terapia-2012-01-mariano-alvez‘’Abu! ¿Amigo cómo va?’’ Uno de los tantos carboneros se me aproxima a acariciarme el alma con un apretado abrazo y un ‘’¿cómo va esa vida?’’. Este hermano de la tribuna me comenta, mientras desplegábamos nuestras telas del alma, lo salvador que había sido Peñarol y su gente. Un amigo de cancha, de aquellos que quizás no conoces mucho su vida, sus gustos y sus mambos, pero que en la tribuna era un confidente de toda la vida donde –mediante bar y café imaginario- charlábamos hasta de lo más incómodo de nuestras vidas.

Este carbonero que estaba con ganas de abrazar la muerte, me narraba lo vital del apego a Peñarol, lo esencial que se convierte el salvavidas de nuestros problemas llamado Peñarol. No quería seguir más acá. Me describía las causas de sus desgarradoras actitudes, pero paradójicamente, su rostro dibujaba una sonrisa junto a un par de ojos vidriosos que sin lugar delataban lo acogedor que resultaba estar un Sábado 14.32 horas, en la tribuna Ámsterdam.

Allí estaba él, como tantos otros días colgando su fiel compañero llamado bandera, como respetando el ritual, independientemente de los terremotos de su vida. Mientras lo veo acróbata en el alambrado, me quedo en silencio digiriendo lo que recién me había revelado este amigo de cancha. En eso se me vuelve arrimar, y me dice –como queriendo darle una razón- a lo contradictorio de su relato y expresión corporal: ‘’pasa que con Peñarol me olvido de todo’’.

¿De qué nos olvidamos cuando estamos en la cancha viendo a Peñarol? Como pedradas caen en mi mente: problemas del diario vivir, el trabajo que nos apremia, la pelea de ayer por la noche con nuestra pareja, el caldo precoz llamado suegra, el examen que ahoga mi tranquilidad, y tantas otras vivencias que más o menos compartimos todos en las diferentes etapas de nuestra vida.

Creo yo que aclarar esto, es quedarme en la orilla y no lanzarme al mar. Es simplemente echarle un vistazo al dilema de ‘’Peñarol me hace olvidar todo’’ y no arrojarse al inmenso océano de explicaciones, deducciones, interpretaciones, variaciones que pueden danzar inconscientemente en la mente del carbonero cuando huye a su refugio llamado Peñarol. ¿Habrá alguna otra explicación?

A mi juicio, uno de los misterios ocultos de tanto apego a ‘’ir a ver a Peñarol’’ es lo que denomino como la Terapia del Presente. ¿Y esto que tiene que ver con nuestro Peñarol?

Partimos de nuestra premisa aventurera de creer que pasamos mucho tiempo de nuestro día existiendo (físicamente) en el presente, pero pensando –y por ende viviendo- sumergido en el futuro (o pasado). Nuestro diario vivir, vive persiguiendo un anhelo de lo que vendrá (o lo que sucedió) olvidando centrarse en disfrutar lo que está sucediendo ahora (como decía un tal John Lennon: ‘’La vida es aquello que pasa mientras planeamos el futuro’’).

Pongamos algunos ejemplos para clarificar el concepto:

¿A quién no le pasó estar zafando del bodrio de la clase de ocasión, planificando lo que hará el fin de semana?

¿A quién no le pasó ni siquiera haber ‘marcado tarjeta’ en el laburo, y estar prácticamente mendigando nuestro anhelo porque sea la hora de partir a casa?

¿Quién no activó la táctica de decir a todo ‘’sí’’ cuando un sermón detecta nuestro error?

¿Cuántas veces escapaste del aburrimiento momentáneo bichando en el celular lo que ya hurgaste hace 5 minutos?

¿Mientras estás bajo de la ducha, te decís ‘’qué placer el baño que me estoy pegando’’, o estás diagramando la ropa que te vas a poner y a qué hora debes salir?

El factor común de todas estas situaciones es estar constantemente huyendo del ‘’aquí y el ahora’’, de empaparse por completo en lo que estás viviendo ahora y en este espacio de ocasión. A mi entender, el vivir el aquí y el ahora, implica poner a disposición todos nuestros sentidos: el tacto, el olfato, la vista, la escucha y el gusto.

Hagamos este ejercicio juntos:

¿Cuando estás en la tribuna alentando a nuestro Peñarol, estás pensando en qué tenés que hacer después del partido? ¿Cuando tu corazón se siente acribillado por un posible gol que nos pueden hacer, estás pensando en la pelea con tu pareja? ¿Cuando está por patear un penal el Tony Pacheco, estás lamentando que tenés mucho mes para tan poco sueldo?
Cuando suena ‘’Manya mi buen amigo’’ ¿Dónde está tu vista? ¿Tu tacto? ¿Tu escucha? ¿Tu olfato? ¿Tus papilas gustativas?

Todas están presas de Peñarol, como gritando en coro  ‘’Acá y ahora es donde quiero estar’’: Quiero oler la mezcla de pólvora de fuegos de artificio con el aroma dulzón de la Ámsterdam. Quiero palpar la sequedad de boca luego de desarmar la garganta durante 90 minutos. Quiero observar cuáles fueron las banderas que vinieron y las que no pudieron asistir. Quiero abrazar y encadenarme de pasión con mis hermanos de cancha cuando llega un nuevo gol. Quiero cerrar los ojos, escuchar a la banda brillar y presentar el mejor disfraz auditivo para un oído tan atribulado.

Ahí estaba mi amigo desahuciado, en la terapia del presente, queriendo desintoxicarse de lo que bombardea su mente las 24 horas del día. Sus manos disfrutando de colgar su bandera, sus ojos vidriosos de contención carbonera. Su boca saboreando un trago de Coca-Cola fría que compartíamos. Sus oídos expectantes escuchando la alineación por los altoparlantes, y su olfato convertido en instinto que presagia paz en su vida, al menos por esas horas. Peñarol es vivir en el presente, y eso mi amigo lo estaba paladeando dentro de su apaleado corazón.

La ecuación parece sencilla: tachamos el pasado, posponemos el futuro. Esta es nuestra terapia del presente. No creo que lo encuentres en un texto académico, ni en una conferencia de cómo ser feliz. Ya veo a más de un catedrático reírse por este atrevido planteo. Pero, ¿a quién le importa?

’Locos son los que dicen estar cuerdos’’ golpea mi cristal llamado alma. Y me deja pensando. Nuestro manicomio, nuestra locura, nuestro mundo incomprendido, ¿es lo ‘’zafado’’?, ¿lo mundano?, ¿lo intrascendente? Y en el mismo instante es ¿aquello que nos enseña a disfrutar realmente de nuestra vida?, ¿es aquel tesoro que muchos no ven, pero permite al ser humano olvidar la ilusión llamada tiempo? ¿Es aquello que permite diluir las dudas existenciales, de aquel desahuciado por vivir?

El partido está por comenzar, y me despido de mi amigo fundiéndome en un nuevo abrazo. Sus ventanas empañadas y su sonrisa inocente quedan grabadas a fuego en mi mente. Lo veo partir pero su media vuelta captura mi atención frente un rayón en su espalda. La intriga me atrapa y antes de que parta, afino la mirada, y descubro un lema revelador hecho tatuaje en la piel de este carbonero. El escudo más lindo acompaña la frase que resume, a la perfección, el significado de la terapia del presente: ‘’No existo más que para vos’’.