Claramente estas últimas semanas no fueron las mejores para el hincha de Peñarol; solamente ganamos un punto de los últimos doce disputados, en un campeonato en el que aparecíamos solos y tranquilos en la punta esperando que lleguen las últimas fechas para recibir el título de campeón.

Primero fue Cerro quien cortó la ilusión de alejarse en el campeonato, con un empate aburrido 0 a 0 con pocas situaciones de gol en el que nadie mereció la victoria; luego vino el partido frente a Liverpool donde perdimos 3 a 0 y nunca supimos encontrarle la vuelta al partido. Una semana después nos encontramos con Wanderers que con el Tony Pacheco en su oncena titular nos ganó claramente 2 a 1, perdiendo la punta del campeonato a manos de Danubio.

Por último, el domingo pasado perdimos el partido más fácil del campeonato; rival al cual le llevamos 22 partidos de ventaja en el historial; con una clara ayuda del juez que debió expulsar a tres jugadores de la institución plumífera y anularles el primer gol por falta de Matías Cabrera a Walter López en la jugada previa.

¿PERO REALMENTE PIENSAN QUE ESO PUEDE INFLUIR EN EL SENTIMIENTO DEL HINCHA DE PEÑAROL?

El hincha de Peñarol siempre estuvo en los buenos momentos, aquellos que predominan en nuestra gloriosa historia; cuando allá por 1900 lográbamos el primer campeonato uruguayo de la historia, cuando 11 años después le hicimos 7 goles al cuadro sin acta de fundación en su propio gallinero, cuando en 1949 decidieron no presentarse en el segundo tiempo, cuando disputamos cada una de las 10 finales de Libertadores que nos tocó vivir a lo largo de la historia, entre tantas otras cosas…

Pero sobretodo lo que nos caracteriza y nos llena de orgullo es haberte visto caer y levantarte una y otra vez, porque somos la hinchada más fiel y seguidora del Uruguay y la historia así lo marca; porque una y otra vez dejamos el alma en la tribuna cuando los resultados no se daban, porque muchísimas veces levantamos al equipo desde la tribuna, logrando así triunfos inesperados, porque mil y una vez rompimos con la lógica, dando espectáculos totalmente fuera de lo normal, porque infinidad de veces recibimos elogios de todas partes del mundo, porque millones de veces vimos como los otros se morían de envidia e intentaban tapar el sol con un dedo, porque casi siempre tuvimos que pelear solos contra todos, contra árbitros, dirigentes, jugadores, abogados, escribanos, etcétera.

Por eso siempre me pregunto:

¿Qué nos van a hablar de amor? Si yo te vi salir último el mismo torneo que el tradicional rival salía campeón y sin embargo en el clásico llevamos más gente y les dimos una de las mayores barridas en las tribunas, mientras la Colombes miraba asombrada el espectáculo que daba la hinchada de Peñarol.

¿Qué nos van a hablar de amor? Si yo vi como 30.000 almas fueron al Estadio a un repechaje de la Copa Libertadores, después de perder 4 a 0 en la ida, e hicieron de una noche de tristeza una total fiesta llena de amor, de pasión, de enfermedad carbonera.

¿Qué nos van a hablar de amor? Si yo vi cómo más de la mitad de una popular vestida de amarilla y negra, se quedaba 30 minutos cantando por amor a los colores después de perder un clásico de verano, enfrentando la tristeza y el dolor y dando cátedra de amor.

¿Qué nos van a hablar de amor? Si yo vi cómo 5 días después de perder con Independiente 3 a 0; 1500 locos viajaron más de 30 horas en ómnibus hacia Mendoza solo por amor a los colores, solo por la confianza incondicional, y que en la cancha de Godoy Cruz le demostraron una vez más al mundo entero quién era Peñarol y por qué se lo conoce como “El gigante Peñarol”.

¿Qué nos van a hablar de amor? Si yo vi cómo una multitud colmaba el aeropuerto de Carrasco luego de perder la final de la Copa Libertadores; para aplaudir con orgullo a ese plantel de leones que dejaron la vida por nuestra gloriosa camiseta, sin importar la tristeza y el pensar lo cerca que estuvimos, en ese aeropuerto que solo cabía lugar para la fiesta, para una cara alegre y una garganta afónica cantando a favor de Peñarol, de sus jugadores, de su historia.

Las chances de lograr el campeonato disminuyeron, el equipo juega cada vez peor, el tradicional rival nos superó en la tabla; pero el sábado vuelve a jugar Peñarol y ahí vamos a estar; como cada fin de semana, como cada partido, como cada vez que la amarilla y negra se asoma por el túnel; transformándose en una tradición interminable, donde los demás fieles se transforman en nuestra familia, donde pasé los momentos más emocionantes de mi vida, donde lloré y me alegré al mismo tiempo, donde sufrí y donde me volví loco de alegría.

Hasta que la muerte nos separe… Esto es Peñarol!