Luego de estar más de un año alejado de padreydecano.com, los integrantes de la web me pidieron que vuelva a escribir, pero esta vez por algo más que especial; para contarles a los hinchas y socios de Peñarol quién es Ignacio Ruglio. Voy a intentar ser lo más objetivo posible. Es muy difícil, siendo más que un amigo de Ignacio, pero esta es mi historia.

Para contar cómo es Nacho tengo que irme al momento en que lo conocí, porque creo que esta anécdota refleja su esencia. Lo conocí de una manera muy especial, cuando dentro del Club comienza a aparecer el Movimiento 2809, del cual Ignacio fue socio fundador y por un tiempo parte de la agrupación. En ese año, dicho grupo fue el que llevó a cabo las primeras muestras de rebeldía por la forma de conducción del Club de Juan Pedro Damiani.

En esas asambleas representativas no iban más de 20 o 30 socios asambleístas de los 99 que la conformaban y los balances se aprobaban a escondidas. Increíble pero cierto. En aquella época no teníamos los medios de difusión que tenemos hoy, y las notificaciones para las asambleas se hacían en algún diario de poca circulación para así evitar que los asambleístas concurran en grandes cantidades; de esta forma el oficialismo se aseguraba aprobar los balances. Las asambleas eran en el hall de la entrada del Palacio Peñarol, donde hoy está la tienda oficial del Club. Traten de imaginarse por unos segundos esa escena. Como socio, uno tenía derecho a asistir como oyente. En esas asambleas fui testigo de ver cómo se manejaba al Club de una manera tan amateur que asustaba. En ese contexto es que esta agrupación, el Movimiento 2809, se manifestaba en contra de los balances y de la dirigencia.

Fue en esas instancias donde conocí a Nacho, de vista, de asamblea en asamblea. Yo participaba en otro grupo, la “Agrupación 9 de Octubre”, de socios amigos que nunca quisimos meternos en la política del Club.

Una noche, ya en el año 2008, coincidí nuevamente con él en una asamblea. Nos saludamos de lejos por conocernos las caras de la tribuna. En aquella jornada, el Movimiento 2809 le iba a hacer un homenaje a los campeones de 1987 en el Club Banco Comercial, en la rambla de Pocitos, una vez que terminara la asamblea. Ir desde el Palacio Peñarol a Pocitos en ómnibus implicaba perder mucho tiempo, y en taxi era un costo demasiado elevado para mis posibilidades en ese entonces. Además, era posible evitarlo si le pedía viaje a ese hincha que tenía auto y que integraba el Movimiento 2809. Fue ahí cuando me acerqué y le pregunté si podíamos ir juntos al evento. Me dijo que sí desde el primer momento.

Durante el viaje, obviamente hablamos todo el tiempo de Peñarol, como si nos conociéramos de toda la vida. Recuerdo que le comenté sobre un proyecto que tenía en la cabeza para plasmar, “el Día del Niño Carbonero”. Le encantó y nos comprometimos a hacerlo.

Pero no termina ahí la historia. Cuando finalmente llegamos al Club Banco Comercial, estaciona en la puerta y se despide de mí. Yo no entendía nada. Le pregunté por qué no iba al evento, a lo que me respondió que ya no era parte del Movimiento 2809. Se me cayó la cara de vergüenza. Le pedí disculpas por traerme a un lugar donde él no iba a ir cuando yo pensaba que sí, y además no teníamos la confianza suficiente. Esa noche y ese gesto me mostraron lo que es Nacho, la calidad de persona que lo caracteriza. Se desvió de su camino por el pedido de un hincha de Peñarol que ni conocía. Y tras intercambiar los teléfonos, empezó una hermandad que sobrepasó los dos colores y sigue hasta el día de hoy.

Nuestros comienzos de laburo juntos implicaron el armado de un grupo de trabajo y la organización del primer “Día del Niño Carbonero”, con el apoyo institucional. Luego, los años nos permitieron construir un grupo de socios que trabajaba para el Club sin ser parte de ninguna agrupación política. Fuimos cultivando una hermosa amistad con Nacho y demás integrantes del grupo de amigos.

Con este hermoso grupo de trabajo planificamos, presentamos y ejecutamos el proyecto de Peñas en 2010, una gran movida social que ayudó mucho a la institución en el crecimiento del caudal de socios, pero lo más importante fue que acercó un poco al Club con el interior del país. En ese tiempo recorrimos gran parte del territorio como integrantes de la Comisión de Peñas, kilómetros y kilómetros a pulmón para establecer un nexo y vínculo real entre los socios del interior y Peñarol.

Esos viajes nocturnos por las rutas, sumadas a todas las demás actividades, contribuyeron a que la amistad de cancha traspasara para ser una hermandad de la vida.

Con Nacho no compartimos mucho la tribuna. Desde que nos conocimos, él siempre fue a la Olímpica, contra la Ámsterdam, donde estaba su grupo “Los Enfermos de la Olímpica”. Creo que hasta el día de hoy, aún siendo presidente, si nos toca jugar en el Estadio Centenario, él va a ir a ese lugar a ver el partido. De ahí salió Ignacio, de la tribuna, porque es de esos fanáticos que no faltan a un partido por nada del mundo, los que entienden que ir a la cancha es sagrado; a Peñarol se lo alienta siempre.

