idolos-ailen-garelli-1Peñarol no pide permiso en mi mente, e invade mis obligaciones. Me encontraba ocupado en mis estudios, pero lentamente comenzó a tallar mi cerebro la idea que me viene seduciendo hace ya un tiempo. ¿Sigo con mis responsabilidades, o le doy bola a eso que batalla porque mi mente y mi alma le presten atención? Debería seguir estudiando, tendría que controlar mis impulsos rayados de oro y carbón, lo mejor sería concentrarme y seguir con mi tarea. Mi “yo” cargado de responsabilidades toma protagonismo y parece ganar la batalla.

La abstinencia carbonera, juega su partido, imágenes en mi mente, ponen en jaque a mi “yo” acartonado y cumplidor de lo que ‘debo’ hacer. Las ganas de escribir con tinta amarilla y negra me invaden nuevamente. No hay caso. Parece haber llegado esa fluidez de reflexiones, que con el paso del tiempo, me he dado cuenta que debo darles bola independientemente de mi situación.

La pluma saca filo, y me hace pensar en qué sería de un espacio que se dedique exclusivamente a celebrar los ídolos de la tribuna. Todos conocemos, admiramos y vanagloriamos los ídolos que juegan en el rectángulo del verde césped. Hay banderas, camisetas, cánticos, murales, y cataratas de simbolismos que parecen estar constantemente agradeciendo a aquellos que se ganaron el pedestal de los indiscutidos, de los que pusieron ladrillos de gloria en nuestra institución, de los que adentro de la cancha crearon y defendieron la esencia de Peñarol.

Ahora, lo que me vino a jugar en mis pensamientos y en mis sensaciones, es la siguiente utopía: ¿Por qué no existe el mismo mercado de amor para los ídolos de la tribuna? ¿Por qué no existen reconocimientos para los ídolos del aliento? ¿Por qué no existe un salón de la fama de los fanáticos que se desarmaron en vida por esta camiseta?

Antes que nada, quiero aclarar que no se trata de desviar el fanatismo de nosotros los hinchas. Más precisamente no es una apología a convertirse en el modismo actual ‘’hinchas de la hinchada’’. Con respecto a ese concepto, en estas líneas no emito ningún juicio de valor al respecto, simplemente aclaro que esto se trata de algo diferente, de algo que no desviaría la esencia de ser hinchas de un club: ver ganar a nuestro equipo.

Después de un buen periodo cumpliendo el rol de hincha de mi club, pude pasar por diversas etapas de fanatismo, sin embargo, es indudable que lo que es inalterable y esencial de cualquier fanático es solo una cuestión: nuestra alegría es ver a Peñarol ganar; y ese es nuestro fin último.

Aclarado esto, vuelo a la balsa de mis delirios personales, y me imagino un reconocimiento a aquel hincha que reniega sus ambiciones personales, y viaja por toda América siguiendo a Peñarol. Ese hincha que siempre aplaza necesidades egoístas (en el buen sentido), y lo brinda pura y exclusivamente para no dañar su fidelidad al club. ¿Cuándo habrá un trofeo para ese hincha que constantemente aplaza sus ahorros, por tener la constancia de seguir a Peñarol a dónde va?

viaja

Sigo mi recorrido mental, y me topo con aquel señor, del interior profundo, que camina un lote de kilómetros, desafiando su propio biorritmo, poniendo a prueba sus apaleadas piernas, en busca del diario del lunes para ver cómo salió su Carbonero ese fin de semana. ¿No sería lindo ver en el museo de Peñarol un rincón con la imagen de este gladiador silencioso camino al almacén de su pueblo?

En mis comienzos de seguidor empedernido de estos colores, la constante de ver mujeres anestesiadas de esta pasión no era un común por esos días. Sin embargo, en la actualidad, la equidad de género parece haber arribado a las tribunas. Propongo un trofeo a las mujeres que desafían el statuo quo del futbol para los hombres, y se calzan de pies a cabezas con la ropa de nuestro club. ¿No sería una imagen digna de la evolución de las sociedades, ver a una mujer y un hombre a la par rompiendo gargantas por una misma pasión?

