columna-zalayeta-frasco

No, no queremos los últimos botines, y mucho menos la cara bañada de flashes. Menos aún bancamos, la picardía polémica, buscando la lengua desprovista de cuidado. No, no toleramos la frase picante que dañe a nuestro club. Tampoco el contrato millonario, incoherente con la realidad de nuestra institución. No, no soporto ver cómo se te borra esa efímera euforia inicial de vestir esta camiseta.

No, no queremos jugadores cabizbajos cuando entran a la cancha. No, tampoco forzar comprender que regulen las fuerzas según la ‘’importancia del partido’’. No, tampoco queremos la pose para la nueva camiseta de ocasión. No nos interesa en lo más mínimo, verte brillar para un interés económico externo. También, quiero que sepas, no nos interesa si adquiriste el último coche de gama, o la última indumentaria de moda.  No, nada de eso nos interesa.

Menos aún, enterarme, verte brindar nuestra derrota. No, tampoco quiero explotar mi bronca,  viéndote mofar nuestra más desoladora tristeza. No, no toleramos verte reír, cuando perdí cada uno de mis dientes viéndote jugar así. No, no nos lastimes con tu rostro de piedra como respuesta a un cálido aliento. No, no queremos que ningunees a un puñado de dementes acribillados de peligros en el exterior. Tampoco tu camiseta como pseudo-recompensa a semejante esfuerzo.

Sí, imagino verte concentrado en el partido. Ceño fruncido, mirada fija en el balón, y descifrar cómo mejorar cada situación. Sí, quiero verte empatizar el esfuerzo de hasta el más sufrido hincha de Peñarol. Sí, sueño ver tus palmas aplaudir la incondicionalidad más preciada. Sí, pretendo verte levantar la mirada y que contemples cuántas almas alfombran tu jugar. También, me encantaría apretar las manos, viéndote trancar, por todo aquel que hoy no pudo estar.

Sí, disfruto verte reír, cuando juegan en conjunto y no alimentan su ego en una jugada. Sí, quiero verte brillar, cuando besas honestamente, nuestro logo más amado. Sí, quiero eximirte de quejas por el campo del juego o el clima de ocasión. Sí, aspiro cortar tus incomodidades que serían nuestras comodidades en la misma situación.

Si, defiendo verte relucir humildad. Que ganar no nuble tu actuar. Sí, anhelo oírte declarar con palabras que cobijen nuestro club y aplacen tu ego. Sí, deliro verte transpirar del mismo modo que cuando nosotros saltamos de par en par. Si, espero verte ensayar tiros libres con la misma paciencia que nosotros entónanos nuestro nuevo cantar.

Sí, dibujo verte con estampa de campeón, aunque vayas perdedor. Sí, quiero verte gritar ‘’a lo Peñarol’’ y revertir ese 0-2. Sí, pretendo que comprendas el insulto fácil de aquel que todo lo perdió en su hogar. Si, quizás te pido un poco más de lo que debes dar. Pero ¿Sabes qué? Es exactamente lo mismo que nosotros sentimos cuando rechazamos negociar nuestra incondicionalidad.

Solo quiero pedirte, que seas el anexo de mi alma en la cancha. Solo deseo regar tu campo de juego, con mi fervorosa sangre Peñarol. Solo pretendo traducir nuestro respaldo, en la mejor de tus versiones. Solo busco ilustrarte, que ganarte nuestra aprobación, es llenar nuestro frasco de amor.

Solo queremos que llenes nuestro frasco. Un frasco que pide sudor, lágrimas y un grito de gol para llegar a ser campeón. Un frasco que late en la profundidad de cada delirante por esta pasión. Ese cristal que esconde la contraseña perfecta, para que guardes en tus bolsillos, nuestras mejores monedas de compasión.

Tu esfuerzo, mi alegría. Tu gallardía, mi cofradía. Tu humildad, el mejor de mis respetos. Tu sudor, lo que alienta mi cantar. Tu resiliencia en la cancha, mi resistencia en las gradas. Tu empatía, el soporte que me abriga.

Hagan más de lo que deben. Luchen más de lo que pueden. Transpiren hasta secar su cuerpo. Te lo pido desde mi teclado. Te lo grita mi bandera. Y te lo aclama mi garganta.

Nosotros prometemos no declinar nuestra constancia en la tribuna.

Ustedes hagan lo mismo cada día que defienden nuestra locura.

Quien lo siente lo sabe.