Pregunta vasta si las hay. Pregunta difícil de contestar. Cada uno lo expresa de diversas maneras, pero todos tenemos algo en común: la palabra Peñarol nos toca el corazón.

Hay de todos los tipos, aquel melancólico que prefiere escuchar por la radio, que queda casi tan loco como Kesman con sus relatos. Aquel que tiene todo un ritual –picadita de por medio- y posición casi religiosa para ver a su carbonero en la T.V. Están aquellos que en cualquier rinconcito del mundo, les puede faltar todo menos un bar, una computadora, o lo que sea para estar prendido a esos colores que en lejanía vibran más que nunca.

Está aquel que de “canuto” se entera de las noticias cuando está trabajando. Busca algún cómplice fiel a esta locura que le mande algún mensajito, o mismo que lo llame para contar qué tal va el equipo de sus amores. O aquel que parado 8 horas como una estaca, aburrido por afuera, pero sintiendo por dentro, se prende a los auriculares y cabecea –en su mente- los centros del «Tony» Pacheco.

Están aquellos, los que trabajan cerca de donde juega Peñarol,  que cuando escuchan esa marea de gritos expresando el sonido más lindo de todos –Gooooool- se le escapa una sonrisa y rompe con ese acartonado profesional. Están aquellos que saben que llegan tarde al partido, pero en su mente ya están planeando el camino más rápido para llegar al estadio.

Ser hincha de Peñarol, es la madre que prepara la pasta los domingos, un poquito más temprano de lo habitual porque ya sabe que juega el carbonero. Ser hincha de Peñarol, es levantarse con una sonrisa por fuera y un grito interior de euforia que clama “¡hoy juega mi Peñarol!”. Es aquella rutina de tener todos los horarios coordinados: a qué hora me levanto, a qué hora como, a qué hora salimos, a qué hora entramos: Nuestro día se adapta a Peñarol, es así. Y felices estamos de que así sea.

Si habremos dicho una y mil veces “no puedo, juega Peñarol”. Cuántos casamientos, cumpleaños, fiestas, partidos de fútbol, y sinfines de compromisos personales fueron dejados de lado porque simplemente teníamos que ir a misa. Sí, leyó bien, a misa; unos le rezan a su Dios, nosotros rezamos que nunca nos falte Peñarol.

Ser hincha de Peñarol es vivir pendiente de estos colores. Es que ni siquiera se prendió la computadora, y ya estás pensando qué sitios deportivos visitar para empaparte de la actualidad de Peñarol. Es aquel que compra el diario solo para leer las noticias de su equipo.

Ser hincha de Peñarol es tararear en la calle las canciones de la hinchada. Es ver cómo la gente te mira y en sus ojos se esconde una expresión de “¿y este tipo?”. Señor, señora: yo y mi locura somos felices.

Ser de Peñarol es golpear el banco de la escuela/liceo/trabajo a ritmo de los bombos, es cantar en los recreos en voz alta con los compañeros de clase, es decir yo soy el «Tony» Pacheco en los picaditos de gurises.

Ser hincha de Peñarol es dejar bien en claro que no tenés ninguna vergüenza de cantar por estos colores. Ser hincha de Peñarol es saber que no importa en qué local bailable, las canciones que se entonan siempre son las de Peñarol. Ser hincha de Peñarol es saber que en los recitales de rock las banderas que adornan el espectáculo son las de oro y carbón.

Ser hincha de Peñarol, es esperar y desesperar por la venta de entradas. Es incendiarse de ansiedad cuando la entrada no es de fácil acceso. Es sentirse la persona más feliz del mundo cuando esa entrada está en nuestras manos. ¿Cuántas veces nos convertimos por un momento en psicóticos del Viladerbó esperando por una entrada?

Ser hincha de Peñarol es entrar a la tribuna y sentirte hasta mejor que en tu propia casa. Sabes dónde está todo: las banderas de siempre, los amigos de cancha, la gente que no te saludás pero que sabés que ambos se conocen, los vendedores de bebidas y comestibles, etcétera.

Ser hincha de Peñarol es cranear el financiamiento de un viaje costoso. Es vivir dando explicaciones del porqué de esos viajes, y es ir escuchando una y otra vez “estás loco”.

Ser de Peñarol es pintar tu barrio en dos colores. Es levantarse al otro día y sentir por dentro la alegría de que tu día a día esté coloreado de los colores que sacuden tu corazón.

Ser de Peñarol es herencia. Es ver cómo pasan las generaciones, y todos comparten la misma pasión. Es ver cómo familias enteras pueden unirse por un equipo de fútbol. Es decir una y mil veces “gracias a mi viej@/padrino/tí@/abuel@ por hacerme de Peñarol”. Y esa es una frase de cabecera que se traspasa de genética en genética.

Ser de Peñarol es ponerse la camiseta de Peñarol y andar por la calle desafiando miradas molestas, y uniéndose en silencio a esas sonrisas cómplices de esta pasión. Ser hincha de Peñarol es escuchar ese “¡Aguante Peñarol!” de los civiles que te ven empapado de tela amarilla y negra.

Ser hincha de Peñarol son esos mil y un cuadernos con las siglas C.A.P., ser de Peñarol es inventar la canción que algún día soñamos con que la cantara el pueblo carbonero. Ser de Peñarol es luchar contra los celos de tu novia. Cuántas veces se habrá escuchado “¿A quién querés más, a Peñarol o a mí?

Ser hincha de Peñarol es dejar a la vieja con los pelos de punta de preocupación. Ser hincha de Peñarol es explicarle a la gente que ir al estadio no es lo que dice la prensa, y que la Ámsterdam no es un zoológico. Ser hincha de Peñarol es hacerle notar –una y otra vez- al tradicional rival, que donde haya un grupo de personas, la mayoría siempre será de Peñarol.

Para mí ser hincha de Peñarol, es un estilo de vida. Es ordenar tu vida a Peñarol. Es poner prioridad en un montón de cosas a Peñarol. Es dejarte llevar por esta locura que tanta felicidad nos da. Es estar más que nunca cuando las cosas no se dan. Ser hincha de Peñarol muchas veces no tiene una explicación lógica, y concreta de decir: Esto es ser de Peñarol. Simplemente expuse unas cuantas maneras de vivirlo.

Ser hincha de Peñarol es vivir sumergido en una realidad que mucha gente no la entiende, pero que quien la vive se da cuenta que trae muchos beneficios para nuestra vida. Y bueno, quizás nunca lo entenderán, pero lo que sí estoy seguro, es que quien lo siente lo sabe.