Abandono clásico por gripe en 1918

El 1º de noviembre de 1918, las tradicionales camisetas de nuestro país debían verse las caras para definir la serie local de la Copa de Honor. Sin embargo, un partido que debería haber sido una fiesta del deporte nacional, se terminaría transformando en una deshonra imposible de limpiar para uno de los equipos.

En esos días, Montevideo fue asolada por una epidemia de gripe. Lógicamente, la misma no hacia distinciones de ningún tipo y afectaba (o mejor dicho, podía afectar) a todos por igual, tanto jugadores de Peñarol como de Nacional. Dos días antes se informó que: “los dos planteles están diezmados por la enfermedad de moda” (Diario El País, edición 30 de octubre de 1918), pero a nadie se le pasaba por la cabeza que la final del torneo en disputa se pudiera suspender, así lo dejaba en claro el mismo diario al afirmar que “no obstante, el partido en cuestión será el asunto preferido de la “hinchada” durante la semana”.

Plantel de 1918 Campeón Uruguayo y de la Copa de Honor. P. Ruota, J. Benincasa, R. Chery, E. Raffo, J. Pacheco, J. Delgado, J. Perez, A. Artigas, G. Ferrero, I. Gradín y A. Campolo.

Menos fuerza aún podía tomar la idea de que el partido fuera suspendido, si tenemos en cuenta que apenas tres días antes, el 27 de octubre, Nacional había enfrentado al Dublín por la Copa Uruguaya, en partido que ganaría de forma contundente 3-1. Sin embargo, el panorama estaba a punto de cambiar rotundamente. Al día siguiente, Nacional comunicó que no se presentaría a jugar el partido, alegando que la epidemia de gripe había atacado a todos sus jugadores. Pocos creyeron realmente que ese fuera el motivo valedero.

El País ironizaba en su edición del 31 de octubre de 1918: «Por lo visto la “gripe” es un gran enemigo de Nacional. Primero, algunos jugadores, después otros, más tarde los hinchas y por último el resto de los jugadores y hasta el presidente y el mismo delegado, señor Rodolfo E. Bermúdez han sido atacados por la molestia dolencia. A todos les deseamos una pronta y franca mejoría».

El público deportivo de nuestro país no aceptaría la tibia defensa esgrimida por Nacional para abandonar la lucha en un partido definitorio ya fijado, para el cual no solo se conocía el campo de juego (debería jugarse en el Parque Pereyra), sino también los árbitros de la justa, liderados por Ángel Miloni, y hasta los precios de las entradas para presenciar el encuentro. La opinión pública fue realmente dura con los tricolores, de quienes se esperaba que recapacitaran y comprendieran que el camino tomado no era el correcto; pero nada cambió.

El 1º de noviembre, a la hora fijada, Peñarol se presentó en la cancha con el plantel disponible, en el que había, por lo dicho, numerosos suplentes. El club Decano no utilizó esto como un argumento para justificar el abandono, sino que apostó por formar un once con los jugadores disponibles y presentarlo en el campo de juego. Nacional, por su parte, no apareció. “En consecuencia se llenó y firmó el formulario y cada uno a su casa”. (Diario El País, edición 2 de noviembre de 1918).

No existen registros fotográficos de la época, pero las crónicas detallan un momento sublime para el imaginario colectivo uruguayo: el capitán de Peñarol teniendo que llenar el formulario con su equipo, en un partido que nunca jugó, por abandono del tradicional rival. Lamentablemente, no fue el primero ni el último de los abandonos clásicos que debió sufrir el público local. Todos por responsabilidad de la misma institución, pionera en fugas. En otros casos, al menos se pudo disfrutar una parte del espectáculo. En este, como diría El País: «de Nacional ni noticias».

Sería uno de los cuatro clásicos que, a lo largo de más de un siglo, se ganarían por walk-over. Clásico y campeonato en esa ocasión. De la forma más curiosa de ganar, de la forma más indigna de perder.