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Casi sin pensar, llega a mi teclado, el hincha que brinda todo en post del resto de los fanáticos. Brindo por todo aquel que mantiene una página web/blog/twitter/Facebook,  y permite que todo el resto de los locos estamos al tanto de nuestra locura llamada Peñarol. Brindo por ese fanático, que recorta tiempo de su vida, buscando crear el mejor contenido para que el resto del pueblo se informe. Brindo por todos los fotógrafos que ilustran, con sus fotografías, memorias imborrables en nuestro corazón  ¿Será tan lunático pensar en una premiación oficial a todos los que honorariamente (‘’si no hay amor que no haya nada’’) crean y mantienen la identidad Peñarol a través de internet?

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Sigo repasando mi listado mental de ídolos de las tribunas, y me topo con el carbonero solidario. Ese que no hace ruido, no vende diarios ni tampoco llena minutos de televisión. Ahí está él/ella cargando esa bolsa de Macro Mercado llena de ropa de abrigo para donar a quien lo necesite. Individuos como estos son los que permiten después a los clubes poder decir: Peñarol es mucho más que un equipo de futbol. ¿No sería válido reconocer que este tipo de personas tienen tanta importancia en la formación de la identidad de un club, como aquel que tranca con la cabeza en la cancha?

solidario

Pocas cosas me generan tanto orgullo y respeto, como ver aquel uruguayo en el exterior queriendo evangelizar un extranjero. Les ponen la camiseta, les cuentan de la hinchada, les gritan los goles, les cantan las canciones. Básicamente los vuelven locos. Este párrafo va por todos aquellos que espontáneamente dejan fluir su locura en cualquier lugar del planeta Tierra, y hacen conocer a nuestro club. ¿Se imagina usted un reconocimiento a todos los hinchas en el extranjero, que gracias a su pasión (y a destruir ‘el qué dirán’) permiten que Peñarol sea globalmente cada vez más conocido?

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Llega la hora de la genética. De agradecer a todos los que vistieron a sus bebés recién nacidos con algo amarillo y negro. A los encargados de que las nuevas generaciones se unan a nuestra familia. Un aplauso a aquel carbonero/a que hizo socio a su bebé antes de que éste llegue al mundo. A ese papá/mamá que muestra el carnet de la foto de su criatura hecha ecografía, como patentando que están enfermos por estos colores. ¿Sería tan irracional, pensar en un homenaje a estos papás locos, brindándoles algún presente por semejante muestra de fanatismo?

bebes

Rozando la legalidad, y lo moralmente aceptado, quiero distinguir a los pintores no reconocidos, a los artistas sin estudios, a los callejeros carboneros. Gracias por barnizar el barrio con los colores que laten mi corazón. Gracias por alegrar el paseo viendo frases pasionales que guiñan mi corazón. Este ‘gracias’ va para aquellos pájaros que van por la noche desafiando el frío, las leyes, y los rivales, para que todos podamos paladear la ciudad con la combinación que más adoramos. ¿No sería novedoso condecorar a estos artesanos con la posibilidad de diseñar el entorno de nuestro futuro estadio?

pintores

Otra idolatría que no puede quedar atrás es la de los coreógrafos de los recibimientos, los que se las ingenian para que nuestra tribuna destile alegría, carnaval y colorido. Nunca pueden faltar en nuestra tribuna los que dejan horas pensando y financiando la fiesta en la tribuna. Nunca pueden ser excluidos los fanáticos que bordean la legalidad y nos arman un show de fuegos artificiales que desmoronan todo nuestro esqueleto. Nunca pueden faltar los costureros improvisados de incalculables banderas para el goce del pueblo carbonero ¿No sería digno imaginar un rincón interactivo de nuestro Palacio Peñarol con un sector para ver los mejores recibimientos de nuestra hinchada?

