Sinceramente, la lucha contra la persecución y el hostigamiento hacia la institución es cansadora pero imposible de abandonar. Los medios, periodistas y comunicadores no dan tregua. A diario, debemos estar atentos a todo lo que se publica en los medios para cuidar a Peñarol de los constantes embates que procuran ensuciar la imagen del club más grande y popular del Uruguay, le duela a quien le duela.

Parece mentira que, a esta altura de las circunstancias, con la accesibilidad a la información existente, muchos encargados de informar, comunicar y formar opinión, consideren que el público no percibe la dualidad de criterio que aplican en cada nota y las intenciones paralelas que se pueden observar cada vez que divulgan un artículo.

Ayer, 22 de octubre, en oportunidad de la confirmación de la suspensión vitalicia aplicada a Lance Amstrong, el diario El Observador publica, en su portal digital, una nota (muy original, por cierto) que repasa los casos de dopaje más recordados en la historia del deporte…

El encabezado reza lo siguiente: “Maradona en el Mundial de USA, Romario, Contador o André Agassi son algunos de los más famosos”. Hasta ahí, nada que acotar. Son casos reconocidos mundialmente, hasta por los protagonistas. Comencé a recorrer el listado de los emblemáticos dopajes y, en cada uno, pude observar la imagen del deportista implicado y una descripción de las circunstancias y sustancias que llevaron a la detección.

La nómina se extendía a atletas más que reconocidos como Marion Jones, Ben Johnson y los ya tristemente célebres ciclistas (o equipos completos de esta disciplina) involucrados en asuntos de drogas que favorecieron su desempeño como deportistas.

Repentinamente, un escudo de Peñarol.

Al costado, un mínimo relato del recordado hecho en el que se vio envuelto el Dr. Möller, en ese momento, Encargado de Juveniles, tras el suministro de creatina a jugadores de las formativas de nuestro club, ordenada por el preparador físico de la Sub-18, Javier Noble.

Aclaraciones y algunas cuestiones evidentes que surgen al ver tamaña acusación, dentro del contexto de una nota que aborda nombres y acontecimientos como Mundiales, Juegos Olímpicos y competencias de envergadura global:

Para comenzar, la creatina no es una droga prohibida para la práctica deportiva y su utilización no implica dopaje. “Error” infantil del periodista (que NO FIRMA la nota). Y las comillas las aplico porque quiero ahondar en las intenciones y criterios utilizados para realizar y publicar un artículo en un medio masivo tan prestigioso como El Observador.

La interrogante elemental es: ¿Por qué se utiliza el emblema de la institución para identificar el caso, en lugar de colocar una imagen de los implicados o responsables?

Es retórica. Los hinchas del padre y decano del fútbol uruguayo estamos acostumbrados y reconocemos fácilmente este tipo de acciones que procuran vincular al Club Atlético Peñarol con cuestiones negativas y alimentar la noción generada en la opinión pública.

Otra incógnita capaz de romper los ojos del más distraído: ¿Cuál es el criterio para seleccionar e incluir o excluir determinado insuceso en el análisis/artículo?

La manipulación de los contenidos es subjetiva. Es entendible. Pero, cuando queda en evidencia, puede afectar la credibilidad y sugerir falta de honestidad, responsabilidad o rigor periodístico.

No se necesita ser muy suspicaz ni escéptico para notar que se incluye el caso de los juveniles de Peñarol entre “LOS MÁS RECORDADOS DE LA HISTORIA DEL DOPAJE” pero, a la vez, se “omite” siquiera mencionar la peculiar situación que se produjo en 2011, cuando 3 jugadores de basketball del Club N. de Football dieron positivo de cocaína, en exámenes realizados mientras disputaban las finales del Torneo Metropolitano.

Así como se evitó colocar en la lista a determinadas instituciones o deportistas profesionales como: Nicolás Barrera, Juan Pablo Silveira, Sebastián Vázquez (Unión Atlética), Federico Haller (Hebraica y Macabi), Santiago García (CNF), Diego Vera (CNF), Gerardo Alcoba (Wanderers), Mauro Vila o Sebastián Ariosa (Defensor Sporting), entre otros que fueron penados por dar positivo en los controles, también se olvidaron de dar difusión a las gravísimas acusaciones realizadas por el -hoy- ex Encargado de Comunicación del club con sede en la Av. 8 de octubre. El profesional declaró haber visto a un jugador del plantel principal drogándose en un baño de la concentración. De eso no se habló más. El cargo del funcionario apareció vacante y nadie más trató el asunto… ¿Casualidad o causalidad? Igualmente, la identidad del protagonista y la veracidad de lo denunciado (una de las razones por las que no se le renovó su contrato) es vox pópuli.

Por lo expuesto, se podría inferir o deslizar (en condicional, tal como hacen los periodistas cuando les conviene) que en este medio, al igual que en otros afamados suplementos y portales deportivos, se aplicaría una suerte de razonamiento lógico que separa los acontecimientos según la institución o camiseta de los involucrados.

Otra opción válida es sospechar que, en dicha redacción -tal como sucede en un reconocido diario-, pudiera estar prohibida la difusión de contenidos que afecten la imagen o perjudiquen los intereses del club de los mitómanos acomplejados.

Son todas afirmaciones y cuestionamientos que elevo a los responsables y estoy absolutamente dispuesto a discutir con quienes lo entiendan pertinente.

Haberlo retirado (luego que alguien se los hace notar) no cambia demasiado las cosas. El problema está en la selección y redacción (intencionales o no), edición y publicación. ¿Nadie lo percibe, previo a subirlo al portal? Es -por lo menos- dudoso.

El Observador es un medio pionero en cuestiones digitales. Considero que los encargados conocen -mejor que la mayoría- los gajes de la inmediatez y el impacto de las noticias. Una vez que la información se encuentra disponible a las masas, el daño está hecho.

Ocultar no es la forma. Rectificarse o disculparse debería estar entre sus opciones.