Además de ir a todos los partidos de local y en el interior del país, Nacho es de esos hinchas que va a todos lados. En el año 2011 vivimos una experiencia única como hinchas en la Copa Libertadores. Nos fuimos a Avellaneda en barco, y a los pocos días de perder 3 a 0, nos fuimos en ómnibus hasta Mendoza. Ignacio y su gente de la Olímpica organizaron un ómnibus para ir hasta allá. Siempre se caracterizó por ser el que juntaba a la gente para viajar, para un asado, para una reunión de trabajo o para cualquier cosa que hacíamos por Peñarol.

También organizamos una excursión en ómnibus a Porto Alegre y un vuelo chárter para Santiago de Chile con más de 100 hinchas que iban a ir por el día al partido en busca del pasaje a la semifinal en la fría noche trasandina. Volvimos a viajar a Buenos Aires para copar Liniers y finalmente organizar otro chárter para la final en San Pablo. En esa copa estuvimos presente en 13 de los 14 partidos que jugó Peñarol. Así es Nacho y así somos su grupo de amigos de la tribuna, de esos enfermos que primero está Peñarol y luego existimos.

Pero el 2011 no solo quedará marcado por la buena campaña que nos hizo llegar a la final, volver a soñar y seguirlo a todos lados. A principios de año, ese grupo de fanáticos se propuso hacer la bandera más grande del mundo. Fue una locura. Al comienzo, la idea era hacer un telón grande, pero luego se transformó en la bandera más grande del mundo. Nuevamente con Nacho, Víctor, Leonel y mucha gente más, que no me daría la columna para nombrarla, llevamos a cabo una movida histórica dentro de la hinchada. Ese 12 de abril, frente a Independiente de Avellaneda, vivimos una noche que nunca más nos vamos a olvidar.

Es imposible hablar de Nacho sin acordarme del Gordo Fabián, un personaje que siempre está en nuestros corazones, que fue un gran amigo y compañero de tribuna y ruta. En nuestras tantas idas a Minas con el grupo de amigos de tribuna, Fabián jodía (pero en realidad hablaba en serio) de que había que meterse adentro del Club para cambiarlo con trabajo. “Mañana mando a imprimir 5 mil afiches con la frase ‘Se siente, se siente, Ruglio Presidente”. Todos lo acompañábamos con carcajadas, menos Nacho, que le pedía por favor que no lo hiciera, porque además sabía que era capaz de tenerlos prontos en cinco minutos. La partida de Fabián será siempre el golpe más duro que tuvimos como amigos, el recuerdo estará siempre y sé que desde el cielo festejó con nosotros que Ignacio se haya convertido en el presidente de Peñarol.

La vida siguió y nosotros seguimos al lado de Peñarol, hasta que un día en el año 2014, nuestro grupo de amigos se juntó a hablar para decidir si nos teníamos que involucrar en la política del Club o no. En una cena terminamos de convencernos de que había llegado el momento de participar políticamente como agrupación y con Nacho a la cabeza. Ahí comenzó este otro camino, en 2014 con la primera elección y llegada al Consejo Directivo, y se coronó con la victoria en las elecciones del 2020.

En estos 6 años pasaron mil cosas, de las buenas y de las malas. La política es un ámbito hostil, perverso, plagado de miserias, y estoy citando textual a otro amigo de este grupo de fanáticos, el Fatiga. No es fácil estar ahí adentro. Personalmente nunca me pude meter dentro de ese sistema. Sigo creyendo hasta el día de hoy que es más lo que se pierde de lo que se gana estando ahí. Capaz que si ahora se logra lo que Nacho propuso, entonces sí habrá valido la pena todo. A pesar de no ser parte de una lista, uno puede ayudar y estar, y eso es lo que ha pasado en estos 6 años. Socios que van y vienen, personas que sin figurar son incondicionales y mil desamores con la gente. No es fácil, y destaco esa fortaleza de Nacho, que año a año siguió aguantando todo para lograr el cometido, que es llevar las riendas del Club. De la tribuna a poner el pecho contra el poder, contra los grandes empresarios, contra todos aquellos que solo buscaron desestabilizarlo para que se baje de la carrera. No se entregó nunca.

Hay que ser muy fuerte para estar ahí. Nacho, con los de la tribuna, lo logró luego de mucho esfuerzo. Ahora llegó la hora de demostrar y de lograr unir a Peñarol como hace muchos años no pasa. Cerrar filas e ir todos juntos apuntando nuestras energías en busca de un objetivo en común para la institución.

Ojalá pueda llevar adelante todo su proyecto y logre esa unión que tanto necesita el Club para volver a ser absolutos ganadores en el terreno local y a pelear por la gloria en lo internacional.

De la tribuna a la presidencia, de la responsabilidad de alentar siempre a Peñarol a conducirlo, ese es el camino de Nacho en Peñarol.

Cr. Gonzalo Quiñones