Lorenzo Fernández

Nació en Montevideo en la calle Colón, entre Piedras y 25 de agosto, el 20 de mayo de 1900 y murió el 16 de noviembre de 1973. A los 14 años comenzó a jugar en el Capurro, club que fundó en el barrio junto con sus hermanos, participando en la Tercera Extra de la AUF. En tiempos del cisma se incorporó a Wanderers en la Federación Uruguaya de Fútbol alcanzando el título de Campeón Uruguayo en 1923. Una vez más retornó a Capurro en 1924 incorporándose a Peñarol, el club de sus amores, en 1928.

Con la camiseta aurinegra estuvo hasta 1936 clasificándose Campeón Uruguayo en 3 ocasiones. Se retiró en 1936 después de una gira con River Plate por Francia, volviendo en 1938 y 1939 a jugar en Defensor.

Apodado “El gallego”, también se le conoció como “El Patrón de la cancha”. Fue un ejemplo de fortaleza, don de mando, valentía en la cancha y coraje, a lo cual agregaba un enorme derroche de energías para no entregarse nunca y sumar un llamativo aporte goleador. Ocupando el centro del campo conformó en 1928 la línea media más famosa del fútbol uruguayo con Gildeón Silva a la derecha y Álvaro Gestido a la izquierda. También le llamaron los rivales, “corazón con tamangos” porque sabían que a la técnica, al valor de la táctica, del sistema, de la preparación física y de la aptitud médica, había en aquel indomable hombre peñarolense “algo más” (rabietas, gritos, pierna fuerte, trancazos, remates al arco, salvadas en su valla y gran clase). Los grandes duelos que mantuvo con Peñarol y la Selección jamás hicieron mella en su temple y su personalidad era tan grande que, culminada la lucha, siempre tenía la sinceridad de su mano extendida para el saludo al rival.

Fue el máximo artillero de la Copa Uruguaya de 1928 y notorio goleador clásico habiendo convertido el primer gol a Nacional en el régimen profesional iniciado en 1932. Jugó en casi todos los puestos del equipo sobresaliendo en la Selección de Uruguay como centre half a partir de 1926 cuando se consagró campeón de la Copa América en los Sports Campos de Nuñoa en Santiago de Chile. Esa conquista originó la inmortal canción del Prof. Luis Odriozola, “Uruguayos Campeones de América y del Mundo”.

Fue Campeón Olímpico en Amsterdam en 1928 y primer Campeón del Mundo en Montevideo en 1930. Estiró su presencia ganadora hasta la Copa América de 1935, en Lima.