camino de vuelta fue por Perú, Chile, Argentina y llegamos a Uruguay. Hicimos el cálculo y fueron 15 días viajando, más o menos, viajamos 8.000 kilometros en ómnibus.

Felipe De Sio – Lezica
Socio Nº135.051
Juan Albano