Los nombres de las contrataciones carboneras son conocidos y si uno visita esta web, más todavía. En esta oportunidad, el período de pases nos deja una de cal y una de arena. Vamos por las buenas primero. Los dirigentes entendieron exactamente qué estaba precisando Peñarol. Hombres con personalidad, tipos a los que no les pese la recta final de un campeonato o un clásico definitorio. En esta oportunidad, y a priori, estamos preparados para ver a un equipo que sabe plantarse en la cancha de fútbol desde el primer al último hombre.

La parte negativa, quedó bastante claro que no tenemos un juvenil que merezca la confianza de salir a jugar. Aquello de las cuatro o cinco incorporaciones y el resto con pibes de la casa no corrió. El CAR, el trabajo, la inversión en juveniles, todo eso sucumbió ante el peso demoledor de la realidad. Miremos números, miremos campeonatos juveniles, miremos cuántos jóvenes nuestros emigran con éxito al fútbol europeo. Esa es la realidad y, francamente, el tiempo de trabajo ya no es poco. No es un proceso que se esté iniciando. Las comparaciones, dicen, son odiosas. Yo no creo que sean odiosas, a lo sumo duelen.  En el mejor de los casos, uno de los pibes va a entrar y nos va a tapar la boca a todos los que la vemos feucha, pero en ese caso también deberemos recordar aquello de que “una golondrina no hace verano”.

Miremos el vaso lleno. Con trabajo y profesionalismo, al final de la temporada estaremos preocupados por los refuerzos que puedan llegar y no temiendo que no se vayan algunos jugadores que inexplicablemente (o con explicaciones que nos darían vergüenza y juicios) llegaron a ponerse la camiseta de Peñarol.

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