fiesta

En la ambición de no dejar a ninguno de mis ídolos de la tribuna fuera, me topo con los historiadores y coleccionistas, con los arqueólogos de la rica historia de nuestro club, los exploradores de todos los recovecos de nuestro Peñarol. Como no acordarse de los historiadores que inyectaron mis venas de historia carbonera, con libros que se convirtieron en biblias sagradas. Como no idolatrar al obsesivo de nuestra camiseta, al roedor de las casacas más antigua e inaccesibles de nuestra institución. ¿Qué sería de nuestro club sin los reconstructores de nuestra historia? ¿Cuánto le debemos al destajo de estos investigadores de nuestra pasión?

historiadores

Capítulo especial me merecen los carboneros del interior. Sinceramente los tengo siempre recordando que la entrada para los capitalinos nunca es tan cara, y que el viaje de ocasión nunca es lejano. Si me pongo a pensar en mi fidelidad por tener el habitué incorporado de asistir religiosamente a ver a nuestro club, ¿qué queda para los enfermos que tienen un pack de tiempo y dinero extra cada partido de nuestro club?

Allá van los ídolos en silencio, en la terminal de su pueblo arrancando una vez más en busca de su dosis semanal, un poquito más costosa que la de tantos otros carboneros. ¿Habrá lugar para consolar la locura de estos peregrinos? ¿Podremos anhelar una retribución, logrando un acuerdo de precio con las agencias de viajes el día que juegue nuestro club?

interior

Aquí dejo servida la mesa de mi homenaje a todos los ídolos en secreto, a todas las glorias ocultas que tiene nuestro Peñarol. A los jamás premiados, a los que nunca tendrán la luz de la cámara de TV reflejada en su frente, a los que nunca les dirán “Estamos al aire” en la radio, a los que nunca le caerá en su espalda una ovación de millares de almas encantadas por como dejan la vida por Peñarol.

¿Y qué querés que te diga? ¿Deberían recibir un premio por su amor incondicional? ‘’Te doy todo sin esperar nada a cambio’’ es el tatuaje que llevamos todos en nuestra alma carbonera. Quizás exigir un premio sería caer en una contradicción, en un beneficio secundario que podría descomponer ese amor crudo e inocente que brota de todos estos referentes de pasión. Sin embargo, me genera tanta injusticia ver tanta premiación por supuesta adhesión a la causa, tantos aplausos amnésicos de intereses económicos, tanta ovación desmesurada, que no detenerme a cuestionar la falta de reconocimientos a mis ídolos ocultos, sería ser cómplice de lo que últimamente me aborrece.

No creo que mis ídolos ocultos sean más importantes en el andar de mi club, que los 11 que saltan a la cancha los  fines de semana. Simplemente creo que existe un desequilibrio emocional al respecto. Aclaro que no busco que se le comience a faltar el respeto a los jugadores de fútbol, simplemente busco una independencia emocional de nosotros para con ellos, una reducción de ese endiosamiento al jugador de fútbol.  Y esa independencia emocional comienza, a mi entender, con darnos cuenta que tenemos mucho más peso en la identidad Peñarol de lo que realmente pensamos.

Acá dejo servido, más que un plato que agradece, el banquete más grande de mis emociones positivas: orgullo, respeto, amor, cariño, aprecio, dicha, hidalguía y todas las combinaciones posibles para transmitir que su presencia es fruto de estas humildes líneas. Nunca podré llegar a transmitir realmente lo que me genera cada uno de mis ídolos en secreto, ya sea por la pobreza de nuestro diccionario, o siendo más realista, por mi pobreza de no poder representar con exactitud lo que generan en mi interior; un sentimiento inexplicable.

Mi homenaje a todos los ídolos en secretos, a todos los que dan todo sin esperar nada a cambio, a todos los que forman el tesoro de los inocentes. Mis aplausos a ser siempre un poco irracionales en la decisiones, a ser poco cautos a la hora de gastos económicos, a ser poco egoístas y poner en la brújula de prioridades la fidelidad a Peñarol.

Gracias a todos los ídolos en secreto por formar parte de la hinchada de Peñarol.

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