El equipo perdió, otra vez perdió, la historia no da para más. Las caras largas se transforman en la expresión más cruda de decepción. Mirás a tus costados y tu familia está igual. Nadie habla. Tus amigos de la tribuna, son cómplices de miradas de «basta, otra vez, no lo aguanto más’’. No se habla con palabras, se habla con miradas, gestos, expresiones no verbales. Nuestro lenguaje corporal se transforma en nuestro mejor reflejo de decepción.

La calentura corre, nombres que vienen acompañados de frases llenas de bronca y desesperación. Preguntas que corren atrás de las explicaciones. Estamos enojados, tristes, frustrados. Otra vez nos falló el equipo.

Sin darnos cuenta, escuchamos el sonido del palo dando contra la lonja. El bombo toma el lugar de nuestro corazón y comienza a latir, dando vida a un cuerpo más muerto que vivo. Los oídos que no querían saber nada con el partido comienzan a dejar entrar frases como mieles para el alma. Esa mirada perdida al suelo, lentamente va despertando, y dándose cuenta que algo está pasando. El hincha que está al lado tuyo, el mismo que era una copia de tu situación, empieza a aplaudir y tibiamente continúa el canto que nace orgullosamente de la hinchada. De a poquito se suman los granos de arenas de cada hincha. La alegría toca tímidamente la puerta de nuestro corazón. La dejamos entrar, y casi sin darnos cuenta, comenzamos un ritual terapéutico. ‘’La que ganes o pierdas sigue alentado…’’

Son esos momentos los cuales yo lo describo como oportunidades de la vida. Ese relato sentimental que me paso a mí varias veces, es un simple paralelismo de lo que nos puede estar pasando hoy. Estamos mal, decaídos, heridos, pero tenemos una oportunidad hermosa para estar todos unidos, y que desde esa unión de la gente, demostremos lo que es la gente de Peñarol.

¿Decepcionados por los resultados? Sí. ¿Molestos? Sí. ¿Con ganas de hacer saber nuestra bronca? Sí. Pero canalicemos de la manera más productiva esos sentimientos. Cuanto más brava vienen las cosas, es donde más se demuestran las personas, los grupos, las hinchadas, y lo que ustedes quieran en la vida.

Estamos heridos, aceptémoslo. Para nosotros es una tragedia, la prensa y los jugadores nunca lo van entender como lo sentimos nosotros. Pero aprovechemos este momento. En las difíciles se ven las personas valiosas. Demostremos lo que somos como hinchada. Demostremos unión, demostremos respeto por eso que amamos que se llama Peñarol. Que no son ni jugadores, ni dirigentes, ni campeonatos, ni técnicos… Es algo místico que nos llena el alma. Algo inexplicable.

Aprovechemos este bajón como un momento para demostrar quiénes somos. Estos momentos definen la identidad de la hinchada. Cuando todo va bien, resulta fácil expresar orgullo para con Peñarol. Pero cuando estamos mal, es cuando más se valora si demostramos ese orgullo de ser hincha de Peñarol.

Esto es una simple opinión. Simplemente para pensar frente a una fecha tan especial como un clásico.

¿Puede un momento amargo ser tan dulce consuelo?