Suelo no escribir con frecuencia para no aburrir con la prosa. Pero así como Jorge Fossati se vio obligado a dedicar tiempo de su conferencia hacia nosotros, yo me sentí, con la obligación de volcar lo que gira en mi mente y corazón desde que terminó el partido.

Se escriben incontables hojas, se adjudican innumerables horas de televisión, se gastan gran cantidad de minutos de radio en hacer saber de los incidentes generados por la tribuna de Peñarol, de las barbaries que la gran mayoría despreciamos, y de todo lo que políticamente no es correcto (banderas robadas, gallina inflable, pirotecnia, entre otros agregados).  Está claro que el periodismo no suele dedicarnos notas positivas a los hinchas, o si lo hace es resumiendo lo que sentimos miles de personas en una sola línea. Yo soy partidario de que no hay una sola verdad, o mejor dicho una sola realidad. Así como el periodismo, y los civiles que no están dentro de esta realidad llamada ‘’La tribuna de Peñarol’’, van repartiendo panfletos siniestros de nosotros, hoy me siento en el deber de al menos hacer sentir mi verdad, mi voz, mi realidad: lo que sucedió el miércoles es digno de sentirnos orgullosos, es digno de inflar del pecho, es digno de poner en los palmarés de la hinchada, es digno de mirar a los demás equipos y decir (con cierto aire narcisista): mira la hinchada que tiene mi Peñarol.

Esta vez a la prensa no les quedó otra alternativa que reconocer, la unión de nuestra tribuna, el canto sostenido y pujante de los fieles que minuto tras minutos nos íbamos dando cuenta que estaba ocurriendo algo inolvidable: los partidos que gana la hinchada. Ni bien comenzó el hit histórico del partido (‘’Un sentimiento inexplicable que lo llevo adentro no puedo parar’’), se palpó en el aire que la fuerza de la tribuna era otra, era un canto que no se guiaba ni por la actitud de los jugadores, ni como respuesta a un córner a favor, o por un gol de nuestro equipo. Todo lo contrario. Los futbolistas estaban algo agotados, con ese resto físico que en los segundos tiempos siempre merma. El marcador nos terminaba de robar la ilusión de la Copa con ese 1 a 0, y por momentos se palpaba que podría caer el 2 a 0 del equipo argentino con contragolpes que paralizaban nuestras almas.

«Hoy me siento que puedo hacer todo», cantó una vez un enano bastante famoso. Y ¿cómo no sentirme así? ¿Cómo no sentirme así? si se aburren de destratar a la hinchada de Peñarol. ¿Cómo no sentirme así? si el entrenador de nuestro equipo incluyó a la hinchada en las variables del partido a algo que –a priori- no participa. ¿Cómo no sentirme así? si todos vibramos algo que no se puede explicar. ¿Cómo no sentirme así? si ni bien terminó el partido todos coincidamos en algo: lo ganó la hinchada. ¿Cómo no sentirme así? si fuimos más que responsables de que nuestro equipo siguiera con vida en la Copa Libertadores. ¿Cómo no sentirme así? si el diario que se aburre de destratarnos tituló lo innegable (‘’Jugó con 12’’). ¿Cómo no sentirme así? si durante 30 minutos nos preocupamos de solo cantarle a nuestro equipo. ¿Cómo no sentirme así? si este partido siempre quedará en nuestras memorias.

¿Cómo no sentirme así? si fuimos, una vez más,  la hinchada que escribe historias.

Nadie me lo contó, yo lo viví. Brindo por nosotros, y porque sirva de ejemplo para unirnos como hinchada y tomar conciencia –de una buena vez- del poder que tenemos.

‘’Dios bendiga nuestra hinchada que es lo único que nos queda« Cr. José Pedro Damiani.

Quien lo siente lo sabe.